jueves, junio 08, 2006

¿Qué tipo de reforma educativa estamos viviendo en la que, para empezar, despiden maestros y cierran escuelas?

por Sebastián Santos


¿Qué tipo de reforma educativa nos espera si el criterio básico de calidad se basa en la exclusión? Los tecnócratas neo-liberales que lideran el avance de Hungría hacia la zona euro contradicen, con su política de supuesta eficiencia y calidad, los preceptos básicos de los métodos pedagógicos modernos que insisten hasta el hartazgo sobre integración e inclusión. En las aulas nos devanamos los sesos intentando lograr fórmulas creativas que aseguren que todos y cada uno de los alumnos estudie y que, sobretodo, lo haga junto con el resto de sus compañeros. La educación, en la línea de Vygotsky, se entiende así como un fenómeno social. Pero estos esfuerzos caen en balde cuando el cuerpo docente funciona de manera radicalmente opuesta en nombre de un supuesto progreso. Si la manera de mejorar el sistema educativo húngaro se basa en echar 10.000 maestros a la calle, que dejen de vendernos la moto de la educación inclusiva o de la integración y festejemos de una vez por todas la segregación, la marginación y el fracaso escolar.

El modelo social y económico propuesto para los próximos cuatro años por la coalición MSZP-SZDSZ no simplemente es uno de los tantos modelos neo-liberales que se publicitan a lo largo y ancho del planeta sino que además recurre, un tanto falto de imaginación, cosa imperdonable en estos tiempos de luces y colores, a los mismos tópicos nacionalistas del siglo XIX. Para ello solo hay que ver el eslogan que el Primer Ministro Gyurcsány enarbola en cada rueda de prensa: “Patria y Progreso”, en fondo rojo con letras blancas.

Los cambios en educación reflejan de manera viva y clara la política general de reducción de déficit público del gobierno. El objetivo es cumplir las ordenanzas de la Unión Europea y conseguir en los próximos años bajar el presupuesto en 350.000 millones de forintos. No es moco de pavo. El gasto en educación, según fuentes del Ministerio de Finanzas alcanza para el año 2006 el 11,3 % del presupuesto nacional. No representa el bocado más importante del pastel pero sí, por orden, uno de los menos “productivos” y accesibles.

Por su orden de peso específico dentro de las cuentas del Estado el primer lugar es para los gastos derivados de las jubilaciones, pero las previsiones indican que una vez producido el relevo total de pensionistas del pasado sistema socialista, los importes por jubilación a cargo del estado bajarán considerablemente. Hay dos variantes que favorecen esta situación, una es el establecimiento obligatorio de un sistema mixto de retiro –público/privado- para todas aquellas personas nacidas a partir de 1975 y la otra la corta esperanza de vida del pueblo húngaro, lo que asegura que los viejos jubilados socialistas durarán poco en el mercado.

El segundo lugar en la escala de gastos es para el transporte, que contrariamente al discurso de recortes, seguirá aumentando para asegurar una zona económica interesante a los inversores extranjeros. No hace falta ahondar sobre las innumerables obras en curso de autopistas, metros y tranvías que atraviesan Hungría.

El tercer lugar, y aquí llegamos, es para la educación, por donde ya ha pasado el polémico ministro liberal Bálint Magyar, que aunque haya dejado el relevo a un ministro socialista, István Hiller, todos los comentarios, tanto de oficialismo como de oposición coinciden en la continuidad de los puntos fuertes de su reforma educativa, digamos constrictora. Hiller, por otra parte, es un buen ejemplo del programa de recortes y reorganización del gobierno ya que asume dos carteras en una, la de Educación y la de Cultura, antes liderada la primera por Bálint Magyar y la segunda por András Bozóky. Las otras carteras que se han unificado han sido la de Economía e Informática con János Kóka a la cabeza y Trabajo con Bienestar Social a cargo de Péter Kiss. Además había dos Ministros libres, digamos, sin Ministerio, de los cuales uno ha desaparecido, el de Integración Europea y otro, el de Asuntos Regionales ha pasado a depender del Ministerio de Interior, dirigido por Mónika Lamperth.

En cuarta posición presupuestaria, está la Sanidad y todo indica que el nuevo ministro, también del SZDSZ, Lajos Molnár acelerará el proceso de privatizaciones y de reducción de personal y hospitales.


La prensa de los últimos días ha centrado el proyecto de reforma para los próximos cuatro años más en los personajes que la llevarán a cabo, los Ministros, que en los planes específicos de gobierno y ha sido este, justamente, el punto donde el Fidesz ha insistido, jugando, en la práctica, el mismo juego del oficialismo, que ha consistido en centrar la discusión sobre los nombres y no sobre los proyectos. El caso de la substitución de Magyar fue resultado de una promesa electoral de Gyurcsány presionado por los escándalos que acompañaron el mandado del último Ministro de Educación. Gyurcsány prometió un ministro socialista y ahora tenemos un ministro socialista, que seguirá la receta liberal que le han dejado sobre el escritorio, y a la vez permitirá al equipo de tecnócratas liberales centrarse en Sanidad, el próximo objetivo.

