domingo, noviembre 12, 2006

¡Bájala! o ven y tócala. Hungría le da la vuelta al folk

Hay una referencia reincidente en el mar de desconocimiento que rodea a Hungría, a sus magos y a sus duendes. Es la música. Cualquier rápida búsqueda en internet sobre Hungría nos va a llevar de cajón al mundo de la música y especialmente al de la etnomusicología, a las más interesantes técnicas de enseñanza musical y también seguramente daremos con algún luthier de prestigioso nombre y buen precio.

Sin lugar a dudas el folclore húngaro consolidado entre fines del XIX y principios del XX es todavía una etiqueta distintiva del país. Y no es difícil disfrutar de viejos ritmos zapeados por los más excelsos músicos.

Pero Hungría no es un museo de antigüedades. Budapest es una ciudad caliente y si así no se la imaginan los turistas antes de llegar, es simplemente por mala o conservadora publicidad institucional, que insiste en mantener los viejos tópicos. Fácilmente puedes perder la cabeza a orillas del Danubio, perdidamente embrujado, cautivado por una trompeta o por una hermosa mujer.

Aprovechando el boom de la fusión en todo el mundo los jóvenes húngaros no se han quedado atrás y revientan el escenario, poderosos, tecnológicos y siempre con la chapita húngara del renombrado folk. Y una vez encendida la mecha las variaciones son interminables, incluso diría que hasta originales, únicas.

La próxima vez que vengas a Budapest, evita los palacios y las termas y dedícate a la música. La cantidad de antros enterrados como búnkers, siempre encendidos y desparramados por toda la ciudad llega a hasta dar miedo. Valen la pena. Ven tócala, escúchala y báilala. Y sino puedes, pues bájala de internet.

Espero que disfrutéis con esta colección de artículos de “Bájala o ven y tócala. Hungría le da la vuelta al folk ” y que os animéis, quienes viváis o hayáis vivido en Hungría a escribir en las próximas ediciones. Solo tenéis que enviarnos un e-mail y os contestaremos a la brevedad indicándoos formato y tema.

Bartók: ¿la étnia del músico o el etnomúsico?

por Kléber Mantilla


Para seleccionar al mejor músico de la humanidad tendríamos que depurar el concepto de cultura universal, pues la música es fatalmente universal, y habría que volver a inventar la vida pero con música. El mejor músico sería un demiurgo detallista y ocioso que habría logrado describir la esencia de la vida con tonalidades y ritmos. O tal vez, quien habría vuelto a reinventar con arte ese conjunto de información y habilidades que explican la manera de ser de la gente. Pero, si la música es algo tan cercano a lo divino y la cultura tan diferente a la naturaleza, ¿por qué los músicos contemporáneos poco comparan e investigan los pueblos, antes de embarazar su musa?

El creador de la étnomúsica, el húngaro Béla Bartók, nos daría una respuesta: la cultura es una pluralidad muy diferente a la idea de naturaleza. Este compositor, pianista e investigador de la música folclórica de Europa del Este, los Balcanes, Turquía y de regiones no occidentales, estaba convencido que para hacer arte hay que estudiar la manera de comportarse del hombre.

Bartók nació en 1881 en un pequeño pueblito llamado El Gran San Nicolás (Nagyszentmiklós), que ahora se conoce como Sinnicolau, y pertenece a Rumanía. Perdió su padre a los siete años y su madre, Paula, trasladó la familia a Vinogradiv, ahora en Ucrania.

Cuando Checoslovaquia fue creada en 1918, Béla y su madre vivían con la frontera en el medio. Desde pequeño estudió y enseñó piano en Pozsony, -ahora es Bratislava- en Eslovaquia. Estudió piano con István Thoman y composición con János Koessler en la Real Academia de Música en Budapest (1907-1934). Cuando conoció a Richard Strauss se formaba como pianista y hacía giras por Europa. Pero cuando entró a la Academia logró estar en un sitio fijo y a la vez recoger más música folclórica. Ahí conoció a Zoltán Kodály y juntos investigaron la música folclórica de la región. Esto lo catapultó a la Academia de Ciencias (1934-1940).

