viernes, marzo 10, 2006

Circuitos de exposiciones de Budapest

Budapest y los que aquí vivimos podemos estar orgullosos de vivir en una ciudad que da la batalla por ubicarse entre las grandes metrópolis. También es cierto que tal fue el repelús con que salió disparada del bloque soviético, que en su rechazo a su historia próxima, se colgó del mito de Occidente, no solo con pasión sino incluso con desesperación. Y aunque han pasado más de 15 años desde el cambio de régimen todavía está pendiente un diseño artístico cultural propio.
Claro está que las recetas culturales importadas no se aplican, ni se podrían aplicar, sin ajustarse a las variantes locales; pero no parece ser un programa organizado sino una curiosa malformación, a veces hermosa, otras poderosa o incluso patética o simplemente desagradable, fruto de la imposibilidad de copiar el modelo.
La historia de la ciudad, el imaginario de sí misma y una sociedad y una economía todavía no consolidadas hacen que valga especialmente la pena ver ciertas expresiones del arte en Budapest, sobretodo las que hablan a los gritos de su propia identidad. En cuanto al resto, nos hacen sentir a gusto, como en casa, ciudadanos del mundo.

Espero que disfrutéis con esta colección de artículos sobre los "Circuitos de exposiciones de Budapest" y que os animéis, quienes vivan o hayan vivido en Hungría a escribir en las próximas ediciones. Solo tenéis que enviarnos un e-mail y os contestaremos a la brevedad indicándoos formato y tema.

Un placer,

Velázquez vs. Mazo.

Cinco siglos de la pintura en España

Annamaria Preisz



¿Que se ve ahora en los museos de Budapest?
Por ejemplo, estos días podemos disfrutar en el Museo de Bellas Artes de la exposición “Cinco siglos de la pintura en España”, que se publicita con los grandes nombres de Velázquez, El Greco y Goya.
Presentan más de 100 magníficas obras que abarcan desde el 1400 hasta principios del 1800, y no sólo las de los pintores famosos del Siglo de Oro, sino también aquellas obras no tan conocidas entre los húngaros, como las de Zurbarán, Murillo o Ribera.

En esta exposición una “curiosidad” es el cuadro de Mazo, pintado de la infanta Doña Margarita de Austria, y que da para pensar. La pintura es exactamente la misma que la de Velázquez, la única diferencia es el color de la ropa de la chica. Pero, ¿cual es cual? Parece que Mazo prefería el color verde y Velázquez el azul. ¿Puede ser que el público de la época también prefería este último y así se llegó a decantar por la versión en azul?
¿Y a raíz de esta tendencia cromática el cuadro de Velázquez se volvió el más famoso, desplazando la obra del autor en verde?
Tal vez a muchos se les pueda ocurrir algún tipo de explicación similar para explicar la injusta subjetividad del arte, y con ello la reputación y el éxito que algunos artistas consiguen, mientras otros caen en el olvido. La subjetividad y la injusticia van siempre de la mano.

En todo caso sabemos que a partir de 1633, coincidiendo con su boda con una de las hijas de Velázquez, una tal Francisca, Mazo comenzó a despuntar como pintor de la Corte. Como si si no se hubiese casado con alguien de una familia de reconocido prestigio nunca hubiese logrado triunfar como pintor.
De cualquier modo y durante toda su carrera en la Corte Española, Velázquez “echó mano siempre de Mazo”, llegando a ser este su mejor ayudante.**

Y para acabar la opinión de Balázs, amigo y colega, que junto con otros tantos me completaron una corta encuesta sobre los “Cinco siglos de la pintura en España”:
A él le encantó la gran variedad en el tiempo y en los pintores. Para Balázs (de Hungría) esta fue la mayor exhibición de artistas españoles que vio fuera de España. Dice que El Greco es su pintor favorito, sin embargo vio cuadros de otros pintores que le gustaron mucho, pero que, lamentablemente, ahora no recuerda. La única cosa que echó en falta fueron las esculturas. Al entrar hay una, pero es como un engaño: luego no hay más. Y finalmente ... ¡Bingo, Balazs!: Velázquez pintó la chica con la ropa azul, y Mazo con la verde.
¿Y los demás también sabían o recordaban este detalle? ***
Parece que sí. Sebastián (que también visito el carnaval de Mohács) vio la exposición dos veces. Sin embargo dice que no quedó muy satisfecho, ya que esperaba más obras de los tres pintores promocionados. “¿Por qué hicieron carteles tan grandes para una exposición tan pequeña?”-se pregunta.
Al visitarla por segunda vez, y en este caso en una visita guiada, le surge una nueva pregunta, esta vez más allá de la exposicion en si misma, y se refiere a “¿por qué sigue habiendo este tipo de guias, donde todos van como borregos detras de una persona que habla y habla sin parar?”. Se necesitarían cosas mas interactivas e interesantes.

