sábado, diciembre 23, 2006

¡Chócala otra vez! Festejemos la locura navideña

Para los que han venido a Hungría, desde algún país estadísticamente más rico, hay una pregunta insistente, de respuesta poco convincente. ¿Tú qué haces aquí? Miran desconfiando, sin llegársela a creer. En realidad no es tan complicado. Estos extranjeros no suman a las estadísticas de locos, borrachos o suicidas que caracterizan a una peligrosa parte de la población. Más bien ocupan sectores medianamente acomodados y pueden incluso abusar del buen nombre y prestigio de todo lo venido del antiguo y mítico “Occidente”. Pueden mirar la pobreza física y mental que se columpia en la ciudad con aire bohemio y hasta poético.Total, siempre les queda París, Berlín, Londres o Barcelona.

En fiestas las contradicciones se disparan todavía más. La locura se agita, los borrachos cantan a gritos “Feliz Navidad” en la parada del tranvía y el que nunca pensó en el suicidio mira con cariño las vías del metro.

Después de Hanuka y Navidad la mayoría nos volveremos a encontrar con aquellos que dejamos días atrás, nosotros mismos pero menos borrachos, con una chispa de locura siempre encendida y sobre todo vivos.

Espero que disfrutéis con esta colección de artículos de “¡Chócala otra vez! Festejemos la locura navideña ” y que os animéis, quienes viváis o hayáis vivido en Hungría a escribir en las próximas ediciones. Solo tenéis que enviarnos un e-mail y os contestaremos a la brevedad indicándoos formato y tema.

A las hostias en Kosovo y a las hostias en casa

por Sebastián Santos

Las Fuerzas Armadas Húngaras llevan 10 años en constantes cambios y reestructuraciones, intentando conjugar la optimización de recursos y la consolidación del reciente ejército profesional. Si bien esto representa un trauma para buena parte del personal de Defensa, que ve su situación laboral siempre pendiente de un hilo, en términos absolutos la partida ministerial no va a la baja sino al contrario, aumenta.

Digamos, que de momento con cierta habilidad, el gobierno logra un beneficioso y equidistante equilibrio como aliado europeo y estadounidense. Por un lado buena parte de los fondos de cohesión europeos se orientan a la mejora de las fronteras de la Unión; por otro, su mantenida fidelidad para con Bush le asegura una plataforma económica y tecnológica de cuidado.

Pero los aumentos no se reflejan en número de personas. Desde los anunciados planes camino hacia Schengen ya se han perdido unos 5000 puestos de trabajo, mediante la modalidad de despidos o jubilaciones anticipadas para las personas con por lo menos 25 años de antigüedad. Los recortes se realizan en base a la lógica del mejor uso de los recursos y la especialización y privatización de parte del aparato militar. En este marco, uno de los sectores más castigados es el de la salud. El Ministerio se desprende de una importante parte del personal sanitario, sobre todo de los de grado medio y bajo; y de los institutos asociados. Las explicaciones se esgrimen desde dos concepciones diferentes y complementarias: en cuanto a la salud física de los soldados, la de la privatización del sistema sanitario en general; y en lo que a la salud psíquica se refiere optan por minimizar su importancia y quitarle publicidad a los casos que podrían levantar escándalos. A modo de ejemplo comentar que para el próximo marzo se espera el cierre de la Red para la Detección y Prevención de Crisis, asociada al Ministerio de Defensa.

El esquema general de la organización de la salud en el ministerio se divide en tres grandes bloques: el de análisis del terreno, que se ocupa de examinar el estado del suelo y el aire en los lugares en el extranjero donde irán las misiones húngaras; el de acceso al cuerpo; y el del control médico periódico. En los exámenes de acceso al cuerpo participan tres departamentos: el de rendimiento físico, el de control médico y el psicológico, que se ocupa de diagnosticar el ICQ, el nivel de atención y los tipos de reacción del individuo.

En cuanto a los de control, una vez en activo, hay varios departamentos, dentro de los cuales se encuentra el de Salud Mental. La atención se dispensa en los propios cuarteles; en dependencias especiales; en el Departamento de Psicología del Hospital Militar, en casos graves; y alguna vez ha habido psicólogos en alguna misión, como en Kosovo o Irak.

