domingo, abril 29, 2007

Sangre de voluntarios o voluntarios de papel

Después de atropellar al personal con, por lo menos, un par de revoluciones industriales, los sociólogos y economistas de prestigio todavía no se ponen de acuerdo a la hora de definir el “cuarto sector”. Los amantes y fieles seguidores del Nasdac no dudan en definirlo como el sector de las telecomunicaciones; pero también hay una banda de “raritos” que hablan del cuarto sector como aquel del voluntariado. Habría que preguntarles por qué no avanzan casilla y se decantan, para evitar debates vanos, por un cómodo y tranquilo quinto sector.

El caso es que este último cuarto o quinto sector se define de manera funcional como aquel en el que una porción de la mano de obra de los países desarrollados, expulsada del sistema de producción por el avance tecnológico y el desempleo estructural ocupa progresivamente los espacios que, con habilidad, el estado neo-liberal va dejando vacíos.

Comenta Daphnakadabra,a raíz de la foto que ilustra la editorial, que en el antiguo Egipto acostumbraban medir los corazones al morir. Básicamente era cuestión de ver si eran más livianos que una “pluma”. Si no lo eran significaba que no estaban limpios, que tenían todavía algún problema por resolver. Justamente ese es el procedimiento que muestra la instalación de la fotógrafa. Aquí la impoluta y “blanca” joven hace de balanza. El corazón busca equilibrarse contra una Biblia. Todo consiste en balancear, por un lado la presión social y las reglas que se supone debemos seguir y por otro lado el modo en que lo hacemos. La pregunta es si el corazón es más liviano que todas esas expectativas morales.

De estas dos formas de encarar la “entrega”, una más calculada que la otra, solo nos queda mirar de reojo y desconfiar de los chicos buenos, que siempre son más feos que los malos, por cierto; o pensar que en algún momento lo hicieron de corazón pero ahora.... seguro pillan cacho.

El voluntariado

por Nikolett Gabriella Czakó

En los últimos años, muchos jóvenes deciden pasar unos meses, o incluso un año, como voluntarios después de haberse recibido en la universidad. Es la manera perfecta de acumular experiencia, con asesoría y apoyo.

Pero hay que tener en cuenta que ser voluntario es una responsabilidad muy grande, ya que uno debe hacer su trabajo de la misma manera como si recibiera un sueldo.

De inicio debemos conocer un poco el concepto del voluntariado. ¿En qué consiste este trabajo? ¿Y para qué sirve? ¿Quién es una persona voluntaria? Estas son las preguntas básicas para poder hablar sobre este tema.

El concepto del voluntariado

El voluntariado es una actividad que se hace individualmente o en grupos, frecuente u ocasional, en el interior o en el exterior del país de origen, y para el bien común. Se trata de una actividad que se hace “voluntariamente, sin ninguna compensación económica”. Esta actividad se realiza en organizaciones sin fines de lucro, privadas o estatales, aunque a veces también en empresas. Su ventaja es que favorece la integración social, combate la pobreza y la exclusión. El voluntariado ayuda a mejorar el entorno socio-económico y de la comunidad en general.

¿Para qué sirve?

Una de las principales metas del proceso de socialización, empezando por la formación y educación de las personas, es que éstas se transformen en componentes o miembros activos de la comunidad. Desde el punto de vista de los jóvenes, es recomendable la inserción laboral en un ambiente de apoyo, donde la mayor responsabilidad recaiga en personas más experimentadas.

El voluntariado es una estrategia especialmente llamativa entre los jóvenes, dada la actual tendencia de los parados de larga duración jóvenes que no logran ingresar al mercado laboral después de haber terminado la carrera dada su falta de experiencia. También es una opción importante para el regreso de las mujeres, después del parto, al mercado de la mano de obra asalariada. Para los voluntarios jubilados este trabajo puede llegar a ser atractivo ya que de esta forma se evita la soledad y el aburrimiento.

Como en otros países europeos, en Hungría aumenta el voluntariado. La paleta de posibilidades es mayor. Surgen constantemente asociaciones donde se puede encontrar el trabajo deseado y a medida. Quizá la organización de voluntariado más conocida sea EVS (European Voluntery Service), con la cual se puede trabajar en Hungría o en el extranjero.

En Hungría, el trabajo voluntario más común, o mejor dicho, el más buscado, es el de la organización del tiempo libre: trabajar en instituciones culturales y organizar campos de trabajos.