Parece que a todos les llama la atención la obra de Martinez del Mazo y especialmente su relacion con Velázquez. De hecho no se sabe mucho de su existencia, la verdad sea dicha.

Para los que todavía no hayan podido visitar la exposición, y estén en Budapest estos días, deciros que las entradas también se pueden comprar en línea en la siguiente dirección: http://http://www.jegymester.hu/startpage.jsp?place=70000 (la página está en húngaro y en inglés).

**http://es.wikipedia.org/wiki/J.B._Martínez_del_Mazo
***Cabe aclarar que el último punto de la encuesta, que repartí entre un selecto grupo de conocidos, era si recordaban con qué color habían pintado Velázquez y Mazo, respectivamente, a la Infanta.

2006. La fotografía en Budapest

por Zoltán Brezina*



Si está interesado en la fotografía y está estos días por Budapest ... ¿dónde podría ir? ¿Qué podría ver o descubrir?
Bueno, permítame dedicarle unas líneas a un par de sitios.
Hay muchas galerías en la ciudad que ofrecen exposiciones fotográficas. Voy a escoger solo siete de ellas, las más caras y las que tienen más metros cuadrados de exposición.
Estas galerías vienen trabajando hace años, promocionando nuevos talentos y, por supuesto, consolidando la reputación de los que ya están establecidos en el medio.
Presentan obras tanto en color como en blanco y negro.
En realidad, galerías como estas, que se interesan por la fotografía tradicional y la fotografía conceptual a la vez, no son excepcionales en el mundo de hoy, pero vale la pena visitarlas:

–Museo Ernst (Ernst Múzeum)
Lleva años exhibiendo, de la mejor calidad, principalmente foto-arte conceptual, y esto la coloca, sin lugar a dudas, entre las galerías líderes del mercado de Budapest.

–Instituto Francés (Francia Intézet)
Combina en sus exposiciones diferentes concepciones fotográficas, como por ejemplo mezclando el tradicional blanco y negro con imágenes conceptuales en color.

–La casa de los fotógrafos húngaros (Mai Manó Ház)
Se trata de un espacio fotográfico ya tradicional en la ciudad que ha ido cambiando en estilo y formato en los últimos tiempos.
Fue fundada tiempo atrás, allá por 1910, y llegó a ser la sala más hermosa de Budapest. Tres plantas con su propia biblioteca, laboratorio de fotografía y cinco salas de exposiciones decoradas con frescos.
La última dirección de la galería ha puesto énfasis en los artistas emergentes, fuera del circuito masivo, y con "vanguardistas" conceptos de trabajo. Esto no es original; sino que básicamente han copiado las ideas que mueven, en los países de occidente, el mercado del arte contemporáneo.
Pero, y aquí surge la cuestión: ¿qué es lo que realmente prefieren hacer los húngaros? Cierto, que siempre es mejor esto que mantener a ultranza la pose de un artista húngaro, ya surfeando la tercera edad, aunque de moda, que aunque amante de la depresión no logra realmente expresarla.
-Vale, ¡miremos a las "nenas" de occidente!
-¿Nenas?
-Sí, porque en general buena parte de este grupo de nuevos talentos, que reciben ayudas y financiación, son mujeres, mucho más que varones. ¿Se le ocurre por qué?

–Museo Ludwig–Museo Hans Knoll (Ludwig Múzeum – Knoll Múzeum)
Estos son dos museos especializados en arte conceptual y muy bien pensados.
Definitivamente vale la pena visitarlos.
Sobretodo se ocupan de convocar artistas de diferentes países para organizar sus exhibiciones.

–Galerías de fotografía Vintage y Miro (Vintage Galería – Miró Galéria)
Las llevan equipos directivos jóvenes, financiados por algunas de las más importantes instituciones húngaras.


