por Juan Luis Pintos**
El primer espectáculo cinematográfico se ofreció a los habitantes de Budapest en junio de 1896 y su promotor fue un avispado comerciante de la capital Arnold Sziklai, que había asistido a las proyecciones de los hermanos Lumiere en uno de sus viajes a París y no tuvo inconveniente en traerse entre su equipaje un aparato similar al que sorprendía a los paseantes del boulevard des Capucines. Pronto, el cinematógrafo se convertiría en una más de las "atracciones" de ciertos cafés que hasta entonces ofrecían fundamentalmente a sus clientes recitales de música o tertulias literarias. En 1898 Mór Ungerleider director del café Velence y su socio József Neuman fundaron la primera sociedad cinematográfica húngara, la Projectograph. Lentamente surgirían otras iniciativas artesanales, como la sociedad cultural y científica Urania, para la que Béla Zsitkovszki realizará en 1901 su A tánc (la danza). Sin embargo, la implantación de una verdadera industria del cine tardará mucho en realizarse. El primer estudio (Hunnia) se creó a finales de 1911 y uno de sus primeros largometrajes, Novérek (Hermanas) de Ödön Uher no será presentado en público hasta 1912. Ese año marca de hecho el verdadero nacimiento del cine húngaro. Al estallar la Primera Guerra Mundial dos años más tarde, el cine húngaro había olvidado su difícil período de aprendizaje y contaba con compañías ambiciosas en Budapest y Kolozsvár (hoy Cluj) en Transilvania. Los periódicos ofrecían sus columnas a los críticos cinematográficos y en tres años rodaron 55 película. Durante esta época, el cine era sin duda tributario de la literatura, pero ciertos directores empezaban ya a destacar como Mihály Kertész (conocido más adelante con el nombre de Michael Curtiz) o el ex- periodista Sándor Korda (que se convertirá en el célebre productor Alexander Korda, responsable del renacimiento de la industria del cine en Gran Bretaña). Sándor Korda no fue sólo un realizador hábil, sino también un organizador nato. En 1918 la producción del país estaba dominada por la firma Phonix de Mihály Kertész y la Corvin de Sándor Korda. Algunos técnicos como Jeno Török, con sus intentos por conseguir una definición estética del cine anuncian ya a Béla Balázs. La guerra y los desórdenes posteriores a la derrota alemana crearán un clima de inestabilidad poco propicio para le desenvolvimiento del cine. Cuando Béla Kun toma el poder e impone la República de los Consejos, la industria del cine paradójicamente, reacciona favorablemente al nuevo régimen y a la nacionalización (históricamente se trata de la primera nacionalización ya que hasta agosto de 1919 no se promulgará el decreto de Lenin declarando la nacionalización del cine soviético). Los productores vieron en este decreto la posibilidad de defender sus derechos frente a unos distribuidores que imponían su ley, desde hacía tiempo. Se ayudaron unos a otros lo mejor que pudieron para crear varios organismos, uno de los cuales sería un departamento central establecido especialmente para el estudio de los guiones.
Con un entusiasmo casi febril se decidió entonces realizar numerosas películas adaptadas de las grandes obras progresistas de la literatura mundial. Los "133" días no fueron suficientes para llevar a cabo completamente este ambicioso proyecto que se concluyó con 33 películas realizadas por Sándor Korda, Béla Balogh, Márton Garas, Oszkár Damó, Alfréd Déesy, Pál Aczél, Ödön Uher, Károly Lajthay, Pál Sugár, Móric Miklós Pásztory, Cornelius Hintner, Joseph Stein, Béla Geröffy, Gyula Szoreghy, Sándor Pallos y Dezso Orbán. Sólo se ha encontrado la película de este último, Ayer, las demás han desaparecido. El terror blanco que siguió a la caída de Béla Kun arruinaría la industria del cine y la mayor parte de los realizadores activos durante el período de la República de los Consejos escaparon al extranjero por temor a los arrestos y persecuciones. Los distribuidores, una vez devueltos sus privilegios, intentaron salvar las apariencias y de 1919 