Bartók mostró influencias de su compatriota Franz Liszt, del francés Claude Debussy, del compositor alemán Richard Strauss. Pero junto a Kodály descubrió las canciones folclóricas de los campesinos magiares, y realizó una adaptación de esas melodías a su propia música. Para esto escribió pequeñas piezas de piano con adaptaciones del folclore magiar. Y hacia 1905 Bartók se dio cuenta de que lo que se consideraba música popular húngara era en realidad música gitana reordenada según los criterios centroeuropeos. Con Kodály, Bartók también reunió y analizó de forma sistemática músicas pertenecientes al folclore de otros orígenes que recogió en una admirable obra de investigación. De esta colaboración surgieron 12 volúmenes que contienen 2700 partituras de origen magiar, 3500 magiar-rumanas y varios cientos de origen turco y del norte de África, incluso con registros sonoros. Así, desarrolló un estilo propio cargado de una gran fuerza y energía, con entornos melódicos inusuales y ritmos asimétricos y a contratiempo, típicos de la música folclórica de los Balcanes y de Hungría.

En 1903 escribió un largo trabajo orquestal, denominado Kossuth, el nombre del héroe de la revolución húngara de 1848. En 1909, se casó con Márta Ziegler y dos años después escribió su única ópera, El Castillo de Barbazul, con la cual concursó en el premio de la Comisión para las Bellas Artes Húngaras; pero no pudo interpretarla porque para ello debería haber borrado del programa el nombre del libretista, Béla Balázs, por sus ideas políticas. La ópera solo se estrenó en 1918.

La música de Bartók es cromática, las notas son contiguas a una dada, y con frecuencia muy contrapuntística, entretejiendo distintas líneas melódicas y sirviéndose de la disonancia. Le gustaba el uso de acordes por su sonoridad y era muy hábil para encontrar atmósferas y colores musicales, tanto en el piano como en la orquesta. Como gran pianista que fue, compuso varias piezas didácticas para el instrumento. Su obra Mikrokosmos Sz 107 (1935), formada por seis volúmenes, contiene 150 piezas para piano de dificultad progresiva y constituye un resumen de su evolución musical. Igual ocurre con sus 6 cuartetos para cuerda, considerados tan difíciles como los de Ludwig van Beethoven.

Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial concluyó sus viajes de recopilación de materiales musicales y volvió a la composición. Con alta calidad armónica y compleja estructura compuso dos sonatas para violín. Luego escribió su tercer y cuarto cuarteto de cuerdas en 1927. El Quinto Cuarteto lo realizó en 1934 y el sexto y último en 1939.

Bartók tuvo dos hijos Béla y Péter, uno con Márta y otro con una estudiante de piano, Ditta Pásztory. Para las lecciones de música de su segundo hijo compuso una colección de seis volúmenes de piezas de piano graduadas.

La Segunda Guerra Mundial fue una ventana abierta en su alcoba que le inspiró la narración de su propia historia en el piano, pero también fue la puerta de salida de Hungría. Primero envió sus manuscritos fuera del país, y luego en 1940, emigró por razones políticas a los Estados Unidos con Ditta. Péter Bartók llegó en 1942, y al poco tiempo se enroló en la Fuerza Naval.

La pasión de Bartók fue desbordante, pese a que fue un desconocido en Estados Unidos. Allá continuó sus investigaciones en la Universidad de Columbia y enseñó música en Nueva York, hasta que un tal Serge Koussevitsky le comisionó el famoso Concierto para Orquesta, el trabajo más popular de Bartók, que cubrió parcialmente su difícil situación económica. Luego compuso el Concierto para Piano no. 3, y su Concierto para Viola que quedó inconcluso y fue completado por su alumno Tibor Serly, después de su muerte por leucemia, en 1945. Fue enterrado en el Cementerio Ferncliff de Hartsdale, de Nueva York, pero en 1988, con la caída del comunismo en Hungría, sus restos fueron repatriados.

Sus obras

Ocho Danzas rumanas de Hungría (1915), para piano, (también orquestadas y transcritas para varios instrumentos); el Allegro bárbaro (1911), para piano; la ópera El castillo de Barbazul (1911); los ballets El príncipe de madera (1914-1916) y El mandarín maravilloso (1919); los 3 conciertos para piano y orquesta (1926,1931,1945); su Música para cuerda, percusión y celesta S 106 (1937) y el Concierto para orquesta (1943) que le encargó Serge Kusevitski.

También son notables su Concierto para violín y orquesta nº 2 S 119 (1938), la Música para dos pianos y percusión (1937) y su Concierto para viola, que quedó incompleto a su muerte y fue terminado por el violinista Tibor Serly.

Fuente:
Compositores Húngaros: Memorias.

La música en Hungría, entonces y hoy

por Timea Radó


Parece mentira, pero a pesar de su historia rica y única, la música en Hungría va tomando, a medida que pasan los años, un cierto carácter conformista. Naturalmente, esta tendencia es casi normal, y hay que admitir también que en la música moderna húngara todavía se pueden encontrar las huellas de la música tradicional.