*Artículo original en inglés, traducido al castellano por Sebastián-D. Santos-Petroff

¿El holocausto tiene memoria?

por Kléber Mantilla



En la calle Páva, número 39, de Budapest se ubica uno de los archivos históricos más crudos de Hungría y del mundo. Una sinagoga judía refaccionada junto a un pulcro museo oscuro son la memoria latente sobre los horrores de la guerra. Fotos, videos, escenografías, documentos, utensilios, un tanque de gas Zyklon B, ropas, estrellas amarillas, uniformes a rayas azules y blancas, pancartas viejas de prohibición a los zsidók –judíos– en sitios públicos, y mil detalles más están ahí… para que nadie lo olvide.
A manera de introducción, una sala nos cuenta los acontecimientos vividos después de 1918, cuando el Imperio Austrohúngaro fue desmembrado y Hungría se convirtió en república. El paso por el poder de Miklós Horthy, el último comandante de la flota de Austria-Hungría.
En 1920, con el Tratado de Trianón, Hungría perdió el 67,8% de su territorio a manos de sus países vecinos, por esta razón se acercó en los años 20 y 30 a los países que se oponían al nuevo orden internacional, primero a Italia y luego a Alemania. Hasta cuando el primer ministro Gyula Gömbös firmó un tratado comercial con el III Reich.
En Hungría aparecieron los grupos ultraderechistas y el Movimiento Cruz Flechada, un partido fascista y antisemita creado por Ferenc Szálasi, en 1937. Luego, el marino Horthy y el primer ministro Béla von Imrédy visitaron Berlín para aprobar luego las primeras leyes antisemitas.
El Centro Memorial del Holocausto (CMH) divide en 8 segmentos a esta historia, cinco momentos se relacionan con las privaciones: a los derechos, la propiedad, la libertad, la dignidad humana y la vida.
El proceso en Hungría parte desde mayo de 1938 cuando se limitó la presencia judía en el comercio, la industria, las profesiones liberales y el gobierno y un año después se redujo la participación judía en la economía al 6% y se les discriminó también en la medicina y la abogacía.
El 20 de noviembre de 1940 Hungría se adhirió al Pacto Tripartito (Alemania-Italia-Japón) y obtuvo la Transilvania septentrional de Rumanía, uno de los territorios perdidos después de la primera guerra mundial y en abril de 1941 el Ejército Húngaro participó en el ataque a Yugoslavia, que fue conquistada en sólo once días.
Para julio de 1941 miles de judíos húngaros fueron deportados y reasentados por su propio gobierno en los territorios ocupados de Ucrania. Al mes siguiente muchos serían asesinados por los Einsatzkommando alemanes.
En abril de 1943 Hitler se reunió con Horthy para acordar la deportación de todos los judíos húngaros, sin embargo el almirante se negó a aceptar el pedido, a pesar de ser él antisemita. En aquellos días, a pesar de las marginaciones y de algunas deportaciones, los judíos húngaros vivían bien en comparación a los del resto de Europa. Muchos pensaban que a ellos ya nada malo podría ocurrirles; pues padecían “la pobreza de la imaginación”, según palabras de la escritora Ida Fink, sobreviviente del Holocausto.
No. Lo macabro estaba por venir. Muy pronto se les expropió de todas sus posesiones y en abril se les comenzó a encerrar en guetos, se prohibió la unión de judíos con no judíos, mientras el nazi Adolf Eichmann supervisaba todo. El museo muestra con detalle los sitios de reclutamiento en cada provincia y distrito húngaro.
Los días 29 y 30 de abril (1943) dos trenes con un total de 3.800 personas salieron desde Hungría y llegaron a Auschwitz el 2 de mayo. Se apartó a 482 hombres y 616 mujeres para trabajar; los restantes 2.698 fueron gaseados con Zyklon B, nombre comercial del cianuro de hidrógeno cristalino en forma de gas, fabricado por I.G. Farben y normalmente usado como insecticida. Este fue el agente de matanza para el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, una granja reformada, que operó desde el 26 de marzo de 1942.
Heinrich Himmler ordenó la construcción de cuatro crematorios con cámaras de gas, que fueron fabricados por la empresa J. A. Topf & Söhne de Erfurt, pues ya había determinado que todos los judíos debían ser trasladados a Auschwitz o Majdanek. Las ejecuciones más masivas tuvieron lugar entre el 8 de mayo y el 29 de julio de 1944. Rudolf Höss tenía la orden de gasear a los judíos húngaros. En determinados días, según ciertas fuentes, fueron asesinadas cerca de 24.000 personas, muchas de las cuales, debida a la escasa capacidad de los crematorios, fueron quemadas en hogueras al aire libre.
A mediados de julio 147 trenes habían transportado a Auschwitz a 437.000 judíos húngaros. Después, la presión internacional, el avance soviético y la oposición de Horthy, presionado por el Vaticano, detuvieron las deportaciones.
Al llegar el otoño Horthy estaba desesperado, el frente ya estaba dentro de su país. Decidió entablar conversaciones con los soviéticos para acordar un armisticio, pero los nazi no lo dejaron y se colocó al frente del país a Szálasy, el líder de los Cruces Flechadas. De esta forma Hungría siguió combatiendo al lado de Alemania.
La mayor cantidad de roma o “gitanos” llegaron a Auschwitz en la primavera. Unos 23 mil fueron usados para hacer trabajos forzados, o asesinados en las cámaras de gas. Entre 6.500 y 16.000 roma húngaros fueron asesinados, según la recopilación del CMH.
Los tipos de la Cruz Flechada eran igual o más sanguinarios que los nazis. Además de colaborar en las deportaciones, se encargaron de asesinar y arrojar al Danubio a miles de personas. Ataban a sus víctimas por parejas y disparaban sólo a una de ellas, para ahorrar balas. El peso del muerto hundía en el río a la otra víctima, que moría ahogada.
En Budapest los judíos no habían sido deportados. Pero, los nazis, la Cruz Flechada y el grupo Nyilas (otra organización fascista) les prohibieron abandonar la ciudad y comenzaron a realizar redadas. Ante la proximidad de las fuerzas soviéticas decenas de miles fueron obligados a ir a la frontera con Austria en una marcha en la que muchos murieron .
El ejército rojo entró en Budapest en la Navidad de 1944, el 27, la ciudad quedó cercada y el 13 de febrero de 1945 Hungría se rindió. Unos 80.000 voluntarios húngaros sirvieron en las Waffen SS formando parte de cuatro divisiones.
La exhibición termina con un espacio para los responsables y una invitación a la libertad. Ferenc Szálasy fue capturado, juzgado y ejecutado el 12 de marzo de 1946. Al final de la guerra el almirante Miklos Horthy estaba detenido en Alemania. Actuó como testigo en los juicios de Núremberg. Murió en 1957.
Si en este espisodio murió el hombre, el concepto de hombre y el corazón del hombre, tal vez sea por eso mismo que el hombre aún no ha entendido. Al terminar esa guerra el 70% del total de judíos de Hungría fueron asesinados, como ahora son asesinados pueblos enteros de Afganistan e Irak y existen prisiones facistas como Guantanamó a vista y paciencia de todos.
“La Negación del Holocausto no debería ser vista como una agresión a un grupo en particular. Sus planteamientos constituyen un insulto a la civilización toda. Sus ataques a la historia de los judíos constituye un ataque a los valores más elementales de una sociedad racional. En la medida de que la sociedad toda logre visualizar sus verdaderas intenciones, se estará defendiendo a la historia de manipulaciones intencionales que responden a perniciosos objetivos y se estará defendiendo a la humanidad de nuevas atrocidades”, dice Isabel Burstein de Kohn, filósofa de los genocidios.

