viernes, mayo 18, 2007

El placer de encañonar, los pistoleros húngaros

Hay una perversa coincidencia ideológica y clasificatoria entre ciertas corrientes feministas y los machistas naturalistas. En ambos casos las mujeres aparecen ajenas al mundo de la violencia. Ellas son pacíficas (algunas hablan incluso de “la última oportunidad de la humanidad”), o simplemente débiles y faltas de agresividad, más propias de las actividades relativas al cuidado de la casa, los niños y los enfermos.

Sea por una u otra razón, la muerte se ha solidificado como patrimonio del hombre. Hungría no es excepción, y la recogida de disparos solo arroja hombres, salvo Lili, la compañera de Pali, los Bonnie and Clyde de Miskolc que revolvieron el país a fines de los ’90 y que Krisztina Deák inmortalizó en 2004 en una película.

En el laberinto de lo sexual lo masculino se entiende como violencia y posesión. Se ha perfeccionado el modelo de un supuesto cavernícola bruto y exhaltado, que con la garompa erguida se lanza sin compasión sobre otra supuesta flor de alelí, indefensa y sumisa, que como toda resistencia grita desconsolada en una mezcla perversa de placer y dolor. El falo no se interpreta como un elemento sensual, suave, propio de la caricia o del abrazo. La polla, la berga, la garcha, el ciruelo, la picha, la cigala, el pito, la papirola, el nabo o la pija se han hecho imagen en un sinfín de elementos agresivos, por ende sinónimos de fálicos. Todo objeto alargado y rígido es objeto de guiño, y si a ello se agrega alguna capacidad de destrucción se transforma en orgullo de macho.

El mejor ejemplo de todos son las armas, y sobre todo las de fuego. La pistola. Estamos prisioneros de una fantasía enfermiza que busca desesperadamente, en el juego de las relaciones sexuales, matar a la víctima, a la amante. Arrastrarla desnuda hasta un rincón de la habitación a la inevitable prisionera y cagarla a balazos, fusilarla. En otras palabras: amarla.

Lo inquietante es pensar si se te va a parar cuando ella te encare empuñando la bayoneta.

Cronología negra

por Eszter Aranyos

Para ver el uso de armas de fuego en Hungría escogí, en primer lugar, el portal electrónico Origo y las muertes por balas de los últimos doce meses. La lista no es completa, ni mucho menos. Más tarde encontré bastantes muertes del mismo tipo en el portal de la policía o incluso en el de los cazadores.

Los casos recogidos son escasos, pero creo que por ser uno de cada leche, representan bien la diversidad y la tipología de las matanzas por uso de armas de fuego en Hungría: asesinos y víctimas húngaros y extranjeros; bebés y adultos, hombres y mujeres. En la mayoría se trata de muertes por armas legales y en un porcentaje importante muertes ejecutadas por cargo público.

Según los motivos, el esquema es variado: defensa, casualidad, violencia de género, venganza mafiosa y desesperación. ¿Quién podrá decir qué es lo que verdaderamente guía estos macabros movimientos? He aquí pues la crónica negra del año:

4 de mayo de 2007: Durante la acción policial matan al ladrón del banco

El 4 de mayo de 2007, por la tarde, un ex-soldado que trabajaba como guardia de seguridad, intentó robar un banco cerca de la plaza Moszkva. Al aparecer la policía, el delincuente cogió rehenes, pidiendo libre salida y 5 millones de Ft (20.000 €). Ya que el bandido durante las negociaciones se mostró agresivo y usó varias veces su pistola, dando tiros a la pared, la policía decidió intervenir. En el momento de la entrega de dinero el equipo de comando le tiró seis balas que resultaron ser mortales. Dos de los rehenes fueron heridos, uno leve, otro gravemente. La policía encontró balas y armas de fuego en el domicilio del agresor cuarentón. Según su padre quería el dinero para ayudarlo a entrar a un hogar de jubilados, unos 4-5 millones de Ft.

29 de marzo de 2007: Después de una disputa, un hombre mata a una mujer

Cerca de la frontera con Serbia y Croacia, en un bar de Baja, un hombre de doble nacionalidad, croato-húngaro, de 54 años, tras una disputa, le tiró dos veces a una mujer treintaañera de Ucrania en la cabeza. La mujer enseguida murió. El hombre, tras el hecho, intentó suicidarse, disparándose, también, una bala en la cabeza. Aunque con heridas graves, se salvó, gracias a una pronta intervención médica.

27 de marzo de 2007: En un ajuste de cuentas matan a un egipcio

Durante un ajuste de cuentas, en una oficina de la calle Üllői, en Budapest, un egipcio de 46 años mató con un tiro a su compatriota de 40 años. La víctima murió en seguida. El delincuente fue arrestado.

27 de enero de 2007: Un policía mata a su colega por casualidad

En el distrito I de Budapest, un sargento mayor de 27 años, al terminar su servicio, hirió a su colega, otro sargento mayor, de similar edad, también a punto de terminar su servicio. El policía herido, a pesar de la pronta intervención médica murió en el hospital. El tiro, según la policía, fue de casualidad, según la prensa, de broma. El homicida fue degradado y despedido del cuerpo. Todavía está pendiente su comparecencia ante el Tribunal.