Gracias a la encuesta de Czike Klára y Kuti Éva, titulada “Donaciones civiles y actividades voluntarias” (Czike Klára - Kuti Éva: Lakossági adományok és önkéntes tevékenységek; Nonprofit Kutatócsoport Egyesület, Önkéntes Központ Alapítvány, 2005) podemos tener datos sobre la situación del voluntariado en Hungría durante los últimos 2-3 años.

Existen dos grandes tipos de voluntariado. Un “nuevo voluntariado”, que consiste en capacitarse y a la vez pasarla bien. Y el “viejo voluntariado”, que es una actividad que se ocupa con los valores tradicionales cívicos, religiosos y solidarios.

Según los datos, son más los jóvenes que eligen el nuevo tipo de voluntariado, incluso antes de haber terminado la carrera. Lamentablemente, todavía el sistema educativo húngaro no está dispuesto a adaptarse, a ampliarse, a esta nueva modalidad.

Las cifras nos muestran que en 2004 el 40% de las personas mayores de 14 años, es decir, cerca de 3,5 millones de habitantes, se incorporaron a actividades voluntarias. En la mayoría de los casos participaron en programas solidarios para desarrollar la esfera local, a través de instituciones oficiales y organizaciones socio-culturales. El trabajo con niños ocupa el primer puesto.

Otra conclusión interesante, que podemos extraer, es que los más activos son los hombres de entre 31 y 40 años.

Por último hay una votación, no representativa, que aparece estos días en Internet, sobre el voluntariado. Ante la pregunta “¿Con qué frecuencia participas en actividades voluntarias?”, el 15% dice que cada día; el 19% que cada semana; otro 19 % que mensualmente; el 11% que anualmente; y el 36% que nunca.

Encuentro de voluntarios

Un evento de este tipo que hubo en Budapest entre el 15 y el 18 de marzo fue el encuentro que organizó la IYNF (International Young Naturfriends). Esta asociación está representada en Hungría por el TFSZ (Természetjáró Fiatalok Szövetsége).

La IYNF tiene un sinfín de áreas de trabajo. Organiza eventos, talleres, campos de verano y jornadas de planificación y estudio. Se autodefinen dentro de la educación no formal. Tienen una revista llamada “Variety”, que recoge las experiencias y opiniones de los voluntarios.

Este primer encuentro, al que asistieron unas 45 personas, tuvo como objetivo principal que los jóvenes, que en el futuro desarrollarán los programas, se conocieran mejor y pudieran cotejar opiniones y perspectivas. Las jornadas se organizaron en talleres que representaban la estructura general del sistema del voluntariado, donde cada elemento se coordina con el otro, a veces sin saber exactamente como funciona cada uno. La clave es hacer bien el trabajo que se les encomienda.

Ser voluntario tiene muchas ventajas, especialmente para las personas ayudadas, pero también para el propio voluntario, que a partir de esta actividad, consigue experiencia laboral, conoce otras culturas, rompe estereotipos, y amplia su red de relaciones primarias. El grupo se transforma en una comunidad unida y al servicio de todos.

Fuentes:

www.onkentes.hu
Czike Klára - Bartal Anna Mária: "Önkéntesek és nonprofit szervezetek – az önkéntes tevékenységet végzők motivációi és szervezeti típusok az önkéntesek foglalkoztatásában". Acta Civitalis 2005
Czike Klára - Kuti Éva: "Lakossági adományok és önkéntes tevékenységek"

Los otros voluntarios

por Ricardo Izquierdo Grima

Si preguntáramos hoy, en una encuesta, que se entiende por “voluntario”, probablemente, y en el ámbito de la sociedad europea, se nos contestaría mayoritariamente, que es el individuo que desinteresadamente y sin ánimo de lucro colabora o realiza una prestación de carácter social o benéfico en interés de la colectividad, o en un sentido más universal, en interés de la Humanidad. Pero esta definición, aunque creemos válida, no recoge lo que un siglo atrás, y algo menos, la palabra “voluntarios” significaba, y más aún evocaba.

El voluntario de hace un siglo era, ante todo, el que comprometido con su país, en defensa del mismo, o comprometido con el ideario de una revolución o sublevación empuñaba las armas sin obligación legal de ello, dando la cara a la muerte y asumiendo, por tanto, el posible sacrificio de su vida.