Fuentes:

- El Eje y el Holocausto, Núñez Díaz Pedro.
- Holocaust Memorial Center, H 1094 Budapest, digital database.

Museo +

por Eszter Aranyos



A mí, personalmente me gusta el tipo de museo clásico, con muchos objetos en vitrinas, o sino, con la señal de “no tocar”; con textos explicativos, sentido único, guardarropa, vigilancia y cafetería. Soy pesada para quienes intentan acompañarme a estos sitios. Normalmente, me gustaría leer cada una de las letras que encuentro y mirarlo todo, pero nunca llego. Hace años, por ejemplo, visitamos el Mueso de Historia de Cataluña cerca del puerto. Yo, en tres horas, apenas llegué hasta los celtas (segunda sala en la primera planta) mientras mi acompañante ya había terminado con Franco en la segunda planta.
Pero a la vez, algunas veces, me gusta romper las reglas, y estas son las situaciones más interesantes. Por ejemplo, en un viaje a Transilvania, a Csucsa, entramos al Museo de Ady (Ady Endre, el famoso poeta húngaro de principios de siglo) después de haber encontrado la llave colgando en la parte trasera de la puerta del patio; o de pequeña, en Potsdam, en aquel tiempo Alemania del Este, pudimos sentarnos en la cama del gran filósofo Voltaire gracias a la ayuda de una investigadora que estaba casualmente por allí.