17 de diciembre de 2006: Bajo el efecto de las drogas mata a su expareja y a su hijo de cinco meses en Göd

Durante la noche, Ferenc K., de 26 años, tras consumir cocaína y speed entró en la casa de los padres de su exnovia Viktória Sz., de 25 años, y le pegó un tiro a quemarropa a su expareja y a su hijo común de cinco meses con una pistola Parabellum, ilegal. A la madre la encontraron en la escalera interna de la casa, al hijo en la cama donde dormía. La pareja había tenido una relación de ocho años con varias pausas. El hombre –que todavía no se sabe si era el padre biológico del hijo–, había molestado con anterioridad en varias ocasiones a su expareja, que trabajaba en la cafetería de la planta baja de la misma casa.

2 de diciembre de 2006: Un cazador mata por casualidad a su compañero

En Szalaszend, en la provincia Borsod-Abaúj-Zemplén, en la parte noreste de Hungría, durante una caza de jabalís, en una compañía de 25 cazadores, uno de ellos, por casualidad, y desde el puesto de acecho disparó a uno de sus compañeros, de 60 años, que murió en el acto.
20 de junio de 2006: Se suicida un hombre al haber sido rodeado por la policíaSe suicidó con un tiro un hombre en Gödöllő, al haber sido rodeado por la unidad especial de la policía. Desde años estaba en búsqueda y captura.

8 de junio de 2006: Un guardia de seguridad mata al ladrón de un banco

El guardia de seguridad actuó rápido, e inmediatamente después de que los ladrones entrasen al banco a punta de pistola exigiendo el dinero, los eliminó de varios tiros. El hecho ocurrió a las 9 de la mañana en Szigetszentmiklós. Uno de los delincuentes, aunque por momentos logró ser reavivado, murió poco después, in situ. El otro se escapó.

La sucesión de hechos, según parece, es circular: a) muerte de un ladrón al intentar robar un banco, b) suicidio, c) accidente de caza, d) violencia familiar contra expareja e hijo, e) muerte de poli por casualidad, f) ajuste de cuentas de la mafia, g) cólera súbita. Y otra vez, a) muerte de un ladrón al intentar robar un banco. Ahora, siguiendo la regla, toca suicido.

¡Ojalá solo tuviéramos pistolas de agua!

por Annamária Preisz

El derecho o la necesidad de los ciudadanos de poseer armas de fuego es una cuestión muy controvertida. El sector pacifista de la raza humana, digamos las mujeres, no le ve otra utilidad más que la de matar y destruir; el otro bando opina que son indispensables en la sociedad moderna, para defenderse.

En la era comunista, en Hungría, como en el resto de países que aplicaban este tipo de sistema totalitario, tener armas de fuego estaba prohibido. Para tenerlas había que tener muy buenas conexiones o un muy buen cargo en la pirámide burocrática. Pero con esto y todo, en general, solo se conseguían fusiles de caza. El que tenía armas también tenía los correspondientes permisos, claro.

Entonces nadie estaba preocupado por “defenderse” de ningún peligro mortal, ni en la calle, ni en su casa. La amenaza en aquellos tiempos era la del Oeste, la de los países capitalistas; pero ese “problema” lo manejaban en exclusivo las fuerzas armadas.

Naturalmente en esos tiempos, como ahora, existían en Hungría maleantes, ladrones y violadores; también asesinos. Sin embargo, la criminalidad, una vez comenzada la transición democrática, ahí por los años ’80, ha aumentado de forma alarmante, cuadriplicándose, tal como lo demuestran las estadísticas. En el año 1980 se registraron 130 470 crímenes, 20 años después, 505 716. Los ataques violentos contra personas se duplicaron de 9 322 a 18 882.

A partir de 1989-90, los años del cambio, aparecieron nuevas “ramas” del crimen. Ramas que antes no existían y para las que resulta imprescindible una bocanada de fuego. Sin pistolas no se roban bancos.

Hoy en día la tenencia de armas de fuego se ha vuelto legal. El número de armas legales en Hungría asciende, según las estadísticas de finales de 2006, a 228.727 unidades. El discurso mayoritario de los portadores legales culpa de los crímenes a los ilegales y dicen estar hartos de los prejuicios ignorantes de los pacifistas. Aseguran que el número de muertos y heridos por armas legalmente registradas es ínfimo.

Es difícil entender la lógica legalista. Un muerto por un arma de fuego, no dejará de ser un muerto por un arma de fuego porque la pistola sea legal o ilegal. Y tampoco su uso, que no es otro que el de matar, excusa a su propietario de la muerte, aunque logre matizarla legalmente. Ni hablar de los suicidios.

La venta y la posesión de armas están controladas por las autoridades. Pero ¿hay algún sistema que pueda controlar el tráfico ilegal de estos mortales artefactos? Parece que no. El tráfico en nuestro país es un tema serio, y difícil de cuantificar con precisión, pero todos concuerdan en que es, al menos, alarmante; y esto mismo se refleja en el aumento del número de crímenes por munición. ¿Es excusa que se trate de un problema mundial?

En Hungría los asesinatos ocurren, en general, en los círculos criminales, por la misma dinámica del negocio. Pero también, de rebote, personas inocentes pierden la vida. Es triste el número de taxistas baleados el año pasado. ¿Y la familia pastelera ejecutada al completo? ¿Y aquellos dos jovencitos cruelmente asesinados? ¿Y aquel del restaurante de comida rápida? Tenemos una lista larga. Al último, hace menos de una semana, le cayó un disparo cuando estaba esperando el tranvía, por suerte se salvó.

Pese a todo y a la emoción de los recuerdos, Hungría todavía es uno de los estados más seguros de la U.E. El tiroteo es un fenómeno raro. El porcentaje de robos es el más bajo de la Unión, y los homicidios también son muy pocos y disminuyendo, desde 1999. Éstas son buenas noticias.