Ahí mantenemos el recuerdo del meneo de los tiempos en que el famoso Béla Bartók (1881-1945) coleccionaba música folclórica. Registraba las canciones que no estaban escritas, melodías que la gente había conservado boca a boca. No es raro que de Bartók se diga que ha sido el personaje más importante en la historia de la música húngara.

Ahora existen varios cantantes y grupos que intentan unir los motivos clásicos y folclóricos con las tendencias modernas, cosa que no es muy simple, pero imprescindible para mantener la presencia del pasado. Y además, como hemos visto en el caso del grupo llamado ’NOX’, este tipo de música puede elegantemente representar a Hungría en eventos internacionales. Una de sus canciones fue la canción oficial del Campeonato Europeo de Natación.

Hoy en día la música, como elemento lúdico y fuente de diversión, es mucho más compleja y diversificada de lo que era antaño. Desde la revolución de la música en 1955, con el nacimiento de ’Rock Around The Clock’ de Bill Haley; y con esta canción, el nacimiento del rock&roll, el número de géneros musicales diferentes, sean populares o alternativos, es casi innumerable.

En Hungría hay ciertos géneros musicales cuya popularidad es grandísima. Podríamos dividirlos en los dos grupos más característicos, la música instrumental y la música electrónica. Ocurre frecuentemente que los jóvenes amantes de uno de estos grupos no pueden soportan al otro. Los amantes de la música instrumental dicen que el sonido que no sale de un instrumento propiamente dicho, no se puede considerar música verdadera. Por otra parte, los amantes de la música electrónica opinan que esa otra música es imposible bailar ni digna de una fiesta en una discoteca. Pero la mayoría de personas no es tan extrema. Es normal que uno escuche un poco de hip-hop, de rock y de clásica, por ejemplo.

Claro que también se podría clasificar entre ’música popular’ y no tan popular. La música popular sería aquella que se pone constantemente en la radio y en las discotecas, la que está de moda escuchar. Aquí estarían el pop, el drum&bass, el R&B, el trance y el techno, entre otros tantos que se podrían mencionar. Los géneros alternativos, por su parte, no son tan populares. Su público es más pequeño y prácticamente solo se pueden escuchar y bailar en pequeños clubs y bares especializados.

Después están los lugares de los amantes. Los amantes del rock o el heavy metal. Estos son géneros que influyen definitivamente en la apariencia de la gente. A algunos de ellos es muy típico verlos vestidos totalmente de negro, incluso con los ojos pintados de negro y con toda una serie de pequeños detalles distintivos de su música y de su modo particular de vida. La música caracteriza e influye su vida privada y pública. Van siempre a los mismos sitios y la música es condición fundamental a la hora de buscar pareja.

Pero ¿qué es lo que hace que un grupo dé en el clavo y se haga famoso en un mercado de música tan desconsolador? Hoy el talento es algo secundario para los productores. Lo que importa es el dinero potencial que el disco traiga y es en los géneros populares donde es más fácil conseguirlo. De ahí que sean los preferidos de las compañías.

En Hungría, una vez que un grupo o un cantante tiene éxito, sigue trabajar muchísimo para mantenerlo. El público se aburre muy fácil y rápidamente. Siempre hay que mostrar algo nuevo. En este contexto solo unos pocos logran triunfar con letras mayúsculas y son los que consiguen que sus discos se vendan en otros países.

La fama mundial sólo la merecen los mejores. El número de estos cantantes húngaros es muy reducido. El más popular es Ákos Kovács, un artista del que todos sus discos son de la mejor calidad. Trabaja en la industria de la música desde 1993, y desde el principio escribe canciones en húngaro y en inglés, lo que facilita que su nombre sea reconocido en otros países.

Otro grupo con éxito internacional y que ya he mencionado en párrafos anteriores es NOX. A los europeos, la novedad del folclore húngaro les gusta y de ahí su éxito. También está Tankcsapda, un grupo de rock. Sus canciones se han traducido al inglés y se venden muy bien en Alemania e Inglaterra. Después hay ejemplos como Edvin Marton o Princess, las tres chicas violinistas, que son más populares en el extranjero que en su propia patria, Hungría.

La diversidad musical en Hungría es bastante grande. Las influencias internacionales siguen moldeando el gusto de los húngaros, pero todavía queda una importante corriente distintivamente húngara que mezcla un poco de electrónico, un poco de rock y un poco de nuestra música tradicional.