En Hungría, desde hace algún tiempo, los museos proponen nuevas formas, pero a pasos muy lentos. Por ejemplo, una vez al año, en "el día del patrimonio cultural", en otoño (16-17 de septiembre), se puede entrar a varios edificios que normalmente están cerrados al gran público. También en primavera (25 de junio), en "la noche de los museos", se pueden ir visitando, entre la muchedumbre, acompañados de diferentes eventos alrededor del tema propuesto por el respectivo museo (por ejemplo espectáculos, visitas guiadas por duendes, concursos, etc.).

Además, empieza a estar de moda la pedagogía museológica: Uno puede inscribirse en diferentes cursos relacionados con el arte en varios museos.

Otra novedad, que empezó hace poco en el Szépmûvészeti Múzeum (Museo de Bellas Artes) es el llamado "Museo +". Son de noches de jazz, cada jueves de 6 a 10, para aquellos que no tienen tiempo de visitar las exposiciones durante el día o simplemente quieren disfrutar del museo de otra manera.

La programación de estas noches sigue las exposiciones temporales; estos días, la de los "500 Años de la Pintura Española". Por ende, todo es un poco rojo y amarillo: los espectáculos, la música, la comida, incluso los vinos.
Al "transeúnte", al entrar, lo espera música de jazz tranquilita, con tapas y sangría. Bien típico. Todo es un poco caro en relación a la canasta familiar húngara, aunque supongo que para los visitantes extranjeros, una copa de vino por 3 euros no significa ninguna cosa excepcional.

Mesas gigantes, sofás cómodos y empezamos a especular sobre qué hacer.
Alcanzamos la visita guiada de la exposición temporal de "El Greco – Velázquez – Goya". El guía resultó un chico joven, cargado de bromas, con muy buen tono y con muchos datos. Tres cuartos de hora.
Otra copita, esta vez ya no pudimos aprovechar la promoción de una bebida gratis (agua, zumo, o cava) del museo. Otro poquito de jazz y seguimos la manada.

Otra visita guiada, ahora con grabados y litografías en la Sala de Gráficos, las viejas en la primera fila mirando cada cuadro a apenas cinco centímetros de distancia. No se veía nada, solamente el pasar de todo el grupo.
Una linda noche. Lástima que no se podía fumar dentro y que hubo por lo menos tres plantas donde ni siquiera entramos. Ya debería haberme acostumbrado.

Viaje al Carnaval de Mohács

por Sebastián Santos



La vida y las iniciativas culturales de Budapest son intensas y para quien, como yo, está todo el día cucaracheando: interminables. Y no quiero decir que me prive del circuito artístico de la ciudad, sino más bien que no llego a la fase de selección. Lo mío es el turismo fisiológico, ese que me lleva por "serendipity" a ir descubriendo y metiéndome a la espalda cosas de lo más variopintas. La composición final es interesantísima. Soy un ciego amante de la sorpresa, de lo ecléctico y de la variedad más radical.
Surge una fiesta en una galería para festejar la vuelta de un taller de fotografía en Transilvania, una visitante cubana deseosa de conocer y comparar el pasado soviético de Hungría, una salida con la escuela a la “Casa del futuro”, exposiciones de amigos, amigos que quieren invertir en cuadros y terminamos visitando galerías en el barrio de El Castillo, o el simple cartel de la calle Semmelweis que me obliga a buscar el museo que lleva su nombre, perseguido por los recuerdos de mis estudios en la universidad.