A fin de cuentas, ¿no habría menos homicidios si no hubieran pistolas, revólveres o fusiles en nuestra planeta? Es difícil adivinar, sin embargo es indiscutible que el disparo es la forma más fácil de matar, mucho más que otros métodos. Uno puede asesinar, independientemente de su constitución física, con alta efectividad y a distancia, incluso de muy lejos. Es la fantasía de matar con la mirada hecha realidad.

¡Qué difícil sería robar un banco o secuestrar a alguien sin armas de fuego! El caso es que el debate sigue fluyendo tan insistentemente como la compra y venta de armas. Hablan y hablan de leyes y decretos, chocan y rebotan los intereses de civiles, políticos y fabricantes de armas, mientras tanto el gatillo no para y mueren a miles.

Fuentes:

Bűnügyi statisztika - EU és Magyarország
A bűnözés-bűnüldözés alakulása
http://www.police.hu/
Fegyverrel vagy fegyver nélkül? Fegyvertartási szabályok Magyarországon

La sangre de la guerrera

por Ricardo Izquierdo Grima

Resulta, cuando menos curioso, y así ocurrió en España, que la movilización social por la supresión del servicio militar coincidió con la reivindicación de la mujer por poder ingresar en las fuerzas armadas. Si esto último se logró, más que menos, por el impulso de la clase política y por resoluciones judiciales favorables a los recursos de las solicitantes; lo otro, la supresión de la “mili”, lo fue por la fuerte movilización de grupos pacifistas que se produjo a partir de 1989, y ante la que el Estado empezó a ceder. Al principio, seguramente, porque el poder político tampoco hacía ascos a un antimilitarismo social que le tranquilizaba ante cualquier posible hermanamiento sociedad / ejército que siempre puede ser germen de golpes o revoluciones.

El servicio militar obligatorio, a principios del s. XX, representaba un logro democrático, sustituyendo a la ignominia clasista de “la redención a metálico de la suerte del soldado. Esta idea pervivió prácticamente hasta 1989, en que a raíz de la contestación de los grupos pacifistas hasta los dadores de doctrina que lo habían justificado por escrito, comenzaron a mutarla, no por un reordenamiento o evolución de sus ideas, sino por el siempre presente en España “complejo de la caverna”(temor a ser tildado de reaccionario y retrógrado).

Así las cosas, durante una década, pervivió en España una afrentosa desigualdad para el varón. Se había puesto ya fecha a la supresión de la mili y la mujer ya podía ingresar en los ejércitos, pero sólo seguían siendo llamados a filas los hombres. La mujer podía ser soldado y cobrar por ello, pero no era llamada a filas, y si se alistaba estaba en compañía de soldados forzosos que no cobraban. En Hungría esta situación también se dio, y la mujer tampoco estuvo obligada a realizar el servicio militar ni siquiera desde el momento en que ya podía ingresar como profesional en las fuerzas armadas.

Una mínima equidad hubiese pedido que el reclutado forzoso cobrase desde el momento que coexistía con alistados voluntarios. Y desde que se puso fecha al fin de la mili, también hubiese sido de justicia que la carga del reclutamiento forzoso se repartiese, en alguna medida, con las mujeres, ya que en este punto estas podían alistarse. Nada de eso pasó y los últimos soldados de reemplazo obligatorio (nacidos en 1982) fueron unos abnegados que cumplieron gratis con su deber; cuando además podían fácilmente haberse librado por objeción de conciencia, una opción que en ese entonces no hacía falta demostrar y por la que ya nadie era llamado a cumplir ninguna prestación social substitutoria.

Si en España el último llamamiento forzoso fue el del 2001, en Hungría el servicio militar desapareció poco después, a finales de 2004; y al igual que en España existe la figura del reservista voluntario, que es como el antiguo servicio militar pero voluntario y retribuido. Otra semejanza entre los dos países es que en los últimos años de servicio obligatorio, este se había reducido a 9 meses, y que tanto en Hungría como en España coexistieron en esos años el soldado forzoso con el profesional.

Al tratamiento del tema, que ya comencé en mi articulo del número anterior de El Quincenal titulado “Los otros voluntarios”, ahora agrego una nueva divagación, la de la “la mujer guerrera”. Como ya comenté al comienzo del artículo, es interesante el contraste y la coincidencia temporal entre la reivindicación femenina por poder ser militar y la del varón por terminar con el servicio militar. Fue un tiempo en que lo trasgresor, innovador, rompedor era oponerse a ser, si se era varón; y querer ser, si se era mujer. La contradicción terminaba solucionándose con un servicio militar de género en el cual la mujer se insertaba pacíficamente como militar no combatiente, una forma llena de eufemismos y silencios legales.

El título del artículo me lo ha inspirado el de la antropóloga francesa Françoise Héritier, “La sangre del guerrero y la sangre de la mujer”; y aunque su contenido no se corresponde exactamente con el tema de este artículo, sí contrasta lo que llamaríamos la opinión generalizada y académica con una visión diferente de la misma.

Dice Héritier, en otro de sus libros, “Masculino / Femenino” (editorial Ariel 1996), que salvo en la cuestión de la fecundidad, “las aptitudes concretas que componen los retratos de la masculinidad y la feminidad según las sociedades, y que se consideran justifican el dominio de un sexo sobre otro, son un producto de la educación, y por tanto de la ideología”.

Ante esta aseveración tajante y unicausal, la cuestión pudiera ser plantearse si vale la pena matizarla o rechazarla, considerando que en la desigualdad del trabajo, o posición hombre / mujer no sólo caben razones culturales sino también biológicas y/o psicológicas.