La actual Red para la Detección y Prevención de Crisis, que he mencionado anteriormente, es un grupo multidisciplinario, que si bien no depende directamente de Defensa, sí presta servicio a su personal. En ella participan médicos, psicólogos, asistentes sociales e incluso curas. Para todo servicio solo hay dos psicólogas, una de las cuales trabaja con psicología simbólica y la otra con psicología individual, de la escuela de Alfred Adler. Ellas, además de participar en la Red, se ocupan del tratamiento terapéutico individual que suele ser de entre 5 y 20 sesiones de 50 minutos cada una.

Los problemas principales con los cuales trabajan son drogas ilegales, alcohol y tabaco. El caso de las drogas es algo diferente al resto desde que se ha eliminado el servicio militar obligatorio. Ahora la tolerancia es “cero”, con lo cual el trabajo de prevención es mínimo y la detección del consumo de drogas implica automáticamente el despido del cuerpo.

En los últimos tiempos se ha puesto hincapié en el tema del tabaco y para ello se organizan cursos para dejar de fumar donde se combinan los parches de nicotina con terapias basadas en el cambio de hábitos y comportamiento. Los resultados en el corto plazo son muy positivos. Después de 3 meses de trabajo más del 50% deja de fumar. Un libro de referencia es el reciente “¿Hay vida después de fumar?”, de Gyöngyvér Kugler, editado por el propio Ministerio de Defensa.

Otra terapia grupal, en activo, es la de reintegración de los soldados a su regreso de las misiones. Actualmente hay unos 1000 soldados fuera de Hungría, en Afganistán, Irak, Kosovo, Bosnia, Macedonia, Chipre y Egipto, en la península de Sinaí. Y, como es natural en el gremio, suelen padecer el sabido síndrome de desorden de estrés post traumático (PTSD). Las misiones suelen durar unos 6 meses y en algunas ocasiones 1 año, como en el caso del Sinaí. El regreso no suele ser fácil, tanto al cuartel como a su propia familia. Las separaciones son cosa común.

El curso se realiza después de una o dos semanas de haber vuelto a Hungría. Lamentablemente solo dura 10 horas durante todo un día. Ya que las crisis, de producirse, no suelen aparecer antes de los dos o tres meses, el curso básicamente intenta explicar o concienciar al soldado de los síntomas que puede llegar a padecer más adelante.

En resumen, los soldados, fruto de las guerras o de la inestabilidad laboral, presentan cuando toca, en su mayoría, dos cuadros opuestos: depresión, caracterizada por el desgano, el aislamiento y la apatía; y estrés, donde últimamente se han puesto muy de moda los ataques de pánico.

Por otra parte comparten el mal estado general de salud de toda la población húngara. Hungría es el primer país europeo en enfermedades cardiovasculares, el tercero en suicidios y uno de los primeros en cáncer, alcoholismo y tabaco. En este último los soldados superan en un 7% la media nacional. Y en conjunto, comparando con otros países europeos, la esperanza de vida es bastante baja: 67 años para los hombres y 70 para las mujeres.

Probablemente la reducción de profesionales de psicología en las Fuerzas Armadas mejorará las cuentas de Defensa, pero sin lugar a dudas dejará a los soldados en manos de los antidepresivos, por sugerir una solución rápida y al alcance de todos, prometiéndonos individuos adictos y si cabe, aún más violentos e impredecibles.

En cuanto a los psicólogos que en primavera se queden en la calle, como tantos otros profesionales que trabajan en el sector público, también tienen su consulta privada que en este caso puntual representa una cierta tranquilidad en lo económico. Yo he tenido el placer y la oportunidad de visitar a G. Kugler, quien además de terapias particulares se ocupa de hacer informes para peritajes judiciales, sobre todo en casos de divorcio y en lo relativo a la custodia de los hijos. Kugler es una de las pocas especialistas en Hungría en violencia familiar y de género.

Fuentes:

Ministerio de Defensa Gyöngyvér Kugler, 2006. “Van-e élet a dohányzás után?”. Budapest, Honvédelmi Minisztérium

Otra copa antes de irnos

por Gastón Dirk

Para la mayoría de los españoles, los países como Hungría, o los que en general se conoce como los países “donde hace un frío que te cagas”, suelen estar en Europa Central o Escandinavia y ser zonas de elevado consumo de alcohol. Arquetipos y creencias populares hacen de estos países los modelos idóneos de los grandes consumidores de alcohol.

Es el tercer invierno que paso en Hungría y mi amor por estas tierras va en aumento, al igual que mi amor por la bebida, aunque el “palinka” local no esté entre mis preferidas.

Es interesante investigar las raíces del alcoholismo, indagar en él, pero se debe tener claro que de llegar a alguna conclusión, esta no será más que una hipótesis, porque esta enfermedad viene dada por una serie de circunstancias demasiado amplia, como para inclinarse por una de ellas.

