por Kléber Mantilla
El mundo del espectáculo discurre siempre alborozado entre audiencias profanas. Y si nadie es profeta en su tierra, podemos decir que la gloria y la fama solo se aproximan cuando algo en la sangre lo encarna. Tal vez por eso la virtud del músico está simplemente en saber disfrutar lo que hace y, el lugar dónde lo hace, es lo de menos.
La historia de Dani Torres es intensa. Un joven músico latinoamericano que conoció Hungría cuando tenía cuatro años y que siempre en su personalidad arrastró un estilo muy propio: informal, agradable y sencillo. Una especie artística florecida entre el contraste de lugares lejanos con una mezcla familiar de tonos mágicos.
El “Dani” apareció en la televisión húngara hace un año y medio como aficionado en el programa “Megaestrellas” (Megasztár) y, desde entonces, no ha dejado de salir en portadas de revistas, ni han disminuido las invitaciones para tocar en algún concierto en cualquier ciudad de Hungría, ni ha dejado de firmar autógrafos.
Ahora, todo apunta a consolidar el éxito de su último álbum “Venni Styx”, que apareció en noviembre pasado confundido entre los 40 mejores de las radioemisoras. Su grupo actual es muy coloquial y pinta los temas urbanos con agrado entre los jóvenes. Sin duda tiene carisma y su éxito consagrado es cuestión de tiempo.
Todo empezó por insistencia de un amigo suyo, que casi lo obligó a enviar un correo electrónico a Canal Dos. Nunca imaginó lo que se vendría. Al parecer solo estuvo seguro que algo de músico había heredado, pues creció al ritmo de Piero, Intilimanis, Viscontis, Jarkas y otros grupos musicales latinos.
Sin embargo, su padre, Hugo, hace dos décadas guitarreaba en Budapest y también había aparecido en la televisión. En aquellos años , había formado un grupo musical junto a otro ecuatoriano, un boliviano y un peruano. Uno de los integrantes cuenta que los conocían como los “Venenosos” por una confusión del idioma. El boliviano resultó ser muy tacaño y para no adquirir esa fama gratuita se apodaron los “Generosos”, la distorsión de la palabra al introducirla al húngaro generó los “Venenosos”.
La televisión húngara en el año 78 mostró otro Torres, aplaudido por las Juventudes Comunistas Húngaras de entonces y aclamado en la Casa de la Cultura de Budapest, cuando éste era un estudiante de ingeniería mecánica de la Universidad Técnica.
Torres padre, dominaba la guitarra y su voz acompañaba con transparencia el silbido de las quenas, sikus, pinquillos y rondadores. Seguro que también rasgó algún charango y golpeó algún bombo. Cuando terminó la carrera, Hugo regresó a Quito su ciudad natal junto con su esposa Györgya. Al poco tiempo nació el “Dani”.
La música andina siempre está revestida por ese matiz bohemio y la fusión de géneros y estilos como una propuesta constante. El ska y el sanjuanito, el rock y el pasacalle, el funk y la marimba, o el jazz y el vals que son solo algunas de las combinaciones que proliferan en el Ecuador.
El “Dani” escuchó y vio de todo en sus primeros años. La riqueza étnica, la diversidad cultural y los distintos espacios territoriales que posee la geografía ecuatoriana. Más aún al saber que su padre fue un fanático del Andinismo y el Montañismo. Amantes de la naturaleza, juntos se miraron muchas veces de pie en la cumbre de un nevado, navegaron entre las Galápagos y de la mano recibieron en la frente la brisa marina de esas playas del Pacífico.
En efecto, la música y el descubrir parajes es un conjunto de características étnicas y de sus manifestaciones, que adquiere matices nuevos en el proceso de fusión.
El “Dani” se presentó la primera vez en televisión húngara, con La Canción del Mariachi, de Los Lobos, que la cantó Antonio Banderas para la película Desperados.
"Soy un hombre muy honrado,
que me gusta lo mejor.
Las mujeres no me faltan,
ni el dinero, ni el amor.
Jineteando en mi caballo
por la sierra yo me voy.
Las estrellas y la luna,
ellas me dicen donde voy.
¡Ay, ay, ay, ay!
¡Ay, ay mi amor!
¡Ay mi morena, de mi corazón!"
Frases con tono alegre, suficientes para agradar al jurado. La inusitada libertad de composición musical ha permitido que se acentúe la estrategia de fusionar ritmos locales con los más sonados géneros urbanos contemporáneos, con el fin de proponer cosas novedosas y desarrollar mecanismos de identificación particular en cada banda o en cada solista. Algo que Dani Torres ha sabido hasta ahora aprovechar a la perfección desde que recibió su guitarra a los 12 a ños.
La fusión musical, a fin de cuentas, se ha convertido en una suerte de estrategia cultural para revitalizar elementos artísticos distantes y devolverles vigencia en medio de la avasallante presencia de una industria discográfica que, con excepciones, reduce estas expresiones a simples ornamentos folclóricos y alegorías para turistas.
Resulta muy interesante para cualquier compatriota de Dani entender su progresivo éxito. Esa mutación de la música indígena andina a lo tecnológico experimental de Europa.
Por ejemplo, sabemos con certeza que los nativos de Ecuador practicaban música pentafónica con instrumentos de percusión y de viento, construidos con materiales propios de cada una de las zonas: caña guadua, materiales vegetales huecos, huesos o plumas de ave para los instrumentos de viento. Música que aunque suena triste para oídos extraños, continua teniendo una significación propia, ceremonial. Y que estas expresiones musicales se encuentran influenciadas por más de tres siglos de dominación española. Además de la gran influencia de grupos afroamericanos negros que conjugan ritmos alegres, similares a la salsa y la zamba. En Ecuador se conoce la bomba, por citar un estilo.
Pero al mismo tiempo conocemos de la experiencia de Mesías Maiguashca, con larga trayectoria en Alemania, quien alcanzó reconocimiento internacional por su aporte a la música electroacústica.
Dani Torres no llegó a ser finalista en el concurso de Mega Estrella. Él responde que su triunfo fue aprender más sobre la música.
Ahora, el último álbum de Dani presenta dos tonadas diferentes que sorprenden y agradan . Una lleva un título en español del clásico cantautor argentino Piero: “Fumemos un cigarrillo” y otra tiene la aplicación de tonadas de Bob Marley y Manu Chao. Un juego de ritmos latinos… cantados en húngaro.
Este proyecto despierta curiosidad en la misma casa disquera de la famosa colombiana Shakira, la misma casa que lanzó al grupo Los Juanes: los de La Camisa Negra… Sin duda, este otro Torres tiene las puertas abiertas a la fama.
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