En este sentido, la breve obra del norteamericano Kingsley Browne, “Trabajos distintos. Una aproximación evolucionista a las mujeres en el trabajo” –1998-, y traducida al castellano en 2000, (editorial Crítica), incide en el punto de vista de que las diferencias en el mercado de trabajo entre el hombre y la mujer también son biológicas, fruto de la evolución de los sexos. De esta manera, el autor enmienda el discurso actualmente preponderante de que el comportamiento humano es, en buena medida, independiente de la biología, diciendo que por el contrario esta última tiene más influencia de lo que se piensa.

La existencia de factores sociales o culturales no excluye automáticamente la de factores biológicos, en cambio el debate actual en el trabajo hombre/mujer parte de la premisa de que los dos sexos son temperamentalmente idénticos. Tampoco pretende el autor que se apele a la naturaleza biológica humana como subterfugio para el mantenimiento del status quo del varón.

Una de las diferencias que apunta Browne, es que el temperamento es la agresividad en un sentido amplio, no sólo física. Agrega que es propia de los hombres y de ello dan muestras las estadísticas criminales, la típica y competitiva masculinidad y la tendencia a riesgos, físicos y sociales.

Los deportes de riesgo aunque no exijan fuerza física son hegemónicos de los hombres. Un ejemplo es la distinta forma de conducir un coche, o los universales de la caza y la guerra. En la evolución, el hombre ha podido aumentar su éxito reproductivo mediante la bravuconada, uno de los comportamientos que favorecen la selección natural; en cambio, para las mujeres, la evitación del riesgo ha sido la estrategia de mayor éxito, tal como se ve en la crianza y el cuidado de enfermos y achacosos percibido universalmente como más apto para la mujer.

Ahora bien, aceptado más o menos pacíficamente que haya esos distintos temperamentos, el problema es dilucidar si ello responde a la socialización o tienen un fundamento biológico. El autor apunta tres razones que avalan explicaciones biológicas a ese comportamiento: 1) genéticas, que se derivan de la transmisión hereditaria de los rasgos de la personalidad; 2) de hormonas sexuales y su efecto en los comportamientos; y 3) antropológicas, al observarse algunas universalidades interculturales en las diferencias sexuales que son de difícil explicación acudiendo al simple argumento de la invención paralela, y que indican ciertos elementos subyacentes en la psique humana.

Browne incide, varias veces, en lamentar que la carga de la prueba corresponda siempre a quien hace afirmaciones biológicas, y aporta un ejemplo estudiado antropológicamente que le sirve para demostrar su postura. Se trata del estudio de los kibbutz israelitas hecho por Lionel Tiger y Joseph Shepher. En él se expone que teniendo aquellos la pretensión de liberar a la mujer de lo doméstico, creando incluso una socialización colectiva de los cuidados maternos, fueron evolucionando en una vuelta a los tradicionales roles sexuales que se habían pretendido erradicar; no rechazando la igualdad, pero sí encontrando aquellos roles más satisfactorios.

Tampoco se quiere decir con lo anterior que dar cabida a una perspectiva biológica compela a rechazar las políticas igualitarias que no tienen en cuentan dichas perspectivas, pero sí a preguntarse, al menos, si conviene tenerlas en cuenta, sin olvidar que el hacerlo supone tal vez una discriminación positiva para la mujer.

Las fuerzas armadas es un ámbito interesante donde observar la integración e igualdad de la mujer por dedicarse aquellas a una actividad tradicionalmente masculina y por concurrir en dicha actividad unas exigencias biológicas o físicas ajenas también a la caracterización tradicional de lo femenino.

Sorprendentemente a pesar de haberse posibilitado el acceso de la mujer al ejército en tiempo reciente, al final de los años 80 en España y en 1994 en Hungría, ambos países se han puesto a la cabeza de dicha integración de forma cualitativa y cuantitativa. Cualitativamente porque desde 1999 ya no existen limitaciones en cuanto a los puestos que las mujeres pueden desempeñar, habiéndose suprimido las prohibiciones de pertenencia a las unidades más combativas, o de más problemática convivencia como era la de un submarino. Estas limitaciones sí subsisten en otros países, como por ejemplo en Francia para la Legión Extranjera, en Reino Unido para los Royal Marines y en EEUU para las unidades especiales y los combates de primera línea.

Cuantitativamente España es el país de Europa con mayor porcentaje de mujeres en el ejército (13,5%, seguido de Francia con el 12,8 y Reino Unido 9,0; superándonos más allá del océano por EEUU con el 15,05 y Canadá con el 16,09 % de mujeres). En Hungría, según cifras de 2002, la mujer representa el 6,4 % de las fuerzas armadas, 3017 mujeres, y al igual que en España no tienen limitación para puestos de combate ni una distinta baremación en la exigencia de aptitudes.

El Tribunal de Justicia de la Unión Europea, ha tenido oportunidad de pronunciarse sobre el tema, pudiendo entenderse que la jurisprudencia del mismo no impide que un país excluya a la mujer para puestos de combate, pero sí que ve una discriminación contraria a las políticas de igualdad que la exclusión sea general, con formulas para todo servicio de armas, como fue el pronunciamiento en el asunto de la alemana Tania Kreil, c-285/98, en el que se apreció una política contraria a la igualdad, por tener una cláusula general de exclusión de la mujer para las armas, que redundaba en una exclusión generalizada.