Esta voluntariedad, ya que significa que no hay obligación o imposición de reclutamiento, necesariamente se ha de referir a jóvenes en edad premilitar, a adultos que ya han traspasado esa edad o a mujeres. Por centrarnos en alguien, y recabado el auxilio de la literatura, aludiremos sólo a los jóvenes.

Cierto es que la sociedad europea ha ido renunciando a la ética y estética de una épica, o militarismo si se prefiere, que la condujeron a dos guerras mundiales, hitos significativos del desangrado solar europeo de la primera mitad del s. XX. Pero también es verdad que cualquier momento o episodio de la historia contemporánea se ubica en el tiempo en referencia a la I Guerra Mundial, a la época de entreguerras o a después de la II Guerra Mundial. Son referencias ineludibles que acompañan las biografías de más de una generación, incluso las de aquellos que no participaron, o ni siquiera las sufrieron directamente. En un nivel similar se podría añadir la Guerra Civil Española de 1936-1939 o la Revolución Húngara de 1956.

Sabedores del desastre a que puede conducir el culto a lo épico, la cuestión es reconsiderar la conveniencia de mantener, aunque sea como brasas o rescoldos, cierto espíritu de entrega, que en un momento determinado y necesario, permita el sacrificio por la comunidad. Y ello no sólo porque estrictamente sea necesario, sino también por respeto, homenaje o recuerdo a aquellas generaciones de jóvenes, que generosamente se ofrecieron, hasta las últimas consecuencias, en defensa de su país o de sus ideales, constituyendo el basamento, más o menos próximo, de nuestra sociedad actual.

Evidentemente la paz es un valor supremo, pero nadie destruye las vacunas de una enfermedad que aún no ha desaparecido, y la belicosidad de los humanos seguramente no se solucione con el culto a un pacifismo, que llegado el momento, no sepa plantar cara al atropello y al horror.

Esa llamada cultura de la paz, que en su exacerbación máxima conduce al ridículo de desmantelar museos militares, y destruir monumentos a los caídos, ha sido probablemente la causante de que en la última sangría europea, la de la antigua Yugoslavia, se produjese una de las más vergonzosas y bochornosas situaciones, la intervención extra europea para quitar de en medio la inmundicia belicosa y criminal.

Ni los países, ni las civilizaciones, o si se quiere, ni las culturas, no pueden, ni deben, erradicar cierto espíritu épico o batallador, no necesariamente militarista, que llegado un momento permita el sacrificio, como precio por la salvaguarda de los ideales por los que vale la pena arriesgar la vida, aunque sea guardándolo en lo profundo del inconsciente social.

Este espíritu de sacrificio es el que hubiese evitado alguna de las páginas negras de la historia militar reciente. Como por ejemplo, la del verano de 1995, en la que una fuerza militar europea entregó indefensa a toda una población civil, a cambio de unos pocos de sus soldados. En otras circunstancias, con otra mentalidad, hubiesen asumido el sacrificio, aunque probablemente tampoco así hubiesen impedido el genocidio de 8000 bosnios de Sbrenica a manos de los serbios.

Es frecuente que referenciemos nuestra biografía a episodios históricos mediáticamente significativos, los que forman parte fundamental de nuestra banda sonora, el decorado de nuestra vida. Recuerdo que durante mi adolescencia eran muy frecuentes en la televisión española las crónicas y reportajes sobre la guerra del Vietnam. Recuerdo especialmente una anécdota de aquella guerra que quedó definitivamente incorporada a mi historia personal.

Corría el año 1972 y la noticia era que el ejército norteamericano había descubierto entre las filas de una de sus unidades combatientes a un soldado, que había falsificado sus datos personales. Él tenía tan sólo 14 años, y era “aquel voluntario” de mi misma edad. Para bien o para mal, desde ese momento empecé a ver como más próximo el conflicto y a vincular, aunque fuese por los pelos, a esa guerra con toda mi generación.

