sábado, diciembre 23, 2006

Un paso al más allá

por Kléber Mantilla

Al pasar cualquier tarde por el Puente Libertad de Budapest, después de una jornada de trabajo, no es raro que el tráfico esté detenido porque alguien esté encima gritando que se quiere matar. Luego llegan los bomberos y la policía para rescatar al suicida que suele arrepentirse cuando constata una gruesa muchedumbre de curiosos y fotógrafos a sus pies, que apuestan al "si se lanza o no".

¿Un problema de salud pública? ¿Un oleaje de depresión por temporada? ¿Una nostálgica tradición magiar de actuar bajo la depresión? Tal vez, de todas maneras, históricamente, el país que más suicidios registra en el mundo es Hungría, donde está la región de Kiskunhalas, la más vulnerable del mundo para que sus habitantes atenten contra su propia vida.

Las razones son difusas: el extenso período de frío en invierno, el cambio de sistema económico, el alcoholismo de las zonas rurales, la falta de servicios de apoyo psicológico, entre otras. Sin embargo, el concepto del suicidio magiar es profundo. Tan antiguo y debatible como cualquiera de sus encrucijadas y leyendas urbanas. Muchos aún se preguntan si una tonada triste y un puñado de palabras pueden ser la causa de un suicidio masivo. ¿Cómo es posible que después de escuchar la misma canción se hayan suicidado más de cien personas y otras tantas intentaran hacerlo?

Se cuenta que el húngaro Rezső Seress, después de una decepción amorosa, en 1933, escribió una canción que tituló “Szomorú Vasárnap” -Domingo Sombrío-. La chica responsable de su pena, al escuchar la tonada volvió a sus brazos y una semana antes de su boda, planificada para un domingo, se suicidó con un papel en su mano, donde se leían esas dos palabras. Después la canción fue traducida al inglés –Gloomy Day- y habría provocado una hilera de muertos melancólicos que no resistieron la “crueldad de vivir”. Finalmente, se dice que las autoridades prohibieron la canción porque fomentaba al suicidio.

Pero al dejar a un lado el mito, sorprende constatar que la realidad de esta zona de Europa no es diferente, pues el número de muertes por suicidio en la actualidad supera al de muertos en accidentes de tránsito y es la primera causa de muerte violenta, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta entidad asegura que en el mundo existen un millón de suicidas por año y para el 2020 el promedio será de 1,5 millones. Los suicidios superan la cifra de muertes por homicidios y por guerras. Y, las tasas más altas están en Europa del este, mientras las más bajas están en América Latina, los países musulmanes y unos cuantos países asiáticos.

Más allá de un debate sociológico o médico, también existe una implícita tarea intelectual y epistemológica para ampliar las razones del suicida magiar. La dicotomía entre la vida y la muerte, la forma de morir, la muerte súbita, sin dolor y el paso del sueño a un estado de inercia. El suicidio está enlazado con la humanidad y sus costumbres. Por decir, los mayas, alababan a Ixtab, la diosa del suicidio, y los japoneses practicaban el “harakiri” como un honor de guerra. En cambio, los húngaros solo lo desarrollaron, después de perder dos guerras mundiales y la mitad de su territorio cercenado. Al mismo tiempo que se cultivó un modelo Estatal que muchos lo denominaron „jaula de hierro” se desató la amargura social. Luego se incrementó con la incertidumbre del cambio de modelo socioeconómico de la década del 90.

¿Una enfermedad del industrialismo? Sin duda, pero también un mal por resolver para sociólogos, sicólogos, psiquiatras, antropólogos y demógrafos. En el libro “El suicidio” del francés, Emile Durkheim se afirma que se trata simplemente de un hecho social. Nunca se trata de algo individual o psicológico disperso. El teórico explica que “esta enfermedad” mental o acto de eliminación vital es una consecuencia de procesos sociales crueles, como guerras o depresiones económicas. Asegura que “la tasa de suicidios es diferente de unos países y de unas comunidades a otras. Por ejemplo, en las sociedades católicas había menos suicidios que en las sociedades protestantes (...) la tasa de suicidios depende más del tipo de sociedad en la que se producen que de las circunstancias psicológicas de los individuos”. Asimismo, otro teórico Max Weber plantea que ocurre en sociedades con perdidas “existenciales” y con desencanto por el mundo y con depresión.