Caso distinto es el de la inglesa Sirdar c-273-1997, en que pretendiendo ésta ser soldado cocinera en los Royal Marines, no se le admitió en razón a la exclusión de la mujer para ese cuerpo, lo cual se considera como excepción admisible por tener la exclusión, concreción o especificidad y no por ser una cláusula general como en el caso de Tania Kreil.

Respecto a cuerpos y especialidades no combatientes, parece haber pues una unidad de criterio. El problema es la exclusión o no de la mujer de los actos de combate más directos y no preparatorios, auxiliares o posteriores al mismo. La prueba de esta polémica es la exclusión de la mujer en esas acciones, incluso en países con más antigüedad en admitir a la mujer como es el caso de Francia. Exclusiones que como he mostrado han superado más de un recurso ante tribunales internacionales.

Y es que ya no se trata de que la mujer sea objetivamente o no capaz de matar o de morir, se trata de la repugnancia ética y estética que puede producir (o produce) el que quien da la vida, la quite o se le quite. La cuestión es no sólo que la mujer sea apta para clavar la bayoneta, sino de ser capaces de clavársela a ella. ¿Es esta repugnancia razón suficiente para que se tenga en cuenta en las políticas de defensa, excluyendo a la mujer del combate? Para otros países parece ser que sí, aunque los subterfugios argumentales no sean estos, al menos explícitamente, y se recurra, como es en el caso inglés que hemos comentado, a expresiones vagas como “garantizar la eficacia del combate”, pero sin explicar en que consiste la pérdida de la misma por la presencia de la mujer en las fuerzas de asalto.

Al fin y al cabo, en la Antígona de Sófocles se vislumbra esta repugnancia a dar muerte a la mujer cuando Creonte expresamente evita que se de muerte a la heroína y dispone que se la deje morir encerrada. Tampoco creo que eso sea misoginia, lo digo porque el filósofo Fernando Savater en “La tarea del héroe”califica de “explícita misoginia en el culto heroico” la anécdota del escritor Yukio Mishima que coleccionaba en su juventud imágenes triunfales de todas las culturas, rompiendo la de la heroica Juana de Arco cuando alguien le comentó que no era, como él creía, un joven héroe franco.

En Hungría y España, que no existen esas restricciones, al menos se ha mantenido la coherencia de mantener los perfiles psicofísicos de idoneidad para el puesto, con independencia del sexo del aspirante, Porque lo que desde luego no garantizaría la eficacia en el combate serían unos perfiles físicos distintos en que las exigencias o aptitudes exigibles variaran por sexos, aunque nadie puede con ello exigir al hombre que altere su percepción de la feminidad.

Esa radical igualdad de los sexos puede haber sido, de alguna forma, la favorecedora de la falta de respeto al cuerpo de la mujer, que provoca tanto crimen doméstico. Porque lo que la igualdad de los sexos no puede cambiar es que el hombre sea más fuerte y más violento; el bruto, invitado también a la fiesta de la igualdad. Sin darnos cuenta, se ha inhibido el respeto a lo femenino.

De cualquier manera, Héritier con sus referencias a que el hombre derrama su sangre y la ajena, y la mujer da la vida, termina dando una velada alusión al origen biológico de la diferencia: “Acaso en esa diferencia (refiriéndose a lo anterior de la sangre) radique el resorte fundamental de todo el trabajo simbólico vinculado a los orígenes sobre la relación de los sexos”.

¡Boom en la cabeza!

por Sebastián Santos

“No te sirve para nada saber quién es
el que va a apretar el gatillo,
porque la bala va a venir de cualquier lado,
y te va a dejar una agujero como cualquier otro.”

¿Por qué en este número de El Quincenal estamos hablando de armas y no estamos hablando de melones? Simplemente porque nos quedamos colgados con la matanza de Virginia.

Para bien o para mal los gringos son los que ponen los temas de conversación, los problemas en cuestión y hasta los gustos. ¡A joderse al que no le guste! Lo copiamos todo, casi sin criterio, ansiosos por parecernos a la gente bonita de Metrópolis. En términos artísticos contemporáneos el hip-hop es un ejemplo vivo, que abarca, con lógica de gueto, el universo de los grafitis, el rap y su vestuario.

Si en Yanquilandia el problema son las armas, aquí el problema son las armas. Si allá pintan las esquinas marcando el límite de las bandas, re-editan los gorritos de béisbol, usan los pantalones caídos por las rodillas y cantan rap puteando hasta que se les llena la boca de culebras y no paran de hablar de pistolas y muertos, aquí también hacemos lo mismo, lo más parecidito que podamos.

En términos de estética la “invasión” latina nos viene muy bien porque como nos es dificilísimo ser negros, probamos parecernos a los chicanos, que también son muy duros y están muy de moda. Ese marroncito sudaca, que aquí en Hungría le dicen créole, nos iguala. Somos todos marrones. Ellos por mestizos, nosotros por gitanos. Y a los que no pueden ni hacer de gitanos por el blanco impoluto de su tez, les quedan tres opciones. O bien eligen el modelito raper feliz cumpleaños, o el cuasi skinhead, que aquí pega bien duro, o se decantan por la onda guerrillero en plan Che Guevara o Frente Zapatista.

No soy un gran conocedor del rap húngaro, tengo que admitirlo de entrada. Para este artículo desarrollé algo así como una hipótesis y busqué comprobarla. Hice, digamos, una aproximación al tema con una mirada bien sesgada. La idea es que lo copiamos todo de los yanquies: Los jóvenes se decantan por el hip-hop que está de moda y lo copian igualito, temas incluidos. El más preocupante de estos temas es el de la apología de la violencia con armas, que en Estados Unidos será un problema crucial y extendido, pero aquí la verdad sea dicha, las armas no son una cosa popular.