Siempre me impresionó esa entrega juvenil, que sin tener aún obligación alguna, asume un compromiso voluntario en el que pone en juego su vida. La literatura tiene abundantes ejemplos de ello. Reparo hoy, de memoria, en dos obras nuestras que en su momento se tradujeron al español. Una es “Muchachos en los tejados” de Tamás Szabó, publicada en Buenos aires en 1959 por editorial Ágora, y la otra, de Józsi Tóth, “Un puñado de tierra negra”, publicada en Barcelona en 1960 por la editorial Luís de Caralt. La primera es un relato autobiográfico de quien con 15 años participó en la revolución de 1956. El nombre es un seudónimo y desconocemos la identidad verdadera del protagonista. Al fracasar la revolución huyó a París donde escribió su relato. La otra obra es una novela, cuya narración arranca con la revolución comunista húngara de Béla Kun y llega, tras largo relato, a la revolución de 1956, donde de nuevo, los participantes en la misma son jóvenes voluntarios.

He extraído, como ejemplo, una escena de la narración, acaecida en aquel otoño sangriento en las calles de Budapest, la conversación se desarrolla entre un adulto y un joven voluntario, no más que un adolescente:

“-Y no tienes miedo?
- La primera vez que se me acercó un tanque sí que lo tuve, pero ya me he acostumbrado.
-¿No querrás decir que tú también peleas?
-Pues claro. ¿Qué te creías tú entonces? –contesta el chiquillo con orgullo- En la plaza Széna ya me he cargado a dos tanques. (Lo dice con la misma naturalidad como si el destruir tanques fuera una tarea escolar de cada día)” (pág.439)

Pero anterior a esas dos narraciones, y tratándose de nuestro contexto europeo, no se puede prescindir de otra obra, en la que el autor no sólo relata su experiencia como combatiente voluntario en la I GM., sino que también agrega las reflexiones y pensamientos hechos a posteriori en su centenaria existencia. Ernst Jünger (1895-1998) había nacido bajo el signo de Aries un 29 de marzo en Heidelberg, y poco antes de cumplir 20 años marchó voluntario para el frente. Recogió sus memorias en varios relatos hasta que finalmente, en una edición española, se agruparon en una sola obra con el título “Tempestades de acero”, y que desde luego fue materia prima para la forja de su pensamiento posterior.

En la nota aclaratoria de la edición señalada (Editorial Tusquets 1998) el traductor Andrés Pascual Sánchez no puede ser más expresivo para lo que estamos tratando: “Como tantos otros centenares de millares de adolescentes en casi todos los países, Ernst Jünger se presentó voluntario para acudir al frente el mismo día que estalló en Europa la guerra”; o como dice unas líneas más arriba, para la generación de Jünger esa guerra “...fue no sólo un suceso capital, sino el verdadero cimiento de sus existencias”.

Pero Jünger no sólo fue un voluntario, sino que fue un pensador más allá de sus memorias de guerra y le encontramos razonamientos que vienen muy al hilo. Vayamos a un ensayo imprescindible entre sus obras, “La emboscadura” (Editorial Tusquets, 3ª edición 2002). Es una obra sin desperdicio: “La relación que la emboscadura mantiene con la libertad es más estrecha que la que con ella mantiene cualquier clase de armas; en la emboscadura está viva la originaria voluntad de resistir. De ahí que sólo serán aptos para ella los voluntarios. Estos se defenderán en cualquier caso, con independencia de que el Estado los prepare, arme o movilice o no haga ninguna de esas cosas. Los voluntarios dan con ello prueba de su libertad, lo hacen de manera existencial” (pág. 142).

Este pensamiento tiene una proyección de más alcance y puede ser aplicable a momentos cotidianos de la vida y no sólo a los heroicos o convulsos, lo cual hace que sirva además de entrenamiento para los momentos más trágicos. Seguramente el progreso moral y social de los pueblos precise de esa ética de sacrificio de los individuos que los componen, y que en modo alguno ha de encubrir o justificar al criminal; a lo que también alude Jünger cuando señala que el emboscado “...se diferencia claramente en su moralidad, en su modo de combatir, en la gente con que se trata, del criminal; también es importante que esa diferencia esté viva en su interior”(pág.155).

Esta última sentencia es una prevención ardua que no se puede esquivar y que exige distanciarse de la barbarie y de los apóstoles de la violencia, que aprovechan los momentos heroicos de los pueblos para satisfacer sus instintos asesinos. Y sin olvidar esta alerta también nos valen retóricas semejantes a las que podemos exigir el mismo compromiso moral, como aquella que señalaba que el grado de peligro en que un hombre vive por su voluntad es la única medida de su grandeza. Sólo aquel que sabe jugarse el todo, puede ganar el infinito; sólo el que arriesga su propia vida, puede dar a su estrecha forma terrestre un valor infinito.