He visto algo de lo que he llamado “Circuito de exposiciones de Budapest”. Lo he visto sin timón ni timonel y por ello no puedo dar una opinión orgánica, pero si bien tengo la sensación de estar viviendo en una ciudad con una importante movida artística, también he de decir que esta movida no sorprende, salvo en contadas excepciones, como por ejemplo la obra de Brezina. He visto pocas cosas que me hayan cacheteado, casi nada con lo cual se me haya partido la cabeza. Sí, energía, ganas y mucha bohemia. Y algo de la búsqueda, del olorcillo, que viví en los ’80 en Buenos Aires.

Y en esta ocasión quise aprovechar el tema de este número de El Quincenal para escribir sobre la fiesta de Carnaval que se organizó el pasado viernes 24 de febrero en la galería Mai Manó* . No hubo muchas explicaciones, solo que había que llegar sobre las 6 de la tarde....todo empieza tan temprano en este país....y llegar combinando el rojo y el negro. A mi me sonó claramente a Frente Sandinista y hubiese preferido, para ir más a tono con la época que nos toca vivir, ir de naranja y rosa, que serían, hasta donde he entendido, los colores representativos de los dos partidos mayoritarios en Hungría; uno aprovechando el oleaje que despertó la victoria nacionalista en Ucrania, y el otro festejando los progresos de las nuevas tecnologías de mano del monopolio telefónico.

El caso es que ni una cosa ni la otra, porque nada más llegar, en tertulia, a las puertas de la galería (un sitio precioso, de techos altos y toque principio de siglo), la banda, con la que pensábamos abordar el sitio, suspendió. Hasta muy entrada la noche y después de surtirnos de un buen litrerío de vinos calientes me enteré que no entramos por falta de afinidad con la organizadora del evento, una tal Katalin Baricz, un personaje del mundo de la fotografía, muy bien relacionada y un tanto snob y plástica, que diría Ruben Blades.

En el Szimpla Kert** , un antro amplio, colorido y cálido, similar en estilo a esos garitos modernosos del Raval de Barcelona, donde se reedita en colores la decadencia alrededor de la figura del sofá, yo seguí en mis trece e insistí con mi tour artístico. Rápidamente aparecieron en la mesa varios ejemplares de la Pesti Est, una revista de distribución gratuita con buena parte de la movida artística de la ciudad, y quedamos para el día siguiente en una de las tantas hermosas cafeterías de la ciudad para hacernos con un café y una pastita y para definir por dónde empezaríamos el paseo.

Sobre el mediodía del día siguiente estábamos discutiendo dónde ir entre pasteles de frutas, compactos mazacotes de chocolate y montañas de nata en espiral . Y ahí empezamos a hilvanar intereses y coincidencias. Todos antropólogos, un amiguete que trabaja en el Museo Etnográfico y una charla en flash back de la biblioteca del Instituto Cervantes con unos guiris que querían ir al Carnaval de Mohács, nos llevó de cabeza a la exposición sobre el Carnaval de Mohács del Museo Etnográfico.

Bus, metro y en un plis estábamos frente al Museo. De golpe todo se había acelerado. Mi romántica y mediterránea idea de pasear de museo en museo durante todo el día, dejando correr las palabras, enroscando reflexiones absurdas, se estaba complicando; sobretodo por el secuestro, al menos para mi inesperado, del astro rey. Hacía frío, caía una persistente llovizna y los edificios y el paisaje estaban encapotados como en un sueño.
Pero aunque puede que a mi eso me cohíba, en estos pagos el clima no es ningún impedimento.

El Museo de Etnografía es un majestuoso edificio de finales del XIX, de la quinta del Parlamento y del Ministerio de Agricultura. Es una lástima que semejante palacio esté tan poco aprovechado. El lugar estaba vacío y frío. Todavía me pregunto para qué dejé el abrigo en el guardarropía. Y los dorados, los grandes frisos, las escaleras hacia ninguna parte y los techos intocables no hacían más que transmitir un chirimí melancólico. El lugar se presentaba imponente, solemne y sobre todas las cosas: tradicional, pesado y asfixiante.
Ya había estado en alguna otra ocasión para visitar la exposición permanente, obligado por mi profesión de antropólogo, y la opinión no había cambiado gran cosa. Aquí la etnografía se agarra al pasado como a un clavo ardiendo y no parece dispuesta a construir un nuevo imaginario, y mucho menos a salirse de los cánones clásicos de la disciplina. Una típica oda al folclore del siglo XIX, sujeta al murmullo de los ladrillos fundadores.
Pero al margen de esta apreciación poco halagüeña, el personal del museo resultó encantador. Era como estar en casa con unos viejos parientes. El del guardarropía ligando sin ningún tapujo, el de la taquilla intercalando un inmenso bocadillo a cada una de nuestras preguntas sobre precios, horarios y festivales, y la señora de la exposición afanada en terminar una enciclopédica revista de crucigramas. Divinos: amigables, atentos, charlatanes.
Puntualmente hubo tres datos interesantes. El primero que nos aceptaron los carnés de estudiante españoles para hacernos el descuento correspondiente. Lo segundo, que nos comentaron que el domingo siguiente, domingo 5 de marzo, sería el Día del Museo, y por ende habría un día de programación especial, al parecer muy interesante. No supieron decirnos más, nos remitieron a la web. Y por último, encontramos la programación del Festival de Primavera. Quién sabe si iremos a ver alguna cosa, pero le echaremos una ojeada, a ver si es cierto que los precios se escapan por bulerías al poder adquisitivo húngaro.