De su lado, el austríaco Thomas Berhard sostiene que los Alpes son la “región con más suicidios del mundo”. En una novela titulada Frost –Helada-, describe el clima de la región y dice que todos acaban sintiéndolo. “No sólo el frío físico, sino una sensación interior que nunca abandona, hasta que te lleva a la pérdida de la razón. Y de ahí, inevitablemente, al suicidio”.

La OMS confirma que por cada suicidio se producen entre 10 y 20 intentos fallidos, que causan lesiones, hospitalizaciones y traumas emocionales y mentales. Y se produce no solo por el clima sino que se suman factores como “el desempleo, la pérdida de seres queridos, una discusión, la ruptura de relaciones y problemas jurídicos o laborales, antecedentes familiares de suicidio, abuso del alcohol y estupefacientes, maltratos en la infancia, aislamiento social y determinados trastornos mentales, como la depresión y la esquizofrenia”.

Al parecer es más difícil conducir la propia vida que un auto. En la Unión Europea se registraron en un año 58 mil suicidios contra 50.700 muertos por accidentes de tránsito. El experto Markos Kyprianou, confirma que “las enfermedades mentales son el asesino invisible de Europa”. Un asesino que habita en el alma pero que se reproduce pronto en el aislamiento social. De hecho, un frustrado suicida lo volverá a intentar en el Puente Libertad o en cualquier otro sitio. Como un salto al vacío. Como un paso al más allá.

Fuentes:

Asinorum

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un honor que me cites como fuente. Te felicito por un artículo tan bueno y tan bien fundamentado.

En general, las causas principales de suicidio han de ser esas dos: el abuso del alcohol y la ausencia del soporte de la religión.

Anónimo dijo...

Además de las condiciones comunes a toda la zona del Europa del Este (clima, caida del socialismo real, actual depresión económica), en mi opinión el hecho de que los húngaros perdieran las dos guerras mundiales también tiene mucha importancia en la alta tasa de suicidios que se da en Hungría.

Cada año que voy a Hungría observo con creciente preocupación como el nacionalismo y la xenofobia -contra los gitanos- van creciendo y el pueblo se ocupa más de las ensoñaciones de recuperar o llorar por la pérdida de la "Hungría eterna" que de espabilar y luchar por inventarse su nuevo futuro.

Creo que hay un trauma colectivo muy profundo con este tema que está aflorando ahora porque durante el comunismo no se pudo hablar de ello. Y como la realidad les golpea ahora no la afrontan y prefieren verse en lo que fueron, en el mito, y no en lo que son: una forma pasiva de llegar al "suicidio colectivo" como nación, pues no actúan para solucionar sus problemas y éstos se agravan.

La población está bastante desanimada, por no decir deprimida, y eso se vé en los suicidios, la baja natalidad, el alcoholismo.. pero sin embargo no emigran aún de forma masiva, cosa que es de destacar. Eso debe ser parte del "fatalismo húgaro", frente al que han de reaccionar o en 30 años ¡el país se habrá suicidado!.

No es de extrañar, por otra parte, que el húngaro de a pie se encuentre deprimido y tenga pulsiones autodestructivas, basta con ver la realidad: trabajan mucho y cobran poco, los precios de las cosas están altos, les fríen a impuestos pero no se ven avances en el país (carreteras, hospitales, colegios, juzgados, autobuses, trenes), la juventud no puede acceder a una vivienda (y la mayoría de sus familias no puede ayudarles economicamente porque en el anterior sistema no había posibilidad de ahorrar, no existe ese "colchón falmiliar" que existe en España) las proyecciones demográficas a medio plazo son devastadoras (población muy envejecida, baja natalidad de los húmgaros "blancos" y fuerte incremento del número de gitanos -es decir de ciudadanos pobres y no integrados-), aumenta la brecha entre pobres y ricos, la clase media desaparece, el estado del bienestar (educación y sanidad) se desmantela y su relación con los países vecinos es mala, pues todos les quieren mal.

El "világ fajdalom" duele, y por eso hay muchos que deciden dejar de luchar y optan por el suicidio. Una opción bastante natural, vistas las circunstancias

Anónimo dijo...

Ausencia del soporte de la religion? Por favor, la religion en si, y no el soporte de esta, es una causa, por contarnos desde pequeñitos tantas mentiras.