“Fiat veritas, pereat vita, que importa que la vida perezca si se salva la verdad ”. (Nietzsche). ¿Qué son los voluntarios sino todo eso?

¿Sin fines de lucro?

por Kléber Mantilla

Llegó el día cuando las instituciones y la gente ya no miden más el límite entre las ofertas consumistas de imágenes y la realidad. Mientras miles de organizaciones no gubernamentales y asociaciones sin fines de lucro presionan en múltiples foros a más de 120 Estados para que alguien pise el freno de la emisión de gases tóxicos y por un momento no se rehúyan los problemas planetarios sobre ecología, el calentamiento global y los derechos humanos, la Organización de la Naciones Unidas (ONU) asume su función humanitaria con el uso descarado de los rostros famosos de Hollywood.

Hace pocos días, la actriz Angelina Jolie, embajadora de la ONU, dijo que no es la “Madre Teresa de Hollywood”, pero que nunca ha negado su participación activa en obras de caridad y aportes a ongs. En un noticiero cuestionó a sus colegas por reproducir el estereotipo del ciudadano antisolidario que permanece sentado frente al televisor sin hacer nada, sin interés por los muertos de Irak, ni por la desaparición paulatina del polo norte. “¿Cómo hay estrellas de cine que no intentan ayudar a restar la expansión de la pobreza mundial?”, se preguntaba.

Esta actriz es una de las más activas contribuyentes de organizaciones no gubernamentales del mundo. Otro ejemplo más cercano en Hungría es Yoko Ono, la viuda del inmortal John Lennon, ahora casada con un húngaro, que donó los derechos de autor de la canción “Imaginación (Imagine)” para que administre Amnistía Internacional, una ONG especializada en Derechos Humanos.

Según los expertos, la ideología de las organizaciones no gubernamentales (ongs) es volátil pero se basa en la solidaridad y muchas veces en la función altruista de sus actuaciones. Sin embargo, la controversia natural de su creación nace de su sistema de financiación, pues supone ingresos que no provienen del beneficiario de sus servicios y se esconde bajo la manta de una filosofía sustentada en la terminología “sin fines de lucro”.

Incluso los mismos Estados maduran fórmulas de financiamiento para las ongs, pues es clave encaminar procesos paralelos que, al mismo tiempo que separen funciones y liberen ciertas competencias. Por ejemplo, buscan alejar la dinámica del armamentismo frente a los temas que involucran derechos humanos, o la cobertura de los servicios de salud pública frente al mercadeo de la creciente industria farmacéutica.

En países como Hungría se aplican legislaciones funcionales para encaminar el abastecimiento de recursos para las organizaciones sociales con objetivos solidarios, sin fines de lucro y con objetivos ajenos al rol del Estado. Por decir, el Estado húngaro aplica la “Ley del uno por ciento”, que consiste en permitir a los 4,6 millones de contribuyentes del sistema tributario, aportar a las ongs. Así los ciudadanos pueden pedir a las autoridades fiscales la transferencia del 1% del impuesto del ejercicio anterior para ayudar a la entidad de su interés, sea en temas de ecología, salud, vivienda, salud, microempresa o cualquier otro. Se calcula que se van 6, 9 mil millones de forintos anuales (33 millones de euros) para las ongs.

No obstante, el concepto de ONG es diferente en cada país, una ONG norteamericana es diferente de una francesa o una cubana. El término es utilizado como sinónimo de entidad no lucrativa, pero en realidad oculta otros grupos organizados como colegios profesionales, fundaciones culturales, deportivas y artísticas, entre otras. Pero además, se utiliza para referirse a cualquier organización que realiza actividades sociales, similares a las actividades de sindicatos, asociaciones de consumidores, colegios y hospitales.

Pese a todo, las ongs logran sensibilizar a la opinión pública acerca de los problemas mundiales en cuanto a pobreza, ecología y derechos humanos. La mayoría de los gobiernos europeos apoyan y colaboran con estas organizaciones, desarrollando canales de diálogo conjunto y esquemas de cofinanciación.