Para situarnos voy a empezar por enumerar una serie de estadísticas, que he estado recopilando, sobre el alcoholismo de los “magyares”. Se consume de 40 a 50 litros de vino por año por persona y 110 de cerveza. En varias regiones del país, se gasta de un 40 a un 60 % del sueldo en alcohol. Aproximadamente son 800.000 los alcohólicos registrados en Hungría y más de 7.000 personas mueren al año por cirrosis. A juzgar por estas estadísticas podemos decir que es un país en el que el nivel de alcoholismo es elevado.

Yo, como cronista de los abismos, y como artista decadente, conozco los ambientes bohemios de la capital. He visitado los “kocsma” (bares de mala muerte) mas degradantes, donde una capa densa de humo invade el lugar y los alcohólicos están a punto de enzarzarse en peleas con lanzamiento de taburete incluido. Y aunque he crecido y viajado por buena parte de España, diría que aquí son muchos más frecuentes, o al menos proporcionalmente, tomando en cuenta extensión y población.

En los países nórdicos, con una larga tradición en el tema, dicen que el alcoholismo y más allá el suicidio, tienen que ver con los divorcios y con el frío. Aquí es el frío: el cielo constantemente gris, la sensación de que en el aire algo no va bien, la oscuridad entristecedora. Y aunque sea una consideración algo poética seguro que el frío y toda su metáfora, conduce a la depresión y de la depresión al alcohol todos sabemos que hay solo un paso.

He estado toda la noche en vela tratando de desmarañar los secretos del alcohol. Y aunque suene contradictorio me la he pasado bebiendo, inspirándome en cada trago, pero nadie podrá acusarme de no involucrarme en mis escritos.

Hace apenas unos momentos, ahora son las 8:30 de la mañana, he bajado al clásico “supermercado de la esquina” y he podido recopilar mas información para el artículo. He observado que los clientes de género masculino que se encontraban comprando, recién levantados y todavía con legañas en los ojos, no llevaban mas que latas de cerveza o botellines de alcohol duro en la cestita de la compra. El alcohol parece estar al primer orden del día, mucho mas que en otros países que he visitado anteriormente.

Siempre me gusta darle un toque cultural a todo lo que escribo, un toque literario, me parece que hace el texto mas ameno. Así que mencionaré al gran Charles Bukowski (uno de los escritores que leo en exceso y estudio a fondo), un oso, un bebedor nato. Nadie podría aguantar como este hombre aguantó. Budapest me recuerda a él. Los bares sucios, los ambientes de suburbio, la estética gris, los alcohólicos empedernidos que vagan por las calles en busca de la próxima gota de elixir etílico revitalizante. Esta ciudad destila bohemia, nunca mejor dicho.

Otra de las razones obvias que causan el alcoholismo y específicamente aquí, en Hungría, son los problemas sociales. En Finlandia o en Noruega, como ya he dicho antes, consumen cantidades mastodónticas de alcohol. El clima es horrible y la tasa de suicidio muy alta, pero también son conocidos como unos de los países con el mejor nivel de vida del mundo, lo cual parece irónico. Pero en Hungría, los sueldos del trabajador corriente y especialmente los relacionados con los trabajos físicos, como por ejemplo un peón de la construcción, no bastan para mantener una familia. Los problemas que de ahí se derivan son asfixiantes. Y esto lleva al alcoholismo en muchos casos. Se puede observar que los trabajadores “duros” beben mucho más que los “hombres de negocios”, incluyendo a los administrativos y demás trabajadores de cuello blanco.

El alcoholismo en Hungría es un tema difícil, pero a la vez lógico y comprensible. Y si cayeron los grandes bajo su dictadura, como Hemingway, Céline, Poe o Bukowski, ¿qué nos espera a los de a pie?

A los 50 años, Charles tuvo que ir al hospital por serios problemas de hígado a causa del alcohol y el médico le dijo que si volvía a beber, lo más probable era que muriese. Charles, al salir del hospital, lo primero que hizo fue entrar en el bar mas próximo y pedir una cerveza.

Ahora, la última copa antes de que cierren.

Nos vemos en los bares.

Un paso al más allá

por Kléber Mantilla

Al pasar cualquier tarde por el Puente Libertad de Budapest, después de una jornada de trabajo, no es raro que el tráfico esté detenido porque alguien esté encima gritando que se quiere matar. Luego llegan los bomberos y la policía para rescatar al suicida que suele arrepentirse cuando constata una gruesa muchedumbre de curiosos y fotógrafos a sus pies, que apuestan al "si se lanza o no".

