por Timea Radó
Se va acercando la Navidad, el tiempo de estar con nuestra familia y nuestros seres queridos, es decir, la fiesta del amor. Pero, según las estadísticas, es el período cuando suceden un gran porcentaje del total de suicidios de nuestro país. Probablemente tanta Navidad por todas partes hagan recordar a algunos que no tienen familia o no tienen amor, y por eso, eligen la muerte en vez de la vida.
Lamentablemente el suicidio es un gran problema. La causa más frecuente es la depresión y sobre todo afecta a los hombres. Se suicidan cuatro veces más que las mujeres. Estar solo, sufrir demasiado estrés, fracasar en la carrera o en la vida privada, pueden causar esta enfermedad, porque sin lugar a dudas, la depresión es una enfermedad. Una enfermedad que se puede curar, si se trata, pero mucha gente no se da cuenta de su problema hasta que es demasiado tarde, hasta que la sucesión de desgracias los llevan a intentos de suicidio o al suicidio mismo.
Por suerte, y según unas nuevas estadísticas, en Hungría, el número de suicidios va decreciendo en los últimos años. Desde el año 1985 ha bajado un 30%. Pero, aunque la tendencia es satisfactoria, todavía estamos entre los países con uno de los índices más altos. En 2001, en Hungría, de cada 100 000 habitantes 29 se suicidó. Deberíamos acercarnos a la media de salud internacional que rondaría los 10, aunque nos alejamos, paulatinamente, de aquellos 40 de los países líderes del sector del suicidio.
Es muy difícil imaginar, para la mayoría de nosotros, las causas que pueden conducir a uno a matarse. Naturalmente, todo el mundo tiene problemas, muchas veces bastante graves, pero la fe en la vida y la fe en nosotros mismos y la familia o amigos nos ayudan vencerlos. Quien elige la muerte, ha perdido la confianza en sí mismo y en los demás. Probablemente la pérdida creciente de objetivos los transforma en seres solitarios y obsesivos, a veces difíciles de percibir. Hay gente que parece tenerlo todo: un montón de amigos, dinero y acceso a todas las riquezas materiales, pero al final se suicidan y sale a la luz lo vacío de sus vidas.
Los sociólogos tienen una lista de los síntomas que nos permitirían detectar una persona propensa al suicidio. Hablan mucho de la muerte. Constantemente se declaran aburridas y buscan relacionarse, con ansiedad. A esto le llaman „el último grito”. Muchas veces a su alrededor no se dan cuenta de que él o ella ya lo está planificando, y por eso, nadie puede, ni se le ocurre, impedir la tragedia.
Existen muchísimos modos para matarse, no hace falta entrar en detalles. Pero por mencionar los modos "preferidos": se ahorcan, se llenan de pastillas o, en la capital, saltan delante del metro. Hay quienes lo hacen en casa o en público, de acuerdo al tipo de trauma que han ido acumulando. Los de los puentes, en general son otro tipo de enfermos, que quieren llamar la atención y se dejan estar hasta que llegen los bomberos a quitarlos. El objetivo no es matarse ni mucho menos. Gritan desde lo profundo: ¡Ayudadme!
Y en la gran felicidad de la Navidad, tenemos que pensar un poco en estos pobres, en los que no tienen nada por qué vivir. Y aunque no los podamos ayudar, seguramente nos ayuden a pensar un poco en nuestra vida y a valorar más lo que tenemos. Y tal vez, eso es la Navidad: revalorar nuestra vida. Con amor, todo va mejor.
Fuentes:
No hay comentarios:
Publicar un comentario