En general, el contexto sociopolítico y los cambios internacionales de las últimas décadas, causaron la propagación rápida de las ongs. Los movimientos civiles empezaron a cuestionar ciertas estructuras del Estado y de la sociedad industrial. Ejemplos sobran: el mayo francés, las manifestaciones contra la guerra de Vietnam, la primavera de Praga. Luego, las ongs ejercieron una función crítica en torno a los compromisos y obligaciones de los gobiernos poderosos frente a los países del Tercer Mundo, o subdesarrollados.

En resumen, la incontrolable globalización, concentró con brevedad el control político, la posesión y la explotación por parte de las clases dominantes de una nación o estado sobre otra nación, sus recursos, mercados y gente. Ahora, las empresas multinacionales y las instituciones financieras de Europa y Estados Unidos controlan la mayoría de las principales organizaciones económicas que producen, invierten, comercian y circulan capital.

Según el analista James Petras, “los gobernantes plantean amenazas nucleares, utilizan armamento de alta tecnología y destruyen a sus enemigos. Sus negociadores comerciales eliminan restricciones de los competidores y justifican las barreras comerciales para sus propias empresas”. La principal función del Estado moderno es dominar para que las multinacionales puedan florecer. El Estado es más poderoso e invasor con el crecimiento de los capitalistas “internacionales”.

El teórico sostiene que en el período colonial, la ocupación euronorteamericana y el saqueo de los continentes estaban justificados en nombre de la “civilización occidental”. Pero ahora, las guerras de agresión y la ocupación militar están justificadas en nombre de las “misiones humanitarias”. En el pasado, el mito imperialista era “El Descubrimiento de Nuevas Tierras”; pero en la actualidad es el mito de la “Invasión por Invitación” (extendida por los clientes locales). En muchos casos, las ongs hacen actividad de enlace.

Así, en el pasado, las órdenes religiosas y las autoridades coloniales participaban en el adoctrinamiento ideológico de los pueblos sometidos. Pero en la actualidad, los medios masivos de comunicación, el sistema universitario y las organizaciones no gubernamentales subvencionadas por el poder estatal junto con la propaganda del Vaticano proporcionan el mensaje ideológico que describe la subordinación como “modernización”, la recolonización como “globalización” y la especulación financiera como la Era Informática, afirma el analista.

Un estudio conocido como “The Myth of the Global Corporation” indica que más del 80% de las decisiones claves en inversiones y tecnología se toman en las casas centrales del “país de origen”. Mientras que las multinacionales producen y distribuyen en todo el mundo, sus casas centrales siguen administradas y dirigidas por Europa, Estados Unidos y Japón. Los circuitos económicos internacionales están bajo el control imperialista, dice.

De su lado, el Financial Times, asegura que entre las 500 compañías más grandes (basadas en su capitalización de mercado), 244 son norteamericanas, 173 europeas y 46 japonesas. El 83% de las mayores empresas que controlan el comercio y la producción mundiales son norteamericanas y europeas.

Y, en este esquema mundial, la función de las ongs se convierte es de mediadoras y propagadoras del juego de hegemonía del poder versus la sociedad civil. El desplazamiento de los “sin fines de lucro” deviene, cuando de agresivos banqueros y financistas solidarios, pasan a vestir de verdes para evitar que alguien corte el último bosque, contamine la última bocanada de aire y no envenene la última gota de agua.

Fuentes:

Gran Enciclopedia Universal Espasa Calpe

La Fundación, cuando el sueño se transforma en infierno

por Sebastián Santos

Hay un ingenioso y divertido libro de cuentos de Italo Calvino que se llama algo así como “Historias de amores imposibles”. En una, dos viejos amantes se encuentran después de mucho tiempo y claro, no funciona. En esta caso la complicación no es simplemente el drástico testimonio de “ya no somos los mismos”, sino literalmente el de “ahora somos otros”. Calvino, magistral, rápido y punzante, te arranca una sonrisa y te dibuja en el aire un encuentro de a cuatro. Los dos de ahora y los dos de antes.

Lo mismo me pasa ahora, en el mundillo leguleyo húngaro, intentando entender cómo funciona la llamada “Fundación”. En principio se trata de una de las modalidades jurídicas que existen en Hungría para llevar a cabo empresas sin fines de lucro y en beneficio de la comunidad. Básicamente eso quiere decir que no hay reparto de beneficios, y si se desarrolla alguna actividad lucrativa, cosa que la ley contempla, nunca puede ser la primera actividad de la Fundación, y siempre y cuando el objetivo principal esté cumplido o se vaya cumpliendo debidamente. Al menos eso es lo que indica la ley. La realidad es mucho más cruda, y terminan convirtiéndose en simples empresas que explotan a su personal y buscan enriquecerse aprovechando los beneficios impositivos y las subvenciones varias que, en su condición de fundación, pueden recibir.