a 1922 se realizaron 86 películas de nivel artístico bastante mediocre. En 1923 estalló la crisis y sus consecuencias fueron inmediatas. Los distribuidores acaban por desentenderse del cine nacional y optan por comprar películas extranjeras que alquilan a los exhibidores a precios muy altos. Béla Balogh, autor de Fehér galambok a fekete városban (Una paloma blanca en una ciudad negra, 1923) emigra tras haber buscado durante meses un exhibidor par su películas Pál utcai fiúk (Los niños de la calle Pal). El realizador más prometedor de la época, Pál Fejos (Paul Fejos) sigue le mismo camino y marcha a los Estados Unidos dejando inacabada Egri csillagok. La bancarrota es total, las compañías cierran sus puertas unas tras otras y en 1929 el cine húngaro era prácticamente inexistente. Hasta 1931 no empezó a recuperarse. Pál Fejos volvió a su país en 1932 para rodar la producción francesa María, leyenda húngara, que a pesar de ser importante desde muchos puntos de vista no consiguió ningún éxito. Tras otro nuevo fracaso (Itél a Balaton), Fejos se desanima y emigra definitivamente dejando las pantallas en manos de artesanos mediocres que se afanan en imitar el estilo de Ernst Lubitsch. István Székely y Béla Gaál conseguirán cómodos éxitos con comedias ligeras. Al estallar la Segunda Guerra Mundial las "película limonada", operetas magiares, dramas mundanos, inundaron el mercado. Sorprende pues encontrar en este período la original película Emberek a havason del joven realizador István Szots, considerado en la actualidad como el verdadero padre del cine moderno húngaro, a pesar de que, debido a las vicisitudes políticas no pudo dar lo mejor de si mismo. En 1945 la producción descendió a sólo tres películas. Los estudios fueron destruidos, y durante tres años las películas serían producidas por cuatro partidos de la coalición gubernamental. Habrá que esperar hasta 1947 para que se produzcan algunos cambios profundos como es el del cese de la financiación de películas por parte de empresas privadas. Ese mismo año la película de Géza Radványi Valahol Európában, atrae la atención internacional sobre el cine húngaro. La nacionalización se produce el 21 de marzo de 1948, año que destaca por la realización de Talpalatnyi föld (Una parcela de tierra) de Frigyes Bán.
Esta chispa, desde una perspectiva exclusivamente artística, será muy corta. Hungría se estaliniza totalmente durante el período 1949-1953: es la época de los procesos políticos y de la Guerra Fría en la que el arte se concibe únicamente como realista-socialista. El Jdanov húngaro se llamará József Révai. El esquematismo ideológico es absoluto, y sólo el héroe positivo tiene derecho a aparecer en pantalla. El despertar se producirá al año de la muerte de Stalin y consiguiente desplazamiento de Révai. Liliomfi (1955) de Károly Makk, Budapesti tavasz (id.) de Félix Máriássy y sobre todo Körhinta (id.) y Hannibál tanár úr (1956) de Zoltán Fábri anuncian ya un verdadero renacimiento del cine húngaro y la aparición de verdaderos autores, como Makk, Fábri, Máriássy y más modestamente László Ranódy, Imre Fehér, György Révész, János Herskó, que vienen a respaldar a los “veteranos” Viktor Gertler, Frigyes Bán o Márton Keleti. Los acontecimiento de 1956 no conseguirán reducir del todo las iniciativas para crear un cine definitivamente moderno, comprometido y responsable. Pero la crisis moral tendrá sus repercusiones en los realizadores y las obras rodadas entre 1957 y 1962 reflejan de una forma más o menos velada las angustias de la “generación” cuya vida seguía los trágicos meandros de la historia. Favorecido por un clima político más liberal, el “nuevo cine húngaro” comienza a imponerse a partir de 1962. La creación del estudio Béla Balázs en 1960 permitirá probar su talento a jóvenes realizadores mediante el rodaje de cortometrajes según una fórmula que resultará muy útil (decisión común sobre los guiones a rodar, fondos estatales y gestión financiera llevada a cabo por los miembros del estudio).