El uso de armas de fuego en Hungría sigue siendo, como antaño, exclusividad de los cuerpos de represión del estado, de los que están en activo o de los que han pasado por él o se mantienen en su periferia. Además aquí no se lleva el estilo mesiánico yanquie de matar por iluminación divina. Aquí si se mata, se mata por dinero y se hace un atraco a un banco o a un furgón. Reiteradamente de la lectura de las investigaciones de los distintos robos sangrientos que aparecen en el periódico sale a la luz que se trataba de algún policía o militar que hacía aquello del doble empleo o como decían en Argentina, era parte de la mano de obra desocupada por los continuos recortes y limpiezas del sistema. No quiero pensar mal, pero tal vez la alevosía con que el súper comando se cargó al que se le ocurrió robar a pistola limpia la sucursal del OTP de Széna Tér el pasado viernes 4, tiene que ver con que no salgan más trapitos sucios al sol.

El caso es que a la manada rapera húngara, a quien más y a quien menos, le encanta insultar y hacerse el pistolero. ¡Son unos pajeros! Literalmente es una práctica de lo más onanista, o para ser más finos, una forma de sublimar los instintos asesinos. “En seguida la pak-pak-pak que tengo en la mano va a empezar a putear, los va a dejar a todos blancos como la nieve, viejo, ya estoy escuchando el Boom en la cabeza, de la 45. ¡Muerto o colega!”

Buscar en el ambiente del hip-hop referencias explícitas a las armas no fue una tarea complicada, incluso para alguien como yo, con conocimientos muy limitados del húngaro. En vivo, adivinar de qué hablan es más difícil, por eso fue conveniente conseguir algunas letras vía internet y buscar palabras claves como armas, bala, pistola y demás. Igual, en directo hay muchas evidencias a esta clara apología de la munición, por ejemplo sonidos de disparos en las canciones o fotos con el cantante esgrimiendo una pistola con aire de chulería, sobre todo con el brazo estirado hacia delante y la pistola en horizontal. Se ve que eso es muy “cool”.

Como ejemplos redondos de estos papanatas del hip-hop es de mérito nombrar a Goz, Killers y Northside Company. Son unos jovencitos con problemas que mezclan en sus canciones la estética de la pistola, ruidos de tiros y constantes menciones a un lejano gueto.

Este género del hip-hop en el ambiente se llama “fake”, por falso. Los entendidos, los que se reúnen por ejemplo los jueves en el Kultiplex a darle al micro, explican, clasificando todo el ámbito cultural del hip-hop con términos en inglés, cómo no, que son falsos porque no son originales y no hablan en sus letras de la vida que conocen, sino que copian una bien lejana. Como dicen “Estos niñatos en la vida no han tenido una pistola en las manos.”

Fuera de los grupos más juveniles, el exponente del hip-hop, y del fake en particular, en Hungría, es sin lugar a dudas Ganxsta Zolee. Se trata de un pureta de unos 40 años, de familia de actores mediocres, que además de participar en algunas películas y series de segundo orden tiene un grupo de rap. Ahora el grupo se llama “Ganxsta Zolee és a Kartel”. Según mi definición anterior cuadra en la categoría de blanquito arrepentido con estética de guerrillero colombiano, de ahí lo de cartel y las múltiples referencias a la merca.

La última vez que lo vi fue en el Tacuba del distrito XVII, cerca de donde Dios perdió el poncho. Llegar fue toda una aventura, de la que me enorgullezco como un niño pequeño que dejan viajar solo en bus hasta la escuela. Hay que seguir, para mantener la línea gringa, recto-recto el recorrido del autobús 61, que suena como la famosa autopista pero con más pozos y menos señalizaciones.

El lugar no podía haber sido más fake. Distaba años luz de lo que podría ser un antro de resistencia urbana. Era un restaurante, en un pequeño polígono industrial, muy pijo. Nada más llegar, como en casa, me encontré con Ganxsta que cenaba en la barra tan contento. Era como un payaso. Era el raro, el que iba vestido de guerrillero con pelo largo, barba y lleno de tatuajes. Igual que su coleguita de grupo. Eran un moco pegado en el cristal de un Polo impecable de una rubia tonta.

En el stage las cosas no cambiaron. El público seguía siendo pijorro y la música que antecedió al concierto era sobre todo disco. El grupo lo componen 4 maduritos que cantan en plan chicos malos del gueto y 4 péndex que hacen de la banda, con un sintetizador, una bata, una guitarra y un bajo. Estos chicos podrían tocar en cualquier lugar, no son patrimonio del rap ni mucho menos. Son estrellas suaves de juegos de música electrónica y fiestas de pueblo.

Con todo la gente, para mi sorpresa, lo vio y se meneó encantada, claro, sin hacer ningún escándalo, todo muy sobrio y contemplativo. El tío es ante todo un famoso y más de uno se sabía las letras. No se trata de un personaje de los bajos fondos. Recuerdo que el primer comentario sobre Ganxsta me lo hizo Krisztian el año pasado. Krisztian estudia en una escuela privada y ahora debe estar en quinto de primaria. El caso es que no hay nadie que no lo conozca.

Pero sí hubo sorpresa, no solo porque como los demás yo también la pasé bien, ¿para qué mentir? sino porque, poco a poco, la música fue dejando ese tono rapero cuadrado y se fue perdiendo en un ritmo futbolero y casi punk, muy a tono con las bandas argentas que alguna vez bailé. No es casual. Ganxsta declara en cuanta ocasión tiene ser amante del fútbol argentino y sí, ahí estaban más de uno enfundado en la camiseta celeste y blanca de la selección. Tiene incluso un cd que se llama Argentin Tangó.