La “alapítvány” es una opción de sociedad de lo más común en Hungría. Al menos así lo constata mi propia experiencia laboral entre los Cárpatos. Siempre he trabajado para fundaciones. De las primeras experiencias a la actual ha corrido mucha tinta y ahora, que intento entender el significado del argot general me vienen como flashes a la mente las viejas discusiones y problemas. Son los mismos que ahora presiento en la lectura de las leyes, pero al mismo tiempo son otros, lejanos, y que incomodan. Tal vez por la certeza que da la experiencia de que todo puede fallar e irse a tomar por saco, otra vez.

Mi introducción fáctica a este argot jurídico se dio en el verano 2005-2006 cuando al regresar de vacaciones, días antes de empezar las clases, me encontré la escuela dada vuelta. Había habido un golpe, habían retirado la autorización de firma del banco de la directora de la escuela y de una de las miembros de la Junta directiva (el kuratórium). En esta situación, no había dinero para pagar nada, ni sueldos, ni impuestos, ni gastos de mantenimiento de la escuela.

Durante el verano, habían cambiado los miembros y la Dirección de la Junta Directiva, reestructurado el funcionamiento de la Fundación e iniciado trámites legales para encarcelar a la Directora de la Escuela por malversación de fondos. Para el personal laboral la situación era entre histérica, por la implicación personal en el tema e inquietante para la economía personal.

Haciendo un poco de historia, y ahora con los elementos legales en la mano, puedo entender un poco mejor el laberinto legal del momento. Constituir una fundación no es difícil, aunque sí aleatorio, según marca la experiencia general. En principio hay que buscar un objetivo de carácter social de entre una lista de 22 temas, por ejemplo educación o relaciones intraeuropeas; luego hay que explicar la futura forma de financiación; indicar un domicilio legal, para el que normalmente piden la autorización del propietario; y hacer un montón de papeles, para los cuales no es imprescindible, aunque sí recomendable, un abogado, que puede llegar a costar en la actualidad unos 50 mil forintos. También va bien un cierto capital en el banco, el vox populi habla de unos 100 mil forintos, que se pueden retirar inmediatamente después de presentar la solicitud. El tramiterío no es nada especial, lo que sí dicen es que la ley es ambigua y que depende del juzgado donde se presente puede ser aceptado o no. Digamos que es cuestión de probar en uno y otro hasta que salga. A este respecto es interesante un artículo del número 12 del Magyar Narancs de marzo de 2006, titulado “Másként gondolkodók - Civil szervezetek bírósági bejegyzése”, donde explican las diferentes y arbitrarias sentencias recibidas ante las casi idénticas solicitudes de asociaciones y fundaciones en distintos juzgados de Hungría.

En la Fundación, el personaje clave es el fundador (alapító). Es quien inicia el proceso, redacta el estatuto (okirat), elige la Junta Directiva, determina quienes son las dos personas con autorización legal para retirar fondos de la cuenta bancaria, y además elige a los representantes frente al mundo exterior. Una vez hecho esto, puede desaparecer si así lo desea, de la escena, sin responsabilidad alguna. Pero se guarda en la manga la posibilidad de regresar cuando le apetezca y cambiar la Junta y el Estatuto, con todas sus implicaciones. Es Dios.

El tema es el siguiente. Son iniciativas que se cristalizan por la facilidad administrativa y las ganas del momento. A medida que el proyecto se va capitalizando el personal saca los dientes largos y ya no hay más tu tía, se acabó el amor y los proyectos cándidos. En mi caso concreto, la escuela fue iniciativa de un matrimonio. Él figuró como fundador y ella se ocupó de la escuela como Directora. Pasados unos 14 años la escuela contaba con un bonito edificio en un barrio residencial del distrito XVI de Budapest, con la vieja y romántica pareja separada hace tiempo, y con la industria del negocio inmobiliario descocada por todas partes.