A partir de 1960 y sobre todo de 1962 se empezó a notar una mayor libertad en la elección de los temas, lo que significaba el anuncio de una renovación de la que se beneficiarían los jóvenes directores surgidos del estudio de Béla Balázs. Poco a poco, las películas húngaras fueron cosechando triunfos en festivales internacionales y se empieza a hablar ya de una Nouvelle Vague húngara, que sigue de cerca la eclosión del joven cine checoslovaco. Los directores de mayor talento son: István Gaál (Sodrásban, 1963; Zöldár, 1965; Magasiskola, 1970), Ferenc Kardos y János Rózsa (Gyerekbetegségek, 1965), István Szabó (Álmodozások kora, 1964; Apa, 1966), Ferenc Kora (Tízezer nap, 1967), András Kovács (Hideg napok,1966; Falak, 1967), Tamás Rényi (Sikátor, 1966), Pál Zolnay (Hogy szaladnak a fák, id., el antiguo cámara Sándor Sára (Feldobott ko, 1969), Péter Bacsó (A tanu, 1969). Ciertos autores como János Crezco o Zoltán Fábri, beneficiándose de una corriente favorable caracterizada por la sinceridad con que se abordaba cualquier tipo de tema (enfrentamiento de destinos individuales en un contexto político turbulento, evocación de la evolución de las comunas campesinas del siglo XX, descripción de la vida de los estudiantes, de los obreros, etc.) rodaron sus obras más significativas: Párbeszéd (Diálogo, Crezco, 1963), y Húsz óra (Fábri, 1964). El realizador Miklós Jancsó, autor de varios largometrajes (Oldás és kötés, 1963; Így jöttem, 1964) dirige en 1965 Los desesperados y en 1967 Csillagosok, katonák y Csend és kiáltás, imponiéndose como uno de los grandes directores contemporáneos de talla internacional. Un organismo estatal llamado Mafilm era el encargado de la producción. En él trabajaban cuatro grupos y cada uno de ellos disponía de un presupuesto otorgado anualmente por el Estado del que podían disponer a voluntad. La distribución de las películas en el extranjero la llevaba a cabo Hungarofilm, entidad que con István Dósai a la cabeza y Klára Kristóf al frente de las relaciones internacionales y la venta al extranjero, aseguró con talento la difusión del cine húngaro por todo el mundo.
El “nuevo cine húngaro”, surgido en dos oleadas sucesivas (la primera en 1954 y la segunda en 1963-64), consolidó poco a poco una audiencia internacional. La producción se limitaba a una veintena de películas al año, pero entre ellas siempre había varias de gran calidad. Zoltán Fábri no pudo igualar en sus últimas películas (Isten hozta, ornagy úr, 1969; Hangyaboly, 1971; Plusz minusz egy nap, 1972; El quinto sello, 1976; Húngaros, 1977) el éxito de Húsz óra, pero Károly Makk, por el contrario, tras Isten és ember elott (1968) rodó en 1970 una obra desgarradora, Szerelem, en 1974 Macskajáték y en 1982 La elección de Hanna B.
Durante los años setenta y ochenta, Gaál realiza una película importante (Holt vidék, 1972), Jancsó profundiza en sus temas predilectos (Salmo rojo, 1972; Magyar Rapsodia, 1979) y Szabó se impone en la escena internacional con Mephisto (1981). Realizadores que habían hecho sus primeros trabajos al final de los sesenta se imponen y consolidan en festivales internacionales el lugar privilegiado que Hungría había conquistado en una decena de años: Zoltán Huszárik (Szindbád, 1971), Gyula Maar (El fin del camino, 1973), Zsolt Kézdi-Kovács (Ha megjön József, 1975), Márta Mészáros (Adopción, id.; Nueves meses, 1976), Imre Gyöngyössy (Két elhatározás, CO: Barna Kabay, 1077), Pál Gábor (Angi Vera, 1978), Judit Elek (Majd holnap, 1979), Péter Gotár (El tiempo interrumpido, 1982), Pál Sándor (Szerencsés Dániel, 1982), Fer András o László Lugassy. Los temas hasta ahora dominantes (interrogaciones sobre la Historia y a través de traumas de la Gran Guerra y de los acontecimientos de 1956; desenraizamiento de los campesinos que fueron a trabajar a las grandes ciudades) se van borrando poco a poco frente a una inspiración “sociográfica” consistente en la narración implacable de los problemas cotidianos, en una crónica apasionada de la vida “ordinaria” que antepone el individuo a la colectividad y se asemeja más al “croquis directo” que a los grandes frescos.
Las películas de la “escuela de Budapest”, documentales-ficción menos construidos y más geométricos, dan cuenta de la Hungría del momento sin recurrir a alegorías o parábolas. Aparecen nuevos realizadores que priman la imagen sobre la dirección. Pál Schiffer, Gábor Body, István Darday, Béla Tarr, Gyula Gazdag, Pál Erdoss, Modován Domokoss...
En Hungría existe además una escuela de animación muy creativa de la que han salido figuras como Ottó Foky, György Kovásznai, Gyula Macskássy, József Nepp, Marcell Jankovics, Sándor Reisenbuchler, Béla Vajda.
Fuentes:
** Artículo también aparecido en Filmoguía