En un momento dado salieron de la primera línea las 6 chicas bonitas que movían el culo tarareando las canciones y entró la brava del Kartel. Ahí empezaron los saltos, las manos alzadas en plan Bombonera y el pogo. La apoteosis fue cuando el mismo Zolee se puso a poguear desaforado. Fue una alegría total y ahí empezó a desmoronarse mi hipótesis. ¿Quién se ríe de quién?

Y en el aire ya enrarecido por el humo y el sudor, la peña no paraba de saltar frente y sobre el escenario y a agitar los brazos rítmicamente en alto, haciendo con la mano una pistola y gritando: “Y al pedo, hermano, te pones a sacarte los piojos de encima, porque siempre, una y otra vez, va a venir alguien que te va a encontrar y...“¡Boom en la cabeza! ¡Boom en la cabeza! ¡Boom en la cabeza!”.

Nota:
Entre comillas parte de “Boom en la cabeza” de Ganxsta Zolee és a Kartel.

Con permiso para matar

por Kléber Mantilla

El Banco OTP ubicado en la esquina Széna, a una cuadra de la Plaza Moscú, una de las principales de Budapest, fue torpemente casi asaltado por un hombre que portaba dos pistolas de mano. Este aficionado a las armas secuestró tres rehenes y vivió un par de horas más hasta que la Policía lo eliminó en un operativo cinematográfico.

Pese a que paralizó la ciudad por unas horas, su historia quedó registrada como una mala copia del video de Cho Seung Hui, el estudiante coreano, que 19 días antes había disparado a un centenar de estudiantes y profesores, asesinando a tiros a 33. Hecho ocurrido dentro de la Universidad de Virginia Tech, en los Estados Unidos.

Historias paralelas: sueños tenebrosos y un final de muerte. Sin embargo, viene otra vez la pregunta que acaba con la tinta de los periódicos: ¿Por qué es tan fácil comprar armas y más aún para desequilibrados mentales? En Virginia y en Budapest fueron armas de mano.

Hablamos de estados liberales, con respecto a las armas, porque cualquiera las puede adquirir y el chequeo sobre la persona que las adquiere es muy limitado. Cho compró una pistola Walter calibre 22, usada para prácticas de tiro, municiones y una pistola semiautomática Glock 19, que dispara cinco balas de golpe. Todo con su tarjeta de crédito, en una tienda frente de la Universidad.

La globalización cambió el comercio de las armas pero también su uso. Las empresas fabricantes de armas, obtienen los componentes para esas armas en muchas partes del mundo y, para ello, requieren también de mensajes promocionales como cualquier otro negocio pero con distintas magnitudes y direcciones.

“Muchas veces –la industria armamentista- monta sus productos en países donde los controles sobre el destino final de éstos son poco estrictos. Así, muy fácilmente, las armas van a parar a manos de quien no debería tenerlas”, relata un documento titulado “Armas Bajo Control” de Amnistía Internacional.

La carrera armamentista implica varios aspectos: los artefactos nucleares, las armas convencionales y espaciales, pero además la parte promocional y de difusión, que no se incluye en el presupuesto actual que bordea el billón de dólares. Los mayores compradores y usuarios de armas son los países más pobres del planeta.

Y no queda ahí. Por decir, hace pocos días, al estado Húngaro ya no le interesó ni vender, sino regalar armas, pues todo un cargamento bélico caduco y de utilidad obsoleta fue donado a Afganistán. Es decir ahora muchos gobiernos buscan países que sirvan como arsenales o más bien como basureros de armas para reubicarlas. Las autoridades húngaras confirmaron que resulta más barato y efectivo regalar toneladas de material bélico antiguo, que intentar destruirlo localmente. Incluso afirmaron que es demasiado costoso tratar de mantenerlo. Mucho más riesgoso si mencionamos armas nucleares.

Cabe un ejemplo. Un informe de la Fundación Legal de los Estados Occidentales, organización dedicada al desarme, indica que los gastos en armas nucleares de Estados Unidos aumentaron en un 84% desde 1995, hasta alcanzar una cifra de 40.000 millones de dólares. Con ese dinero se mantienen unos 10.000 misiles nucleares, 2.000 de los cuales se encuentran en estado de máxima alerta.

Es que desde el ataque a Hiroshima y Nagasaki en 1945, la producción de la industria armamentista mucho ha cambiado. Ya no se trata de simples razones militares estratégicas como en aquellos tiempos, sino que ahora se impulsa a través de intereses comerciales y propagandísticos de multinacionales, cuyo centro de operación es el Complejo Militar Industrial Norteamericano.

Según Amnistía Internacional, cada año, las armas convencionales matan 300 mil personas, y muchas más mueren, son heridas, sufren abusos, desplazamientos forzados, y lo pierden todo como resultado de la violencia armada. No obstante, el gasto militar global de solo un año supera los 834.000 millones de euros, mucho más que las cifras de toda la Guerra Fría, quince veces más de lo que se gasta actualmente en ayuda internacional. En cuatro años, 100 empresas de armas incrementaron sus ventas en un 70%.