La jugada no fue complicada. Se constituyó un nuevo Kuratórium en Szeged, con personas totalmente ajenas a la escuela y desde allí iniciaron la ofensiva, sin jamás aparecer por el distrito XVI. Fueron meses de cartas, faxes, denuncias a la policía, citas en el juzgado, contables, auditores y abogados. La nueva dirección buscaba destruir económica y moralmente a la escuela para terminar apropiándose del inmueble. Una película de horror para quien quiere limitarse a enseñar y a disfrutar de los encantos de Hungría y de sus niños. Lo triste es que era una opción legalmente plausible.

Otro detalle importante, para explicar el revuelo, es que si bien el Fundador, los miembros de la Junta Directiva y los directores de la Fundación no responden con su patrimonio frente a deudas de la empresa frente a terceros o al Estado; sí lo hacen de manera interna, con lo cual los miembros de la propia Fundación sí pueden sacarse los ojos a “piacere”, respondiendo con su capital personal.

Desde la escuela pusimos todos el hombro, al menos un tiempo, hasta que la situación terminó desbordándonos y empezaron los problemas internos. Los padres apoyaron la escuela en casi su totalidad, aunque es verdad que algunos también retiraron a sus hijos ante tal situación de inestabilidad. Se creó un fondo común con el que se fue financiando la escuela hasta que se logró, por vía judicial, recuperar algunos de los fondos de la cuenta bancaria.

En cierto momento se propuso constituir una nueva fundación, pero uno de los mayores inconvenientes era la falta de subvenciones. La Fundación tiene una serie de beneficios fiscales, pero además, en el caso de las escuelas, entre otras posibles ayudas, recibe una cierta cantidad de dinero por niño escolarizado. El problema es que todo esto puede ser solicitado recién a partir de los 3 años de funcionamiento, realizando la correspondiente solicitud declarándose entidad con fines públicos (kozhasznú). Y ya no se podía apretar más a los padres.

Esta experiencia también demostró uno de los grandes miedos, que he ido recogiendo últimamente ante la pregunta: ¿Fundación o Asociación? Es el tema del control estatal. En contra de esta pavura general, la escuela en cuestión funcionó, durante muchos años, al margen de la estricta legalidad. Digamos que en un constante “¡Viva la Pepa!”, con contratos y dinero en negro, y probablemente más de una irregularidad fiscal. Pero al margen de las contemplaciones al Estado, hubo un tiempo en el que el ambiente de trabajo era “divino” cargado de ganas y posibilidades de innovación pedagógica.

El problema fue que cuando llegaron las inspecciones. Tembló todo. Hasta ese momento nunca había pasado nada. El Estado, en todos esos años, apenas había metido la nariz y si en esos días se recordó alguna otra inspección general fue, justamente hacía un par de años, y también motivada por el ex marido de la Directora. Cabe aclarar que esta vez tampoco lo consiguieron y la escuela ha sacado pecho y sigue funcionando.

En términos legales, fuera de las declaraciones de rutina, las fundaciones no declaradas con fines sociales, o sea, en la práctica, aquellas con menos de 3 años de antigüedad, y con ingresos brutos menores a 5 millones de forintos anuales, no llaman la atención del Fisco. Pasados los 5 millones y/o habiéndose constituido como közhasznú aumenta sensiblemente el papeleo de control y las inspecciones in situ. Teóricamente.

El caso de esta escuela fue realmente una pena, porque con tanta movida se terminó quebrando el encanto, el duende. Ahora, mi experiencia profesional me ha traído a otra escuela, también una fundación. Y aunque el volumen de la actividad y las relaciones son incomparables, y por tanto mi visión del funcionamiento interno de la empresa, que se teje en una enredadera internacional, es ridículo, puedo colaborar al conocimiento popular, otro poquito, con dos datos, con solo echar una mirada a mi nómina.

Y es en relación al tema que indiqué al comienzo, el del uso del modelo “Fundación” para reducir costes. Mi salario por ejemplo, sin llegar a cobrar en negro, camufla, por algún ardid jurídico-contable, una buena cantidad libre de impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social, proveniente de Estados Unidos y girada directamente a mi cuenta. Por otra parte, recibo del Estado un plus mensual en tanto maestro, por cobrar, de manera oficial, menos de cierta cantidad de dinero. De esta manera la escuela, beneficiándose de un subsidio a docentes y de algunas exenciones impositivas, puede ofrecer mejores salarios a sus trabajadores. Vuelvo a repetir, t-e-ó-r-i-c-a-m-e-n-t-e.