La zanfona peleona de Pablo Lerner

por Sebastián Santos


La alegría que desprende Pablo al tocar la zanfona solo se puede comparar a la sorpresa y al éxtasis que produce en el que como yo, esta primera vez, tuve el placer y el honor de poder escuchar. El marco no podía ser ni más bohemio ni más profundo.

Cuando salí de su casa no sabía donde estaba, tampoco me importaba, y caminé bajo una lluvia intensa, molesta y desconsiderada hasta que de repente me vi bajando las escaleras del metro, en Arany János, cegado por las luces.

Decididamente hay en este músico algo extraño, algo de personaje imaginario. Incluso a veces pienso que es algo así como un duende. No lo llego a tener muy claro por la aparente naturalidad con que aparece y desaparece. Puede materializarse en una parada de bus, en la puerta de un teatro, incluso en tu lugar de trabajo. Llega, eso si, siempre vibrando, mezclando frases de amante apasionado, padre sufrido, esclavo hastiado y bestia en celo. Dice todo aquello que uno no se atreve a decir. Se abre al medio como un augurio y te deja ver en lo profundo de un alma que perfectamente puede ser la tuya. No habla, golpea, insulta y es capaz de meterte la mano hasta la campanilla y retorcértela. Claro, todo esto con movimientos tan rápidos y bien articulados que es imposible darse cuenta. Eso es magia.

No podría repetir ni explicar el camino hasta su casa. Sé que es en algún lugar cerca de Oktogon, porque nos encontramos en la puerta del Burger King. De ahí en más subimos y dimos vueltas. Yo me dejé llevar. No pasó mucho tiempo pero de golpe estábamos escondidos en un bulín, probablemente en las profundidades de ese árbol invisible del que habla Sándor Márai, que atraviesa la ciudad hasta orillas del Danubio y que solo se puede ver cuando la música o el ruido de los tanques es lo suficientemente intenso.

Y a Pablo lo tendríais que haber visto galopando en la zanfona mejor aún que el llanero solitario. Y yo era Toro, lo tenía clarísimo. Lo acompañaba deslumbrado. ¿Dé dónde podía sacar ese ritmo gritón y distendido, si entre sus piernas no había más que una especie de violonchelo arrepentido? Ahí se movía todo, por adentro y por afuera. Se balanceaba en un banquito rojo, le daba a la manivela, e incluso, en la apoteosis, hasta llegó a cantar. Una cosa gutural, indescifrable para mi oreja descompuesta. No había palabras. Hablábamos de música.

La sorpresa fue doble. Duplexa por descubrir que el duende del que hablo además de mágico y reflexivo petardo era un virtuoso de la música. Él explica su intensa vivacidad fruto de manotazos de ahogado. Se queja de su larga y consecuente enfermedad, de los traumas de niño y de lo pesadas que son las frustraciones, la muerte de los sueños.

Si bien la música es un hilo conductor en su vida, desde el canchengue murguero de Buenos Aires, Montevideo o San Pablo pasando por el incomprendido estudiante de acordeón de la Universidad de Tel Aviv o al aplicado y sumiso zanfonista de la Escuela de Folclore de Buda, también hubo una época en que vivió el sueño de un pueblo.

Siempre repite aquello de sacar a los judíos de la diáspora y la diáspora de los judíos y de cómo se dio de narices frente a una guerra llena de fascistas. “No odiaba a los árabes y eso era un verdadero problema”, repite cuando explica por qué dejó en 2002 Israel.

El caso es que su genialidad, venga de donde venga, permite colocarlo en el espectro de la música de Hungría como un referente del sincretismo musical. Es un músico hábil, ingenioso y creativo que ha logrado descubrir en la zanfona los ritmos bailongos del profundo nordeste de Brasil. Él explica, para hacerla corta, que lo que hace es reproducir en la zanfona el forró, el bahiano, el maracatú y el aboio, por mencionar unos cuantos ritmos brasileros. ¡Magistral!

En Brasil para estas músicas utilizan la rabeca, el llamado violín brasilero, simplón, gritón, llorón, pero peleón hasta las últimas, como el que te jedi. Normalmente se acompaña con triángulo o zambomba, cosa que Pablo rechaza para su querido tekerőlant. Pero no solo es de destacar sus preferencias a la hora de combinar al gordo con otros instrumentos, sino que además lo usa de manera diferente. Por ejemplo ¡y alabados seas, hermano Pablo! se permite jugar y descubrir ritmos con la manivela, escapando de la monotonía depresiva de los clásicos del Alföld como Mihály Bársony.¡Y esto solo usando una de las cuatro cuerdas de la viola!