El informe “Project on Government Oversight” (POGO, Proyecto de Supervisión Gubernamental), un grupo que vigila el gasto militar, indica que entre enero de 1997 y mayo de 2004, sólo 20 grandes proveedores recibieron más del 40% de los contratos armamentistas del gobierno estadounidense. “Los 34 principales directores de estas empresas ganaron 1.000 millones de dólares desde los atentados del famoso 11 de septiembre en Nueva York. Los consorcios beneficiarios son Lockheed Martin, la gigante aeroespacial Boeing, Northrop Grumman, contratista de la Fuerza Aérea, Raytheon, y General Dynamics. Además, son firmas con contratos en temas de producción nuclear y viajes espaciales, así como con el área de satélites y misiles.

Las bombas de Hiroshima y Nagasaki no fueron solo para buscar la rendición de Japón, sino también para iniciar la carrera armamentista mundial y aumentar las ganancias de las corporaciones del Complejo Militar Industrial, las mismas que financiaron ese proyecto de bombardeo. Por ejemplo, la firma Boeing fabricó los bombarderos que transportaron las bombas atómicas a Japón en 1946.

En realidad son nueve los países que tienen arsenales nucleares, pero sólo cinco: Estados Unidos, Rusia, Francia, China y Gran Bretaña, tienen aprobación de la ONU. Sin embargo, la economía de Rusia y EEUU depende del armamentismo, que juntos suman el 95% del arsenal nuclear mundial, que destruirá el planeta Tierra en cien veces, con gran parte del Universo.

Pero, ¿cuál es el papel de los países miembros de la Unión Europea como Hungría? Pues proteger sus propias carreras armamentistas o, de ser el caso, sus arsenales nucleares, pero de acuerdo a la potencia locomotora estadounidense.

Hungría es miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), conjunto de países que tienen en su territorio misiles nucleares estadounidenses y que votaron a favor de una resolución de la ONU para la “reducción de armas nucleares no estratégicas”.

Peter Rudolf, en el diario alemán Aussen-Politik, sobre la expansión de la OTAN, dice que se produce porque responde al interés de Estados Unidos en perpetuarse como potencia en Europa, y no al deseo de “neocontención” de Rusia, supuesta razón original. Sería simplemente una ampliación de la política estadounidense de “hegemonía benigna”.

Por un lado, muchos otros países del tercer mundo hacen gastos excesivos en materia armamentista: Pakistán e Irak han tenido presupuestos militares que duplican su gasto social. Y por otro, la ONU busca evitar el enorme flujo de armas ilegales, que proviene de los excedentes de Europa Oriental y de la ex-URSS, donde se habían establecido fábricas de armamento en la era soviética. Pero Washington bloqueó cualquier resolución internacional al respecto, pues para “los gringos” se infringiría el supuesto derecho del individuo a portar armas para su defensa, un principio apoyado por poderosos intereses dentro de EEUU.

El analista Roberto Palmitesta, dice que los mercaderes de armas o “perros de la guerra”, ganan en el mundo que rinde culto a la violencia. “Aún en tiempos de paz, como se refleja en las numerosas secuencias violentas que aparecen diariamente en la televisión, llenas de batallas, tiros, explosiones y peleas, en programas financiados por gente convencida que se requieren cintas de acción para conservar o aumentar la sintonía de un canal. No es extraño, pues, que exista una mentalidad guerrera y los jóvenes de todo el mundo gusten cada vez más de la violencia, en todas sus formas”.

Cifras de la industria para matar

- El valor de las exportaciones autorizadas de armas es de 21.000 millones de dólares al año.
- Hay 639 millones de armas ligeras en el mundo, una por cada 10 personas, fabricadas por más de 1.000 empresas en al menos 98 países.
- Cada año se fabrican 8 millones de armas y 16.000 millones de municiones, más de dos balas por cada hombre, mujer y niño del planeta.
- Casi el 60% de las armas ligeras está en manos de civiles.
- Se calcula que entre el 80 y el 90% de todas las armas ligeras ilegales provienen originalmente de transacciones aprobadas por los EEUU.
- La proliferación descontrolada y el abuso de las armas se cobran un precio gigantesco en términos de vidas humanas.
- Cada año más de 500.000 personas mueren por el disparo de un arma convencional: una persona por minuto.
- En la Primera Guerra Mundial, el 14% de las víctimas eran civiles. En la Segunda Guerra Mundial, esta cifra ascendió al 67%. En algunos de los conflictos que se libran hoy en día, la cifra es aún mayor.
- 300.000 niños soldados participan en conflictos armados.
- La tortura y los malos tratos a manos de funcionarios del Estado -en su gran mayoría, policías armados- fue una práctica constante en más de 70 países entre 1997 y 2000.
- En los conflictos armados se viola a mujeres y niñas a punta de pistola: 15.700 en Ruanda y 25.000 en Croacia y Bosnia.
- La proliferación y el abuso de las armas destruyen los medios de vida de las personas e impiden que los países salgan de la pobreza.
- Un tercio de los países del mundo invierten más recursos en las fuerzas armadas que en los servicios de salud.
- Cada año, los países de África, Asia, Oriente Medio y América Latina invierten un promedio de 22.000 millones de dólares en armas. La mitad de esta suma permitiría que todos los niños y niñas de estas regiones recibieran educación primaria.
- El gasto de El Salvador en servicios de salud para tratar los efectos de la violencia equivale a más del 4% de su producto nacional bruto.
- En África, las pérdidas económicas causadas por las guerras suman unos 15.000 millones de dólares anuales.
- El gasto total de defensa en Pakistán constituye un tercio de su producto nacional bruto, o la mitad, si se incluye el pago de deudas relacionadas con las armas.

Fuentes:
Amnistía Internacional y Oxfam