¿Un problema de salud pública? ¿Un oleaje de depresión por temporada? ¿Una nostálgica tradición magiar de actuar bajo la depresión? Tal vez, de todas maneras, históricamente, el país que más suicidios registra en el mundo es Hungría, donde está la región de Kiskunhalas, la más vulnerable del mundo para que sus habitantes atenten contra su propia vida.

Las razones son difusas: el extenso período de frío en invierno, el cambio de sistema económico, el alcoholismo de las zonas rurales, la falta de servicios de apoyo psicológico, entre otras. Sin embargo, el concepto del suicidio magiar es profundo. Tan antiguo y debatible como cualquiera de sus encrucijadas y leyendas urbanas. Muchos aún se preguntan si una tonada triste y un puñado de palabras pueden ser la causa de un suicidio masivo. ¿Cómo es posible que después de escuchar la misma canción se hayan suicidado más de cien personas y otras tantas intentaran hacerlo?

Se cuenta que el húngaro Rezső Seress, después de una decepción amorosa, en 1933, escribió una canción que tituló “Szomorú Vasárnap” -Domingo Sombrío-. La chica responsable de su pena, al escuchar la tonada volvió a sus brazos y una semana antes de su boda, planificada para un domingo, se suicidó con un papel en su mano, donde se leían esas dos palabras. Después la canción fue traducida al inglés –Gloomy Day- y habría provocado una hilera de muertos melancólicos que no resistieron la “crueldad de vivir”. Finalmente, se dice que las autoridades prohibieron la canción porque fomentaba al suicidio.

Pero al dejar a un lado el mito, sorprende constatar que la realidad de esta zona de Europa no es diferente, pues el número de muertes por suicidio en la actualidad supera al de muertos en accidentes de tránsito y es la primera causa de muerte violenta, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta entidad asegura que en el mundo existen un millón de suicidas por año y para el 2020 el promedio será de 1,5 millones. Los suicidios superan la cifra de muertes por homicidios y por guerras. Y, las tasas más altas están en Europa del este, mientras las más bajas están en América Latina, los países musulmanes y unos cuantos países asiáticos.

Más allá de un debate sociológico o médico, también existe una implícita tarea intelectual y epistemológica para ampliar las razones del suicida magiar. La dicotomía entre la vida y la muerte, la forma de morir, la muerte súbita, sin dolor y el paso del sueño a un estado de inercia. El suicidio está enlazado con la humanidad y sus costumbres. Por decir, los mayas, alababan a Ixtab, la diosa del suicidio, y los japoneses practicaban el “harakiri” como un honor de guerra. En cambio, los húngaros solo lo desarrollaron, después de perder dos guerras mundiales y la mitad de su territorio cercenado. Al mismo tiempo que se cultivó un modelo Estatal que muchos lo denominaron „jaula de hierro” se desató la amargura social. Luego se incrementó con la incertidumbre del cambio de modelo socioeconómico de la década del 90.

¿Una enfermedad del industrialismo? Sin duda, pero también un mal por resolver para sociólogos, sicólogos, psiquiatras, antropólogos y demógrafos. En el libro “El suicidio” del francés, Emile Durkheim se afirma que se trata simplemente de un hecho social. Nunca se trata de algo individual o psicológico disperso. El teórico explica que “esta enfermedad” mental o acto de eliminación vital es una consecuencia de procesos sociales crueles, como guerras o depresiones económicas. Asegura que “la tasa de suicidios es diferente de unos países y de unas comunidades a otras. Por ejemplo, en las sociedades católicas había menos suicidios que en las sociedades protestantes (...) la tasa de suicidios depende más del tipo de sociedad en la que se producen que de las circunstancias psicológicas de los individuos”. Asimismo, otro teórico Max Weber plantea que ocurre en sociedades con perdidas “existenciales” y con desencanto por el mundo y con depresión.

De su lado, el austríaco Thomas Berhard sostiene que los Alpes son la “región con más suicidios del mundo”. En una novela titulada Frost –Helada-, describe el clima de la región y dice que todos acaban sintiéndolo. “No sólo el frío físico, sino una sensación interior que nunca abandona, hasta que te lleva a la pérdida de la razón. Y de ahí, inevitablemente, al suicidio”.