También tiene detalles que lo hacen tierno y conocedor de las pequeñas alegrías de la vida, como aquel papelito que nivela la altura exacta por donde debe rozar, en erótico meneo, la que grita. O el algodón, que la rodea dando la segura, hecho del de un tampón, “el mejor porque es más elástico y flexible”, asegura el diestro.

¡Qué menos que recomendable! Lo que sí es que habrá que quedar atentos porque él, en su nueva búsqueda personal, está por dejar la ciudad camino de Gödöllő, donde promete dedicarse al cultivo de la tierra.

Web de Pablo Lerner:
Pablo Lerner tekerőlantos Budapest

Ungarische Volklor

por Annamaria Preisz


Las canciones folclóricas en nuestra música de hoy

Tal vez conoce, o por lo menos ha oído ya algunos cantares de la música folclórica de Hungría, especialmente si ha visitado el país como turista.

Según mi opinión y la de otros tantos, nuestra música popular no es igual a las coplas o melodías gitanas que suelen tocar, para sacar algún dinero y sobre dedicadas a los turistas que vienen de Europa Occidental, en algunos restaurantes del país.

Nuestra música popular tiene una gran variedad atendiendo a las diferentes regiones de Hungría (también aquellas áreas que ahora son parte de los países vecinos). Las características más importantes de la canción tradicional húngara es que se componen de estrofas de cuatro versos en una gama musical que varía entre 2 y 6 notas. Así una forma clásica es aquella de versos con 5 notas, en los que la tonada se repite primero un poco elevada y exigida y después más baja.

En ciertos tipos de la canción popular se añaden "pequeños sonidos" como ornamentación antes de la música principal, buscando adaptarse al ritmo natural de la lengua (esto es muy fácil de apreciar en las canciones tradicionales de Transilvania).

La música popular húngara se toca con cornamusa (un substituto bastante popular entre los pueblos que por razones económicas no podían comprarse un órgano para la iglesia), organillo, bombarda, laúd, flauta, violín y címbalo (una especie de cítara o dúlcemele). Además está el taragot, un oboe de una sola caña, de origen húngaro, con un sonido inolvidable, no muy diferente del del saxofón soprano. Si tiene curiosidad por revisar como suenan estos instrumentos en conjunto debería escuchar, sino lo ha hecho ya, a Márta Sebestyén, una de las mejores y más famosas cantantes de la música popular de Hungría.

Hoy en día la música folclórica pervive y no solo en sus expresiones más puras sino también fusionada con nuevos ritmos y tecnologías. Para la generación joven tenemos la formación Anima Sound System, reconocida dentro y fuera del país. Se fundaron en el año 1993 y han presentado cds y conciertos tanto en Europa como más allá del océano. Han trabajado junto con grandes nombres, Transglobal Underground, De-Phazz, Terry Lee Brown Jr. o Asian Dub Foundation y Oi Va Voi; y también su música figura en varias películas. "Buddha Bar V" incluye dos de sus composiciones. Su estilo es único y su resonancia es especial, con una música electrónica que integra varios elementos contemporáneos, como du, dancehall y drum and bass. Además les encanta fundirlos con los más tradicionales, por ejemplo el reggae o el folk húngaro, gitano o judío.

Naturalmente el grupo también tiene y expresa su ideología repitiendo consignas antimilitaristas, anticonservadoras y antirracistas. Le recomiendo los álbumes Shalom (1995) y Hungarian Astronaut (1996). Ambos contienen canciones folclóricas, en una interpretación exquisita.

Y si le gusta el jazz contemporáneo, no se puede perder a Dresch Quartet, de gran reputación internacional, fundado por Mihály Dresch en el año 1984. En su música no utilizan "trucos" de la técnica moderna, como los grupos anteriores, sino más bien juegan con un repertorio de instrumentos tradicionales: instrumentos de vientos (taragot, saxofón, flauta, trompeta), contrabajo, violín, laúd, címbalo, y muy poca voz. Su fusión del jazz con la música húngara es realmente una obra de arte. Y el resultado son melodías auténticas, agradables, a veces dinámicas, otras veces melancólicas. Sus más recientes álbumes se titulan Hungarian bebop, Egyenes zene y Szép csendesen, este último mi favorito.

Fuentes:
A magyar népzene és annak eredete
Cultura de Hungría
Anima Sound System. Biográfia
http://www.adform.hu/dresch_quartet.htm

Para escuchar música on-line:
Anima Sound System
Dresch Quartet