domingo, noviembre 12, 2006

Bartók: ¿la étnia del músico o el etnomúsico?

por Kléber Mantilla


Para seleccionar al mejor músico de la humanidad tendríamos que depurar el concepto de cultura universal, pues la música es fatalmente universal, y habría que volver a inventar la vida pero con música. El mejor músico sería un demiurgo detallista y ocioso que habría logrado describir la esencia de la vida con tonalidades y ritmos. O tal vez, quien habría vuelto a reinventar con arte ese conjunto de información y habilidades que explican la manera de ser de la gente. Pero, si la música es algo tan cercano a lo divino y la cultura tan diferente a la naturaleza, ¿por qué los músicos contemporáneos poco comparan e investigan los pueblos, antes de embarazar su musa?

El creador de la étnomúsica, el húngaro Béla Bartók, nos daría una respuesta: la cultura es una pluralidad muy diferente a la idea de naturaleza. Este compositor, pianista e investigador de la música folclórica de Europa del Este, los Balcanes, Turquía y de regiones no occidentales, estaba convencido que para hacer arte hay que estudiar la manera de comportarse del hombre.

Bartók nació en 1881 en un pequeño pueblito llamado El Gran San Nicolás (Nagyszentmiklós), que ahora se conoce como Sinnicolau, y pertenece a Rumanía. Perdió su padre a los siete años y su madre, Paula, trasladó la familia a Vinogradiv, ahora en Ucrania.

Cuando Checoslovaquia fue creada en 1918, Béla y su madre vivían con la frontera en el medio. Desde pequeño estudió y enseñó piano en Pozsony, -ahora es Bratislava- en Eslovaquia. Estudió piano con István Thoman y composición con János Koessler en la Real Academia de Música en Budapest (1907-1934). Cuando conoció a Richard Strauss se formaba como pianista y hacía giras por Europa. Pero cuando entró a la Academia logró estar en un sitio fijo y a la vez recoger más música folclórica. Ahí conoció a Zoltán Kodály y juntos investigaron la música folclórica de la región. Esto lo catapultó a la Academia de Ciencias (1934-1940).

Bartók mostró influencias de su compatriota Franz Liszt, del francés Claude Debussy, del compositor alemán Richard Strauss. Pero junto a Kodály descubrió las canciones folclóricas de los campesinos magiares, y realizó una adaptación de esas melodías a su propia música. Para esto escribió pequeñas piezas de piano con adaptaciones del folclore magiar. Y hacia 1905 Bartók se dio cuenta de que lo que se consideraba música popular húngara era en realidad música gitana reordenada según los criterios centroeuropeos. Con Kodály, Bartók también reunió y analizó de forma sistemática músicas pertenecientes al folclore de otros orígenes que recogió en una admirable obra de investigación. De esta colaboración surgieron 12 volúmenes que contienen 2700 partituras de origen magiar, 3500 magiar-rumanas y varios cientos de origen turco y del norte de África, incluso con registros sonoros. Así, desarrolló un estilo propio cargado de una gran fuerza y energía, con entornos melódicos inusuales y ritmos asimétricos y a contratiempo, típicos de la música folclórica de los Balcanes y de Hungría.

En 1903 escribió un largo trabajo orquestal, denominado Kossuth, el nombre del héroe de la revolución húngara de 1848. En 1909, se casó con Márta Ziegler y dos años después escribió su única ópera, El Castillo de Barbazul, con la cual concursó en el premio de la Comisión para las Bellas Artes Húngaras; pero no pudo interpretarla porque para ello debería haber borrado del programa el nombre del libretista, Béla Balázs, por sus ideas políticas. La ópera solo se estrenó en 1918.

La música de Bartók es cromática, las notas son contiguas a una dada, y con frecuencia muy contrapuntística, entretejiendo distintas líneas melódicas y sirviéndose de la disonancia. Le gustaba el uso de acordes por su sonoridad y era muy hábil para encontrar atmósferas y colores musicales, tanto en el piano como en la orquesta. Como gran pianista que fue, compuso varias piezas didácticas para el instrumento. Su obra Mikrokosmos Sz 107 (1935), formada por seis volúmenes, contiene 150 piezas para piano de dificultad progresiva y constituye un resumen de su evolución musical. Igual ocurre con sus 6 cuartetos para cuerda, considerados tan difíciles como los de Ludwig van Beethoven.

Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial concluyó sus viajes de recopilación de materiales musicales y volvió a la composición. Con alta calidad armónica y compleja estructura compuso dos sonatas para violín. Luego escribió su tercer y cuarto cuarteto de cuerdas en 1927. El Quinto Cuarteto lo realizó en 1934 y el sexto y último en 1939.

Bartók tuvo dos hijos Béla y Péter, uno con Márta y otro con una estudiante de piano, Ditta Pásztory. Para las lecciones de música de su segundo hijo compuso una colección de seis volúmenes de piezas de piano graduadas.

La Segunda Guerra Mundial fue una ventana abierta en su alcoba que le inspiró la narración de su propia historia en el piano, pero también fue la puerta de salida de Hungría. Primero envió sus manuscritos fuera del país, y luego en 1940, emigró por razones políticas a los Estados Unidos con Ditta. Péter Bartók llegó en 1942, y al poco tiempo se enroló en la Fuerza Naval.

La pasión de Bartók fue desbordante, pese a que fue un desconocido en Estados Unidos. Allá continuó sus investigaciones en la Universidad de Columbia y enseñó música en Nueva York, hasta que un tal Serge Koussevitsky le comisionó el famoso Concierto para Orquesta, el trabajo más popular de Bartók, que cubrió parcialmente su difícil situación económica. Luego compuso el Concierto para Piano no. 3, y su Concierto para Viola que quedó inconcluso y fue completado por su alumno Tibor Serly, después de su muerte por leucemia, en 1945. Fue enterrado en el Cementerio Ferncliff de Hartsdale, de Nueva York, pero en 1988, con la caída del comunismo en Hungría, sus restos fueron repatriados.

Sus obras

Ocho Danzas rumanas de Hungría (1915), para piano, (también orquestadas y transcritas para varios instrumentos); el Allegro bárbaro (1911), para piano; la ópera El castillo de Barbazul (1911); los ballets El príncipe de madera (1914-1916) y El mandarín maravilloso (1919); los 3 conciertos para piano y orquesta (1926,1931,1945); su Música para cuerda, percusión y celesta S 106 (1937) y el Concierto para orquesta (1943) que le encargó Serge Kusevitski.

También son notables su Concierto para violín y orquesta nº 2 S 119 (1938), la Música para dos pianos y percusión (1937) y su Concierto para viola, que quedó incompleto a su muerte y fue terminado por el violinista Tibor Serly.

Fuente:
Compositores Húngaros: Memorias.

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