La OMS confirma que por cada suicidio se producen entre 10 y 20 intentos fallidos, que causan lesiones, hospitalizaciones y traumas emocionales y mentales. Y se produce no solo por el clima sino que se suman factores como “el desempleo, la pérdida de seres queridos, una discusión, la ruptura de relaciones y problemas jurídicos o laborales, antecedentes familiares de suicidio, abuso del alcohol y estupefacientes, maltratos en la infancia, aislamiento social y determinados trastornos mentales, como la depresión y la esquizofrenia”.

Al parecer es más difícil conducir la propia vida que un auto. En la Unión Europea se registraron en un año 58 mil suicidios contra 50.700 muertos por accidentes de tránsito. El experto Markos Kyprianou, confirma que “las enfermedades mentales son el asesino invisible de Europa”. Un asesino que habita en el alma pero que se reproduce pronto en el aislamiento social. De hecho, un frustrado suicida lo volverá a intentar en el Puente Libertad o en cualquier otro sitio. Como un salto al vacío. Como un paso al más allá.

Fuentes:

Asinorum

Vencer a la vida

por Timea Radó

Se va acercando la Navidad, el tiempo de estar con nuestra familia y nuestros seres queridos, es decir, la fiesta del amor. Pero, según las estadísticas, es el período cuando suceden un gran porcentaje del total de suicidios de nuestro país. Probablemente tanta Navidad por todas partes hagan recordar a algunos que no tienen familia o no tienen amor, y por eso, eligen la muerte en vez de la vida.

Lamentablemente el suicidio es un gran problema. La causa más frecuente es la depresión y sobre todo afecta a los hombres. Se suicidan cuatro veces más que las mujeres. Estar solo, sufrir demasiado estrés, fracasar en la carrera o en la vida privada, pueden causar esta enfermedad, porque sin lugar a dudas, la depresión es una enfermedad. Una enfermedad que se puede curar, si se trata, pero mucha gente no se da cuenta de su problema hasta que es demasiado tarde, hasta que la sucesión de desgracias los llevan a intentos de suicidio o al suicidio mismo.

Por suerte, y según unas nuevas estadísticas, en Hungría, el número de suicidios va decreciendo en los últimos años. Desde el año 1985 ha bajado un 30%. Pero, aunque la tendencia es satisfactoria, todavía estamos entre los países con uno de los índices más altos. En 2001, en Hungría, de cada 100 000 habitantes 29 se suicidó. Deberíamos acercarnos a la media de salud internacional que rondaría los 10, aunque nos alejamos, paulatinamente, de aquellos 40 de los países líderes del sector del suicidio.

Es muy difícil imaginar, para la mayoría de nosotros, las causas que pueden conducir a uno a matarse. Naturalmente, todo el mundo tiene problemas, muchas veces bastante graves, pero la fe en la vida y la fe en nosotros mismos y la familia o amigos nos ayudan vencerlos. Quien elige la muerte, ha perdido la confianza en sí mismo y en los demás. Probablemente la pérdida creciente de objetivos los transforma en seres solitarios y obsesivos, a veces difíciles de percibir. Hay gente que parece tenerlo todo: un montón de amigos, dinero y acceso a todas las riquezas materiales, pero al final se suicidan y sale a la luz lo vacío de sus vidas.

Los sociólogos tienen una lista de los síntomas que nos permitirían detectar una persona propensa al suicidio. Hablan mucho de la muerte. Constantemente se declaran aburridas y buscan relacionarse, con ansiedad. A esto le llaman „el último grito”. Muchas veces a su alrededor no se dan cuenta de que él o ella ya lo está planificando, y por eso, nadie puede, ni se le ocurre, impedir la tragedia.

Existen muchísimos modos para matarse, no hace falta entrar en detalles. Pero por mencionar los modos "preferidos": se ahorcan, se llenan de pastillas o, en la capital, saltan delante del metro. Hay quienes lo hacen en casa o en público, de acuerdo al tipo de trauma que han ido acumulando. Los de los puentes, en general son otro tipo de enfermos, que quieren llamar la atención y se dejan estar hasta que llegen los bomberos a quitarlos. El objetivo no es matarse ni mucho menos. Gritan desde lo profundo: ¡Ayudadme!

Y en la gran felicidad de la Navidad, tenemos que pensar un poco en estos pobres, en los que no tienen nada por qué vivir. Y aunque no los podamos ayudar, seguramente nos ayuden a pensar un poco en nuestra vida y a valorar más lo que tenemos. Y tal vez, eso es la Navidad: revalorar nuestra vida. Con amor, todo va mejor.

Fuentes:

Depresszio.hu