Y llegamos a la exposición: “Poklada”. El título ya es todo un detalle porque han utilizado la palabra original en croata y no la versión húngara, que también aparece, pero en letras pequeñas: “busójárás”. La presentación es del todo pertinente porque esta fiesta carnavalesca fue parida por los sokac, un grupo croata inmigrado al sur de Hungría en el siglo XVI escapando del avance de los turcos.
Mi sorpresa viene porque en general percibo, en distintos medios, una fuerte actitud nacionalista que minimiza la variedad étnica o nacional, haciendo del conjunto húngaro un todo rígido, que a la hora de encontrar diferencias opta por partirse y dejar de banda al grupo que toque, descartándolos como no-húngaros, aunque residentes en el mismo territorio. Digamos que es el típico caso del pueblo gitano.
Pero aquí era diferente. El famoso carnaval húngaro se jacta de su diversidad cultural y su origen croata. Nada más entrar se pueden ver un par de vídeos, uno más moderno que el otro (1955-1996)*** donde explican la importancia de la presencia de los grupos serbio, croata, polaco y alemán en la Poklada.
Tal vez este alarde de diversidad se vio compensado por la delicada miniaturización de la exposición. No llegué a pedir más, debo decirlo, pero apenas un pasillo estrecho fue poca cosa.
A la entrada, como dije, había una televisión donde se podían ver los dos vídeos (unos 20 minutos). A continuación, a la derecha, en vitrinas, había diferentes objetos típicos: máscaras, muñecos, instrumentos, armas y regalos. A la izquierda, una serie de maniquíes vestidos para la ocasión y tocando algún instrumento.
Yo quedé encantado con la “duda”, un tipo de gaita similar a las que se usan en Galicia. De hecho la Poklada me hizo recordar, por las máscaras, la irreverencia y el toque satánico, al entroido de Ourense y por el fuego y la quema al de Berga en Cataluña.
No soy ni mucho menos un especialista en el tema, pero más que las diferencias me gusta encontrar puntos en común entre una y otra punta de la Europa Comunitaria.

Pasamos un rato agradable, devorándolo todo, apasionados con cada una de las lecturas, que sin ser muchas nos bastaban.

Para terminar la jornada de exposiciones nos cruzamos al Parlamento, después de comer "rico-rico" a pocos metros del Museo. Esperamos bajo la lluvia estoicamente junto con una manada de alemanes, polacos y demás buitres que como nosotros necesitaban “ver” y a continuación hicimos una visita ritual de apenas 15 minutos (sin contar el arco de controles, claro).
Suntuosidad y abulia, nada que contar.
Lo que sí fue interesante y hasta cierto punto memorable, fue que no tuve que pagar y que por primera vez aparecí reflejado en un papel, en este caso el ticket de la entrada, como húngaro. Los ciudadanos de la Unión Europea no pagan entrada y reciben la automáticamente el registro de húngaros.

El día no acabó sin otro café y unas pastas achocolatadas con nombre alemán.

*Nagymezõ utca 20. Budapest VI.
**Kazinczy u. 14. Budapest VII.
***Füredi Zoltán (1993-1996) “Busók Mohács”. ELTE Kulturális Antropológia Tanszék; Raffay Anna, Szõts István (1955) “Busójárás Mohácson”. Museo de Etnografía de Budapest.