Brevemente los escándalos que han acompañado a Magyar han sido 4. En junio de 2003 se lo acusó de recibir regalos varios y viajes de Elender, la empresa que ganó el concurso para desarrollar el Sulinet, el programa informático del Ministerio de Educación. En diciembre de 2004 y enero de 2005 las escuelas religiosas se movilizaron protestando por una posible reducción de subsidios, la llamada normativa. En mayo de 2005 además de haber despertado una gran polémica la reforma de los criterios de calificación de la revalida-selectividad (aquí funciona en forma conjunta), aparecieron en internet, antes de los exámenes nacionales, los ejercicios correspondientes a las asignaturas de húngaro y matemáticas. Finalmente, en octubre de 2005 el Tribunal Constitucional declaró inconstitucional la nueva Ley de Educación Superior.

Una vez satisfechas las promesas electorales, en un hábil juego de marketing populista, la continuación del proceso de reforma educativa solo tiene que empujar y empujar el frágil sector público. Si durante el pasado mandato la coalición MSZP-SZDSZ pudo haber tenido ciertos miramientos a la hora de aplicar su política de estrangulamiento del Estado de Bienestar y por su parte, el Fidesz y otros grupos de oposición se sintieron con autoridad popular para detener el proyecto liberal, como fue el caso del referéndum contra la privatización de la Sanidad de hace un par de años, en la actualidad, después del éxito electoral del Partido Socialista, la reforma liberal, a todas luces, parece imparable y debidamente consensuada en las urnas. Como titulan los periódicos de estos días “Luz verde para el Programa Liberal”.

La debilidad del sector público en general y específicamente de la educación consiste, primeramente en el descrédito internacional del sistema público y el avance imparable de las políticas y teorías neo-liberales. El sistema de trabajo húngaro, después de la caída del sistema socialista ha pasado a ser territorio comanche, la precariedad y el trabajo en negro son los parámetros en los que buena parte de la población busca su sustento diario. Y más aún, Gyurcsány, en recientes declaraciones, ha asegurado la promulgación de nuevas leyes que abaratarán los costes de despido y fomentarán la flexibilización para facilitar, entre otras cosas, el cierre de escuelas. (Népszabadság, 29-5-2006)Ni que hablar del descrédito en el que están sumergidas las organizaciones sindicales, que estos días, de declaraciones de reducción de empleos y cierre de escuelas y hospitales, ni se han asomado a la palestra pública. Los sindicatos, que en educación están representados por el “Sindicato de Profesores” (PSZ) en el marco de la Liga, el Consejo de Trabajadores, el MSZOSZ y los Autónomos, se ocultan y solo aparecen en convites internacionales donde se juntan con otros tantos burócratas europeos para reclamar una Europa Social y sindicalmente unificada, tal como ha ocurrido el pasado febrero en Estrasburgo. Otro punto clave que explica la debilidad del sector de la educación, y por ende la especial atención que el programa liberal le ha brindado, es la promoción de la educación privada, mediante subsidios y fórmulas de educación abiertas. No es especialmente complicado en Hungría abrir escuelas ni probar diferentes planes de estudio. El sistema es ampliamente liberal y esto hace a la vez, que una parte importante de grupos sociales, que podrían representar una cierta oposición al gobierno, no cuestionen las reformas porque dentro de ellas pueden organizar su porción de poder. Digamos que es el caso de colectivos nacionales, étnicos o religiosos, pero también de grupos pequeño burgueses que prefieren enviar sus hijos a escuelas privadas donde supuestamente pueden moldearlos a su gusto. Mi experiencia en Hungría como profesor de castellano me ha llevado por varias escuelas e institutos privados que gozan de buena salud económica y donde la proporción docentes-alumnos es significativamente alta. Tal es el caso de la Új Suli, una escuela privada del Distrito XVI donde las clases no superan los 8 alumnos y la matrícula mensual es de 50.000 forintos, unos 200 euros.

Finalmente, al descrédito, la desmovilización, la burocracia sindical y el aumento de escuelas privadas se suma una estratégica política de descentralización. El discurso es doble, como siempre. Descentralizan para que cada localidad y pequeño colectivo estudie de la mejor y más próxima manera, pero la libertad también implica autosuficiencia y por ende cada municipio tiene que financiarse sus escuelas. Esto ha ido provocando el cierre periódico de varias escuelas por insolvencia o simple decisión política de los gobiernos locales correspondientes, como ha ocurrido en Tata, a unos 60 kms de Budapest. Ahora el gobierno ha decidido impulsar una campaña de eficiencia educativa, colaborando en el cierre de escuelas que no reúnan un mínimo de alumnos. Dicen que la ratio de profesores / alumnos en Hungría es de 1000 a 90 y que habría que apuntar a una ratio europea, como la inglesa, de 1000 a 70. Por otra parte los nuevos planes de estudio necesitan de un buen número de especialistas a partir del 5º grado de primaria lo que provoca o bien la escasez de docentes o bien el aumento desproporcionado de la ratio. Ante estas circunstancias no hay soluciones creativas ni inteligentes y menos aún, lo que sería lo más lógico, soluciones negociadas con el cuerpo docente. La descentralización, la eficiencia y la política liberal en educación se han constituido en receta para el cierre de escuelas, el despido de docentes y la segregación de aquellos grupos sociales que no disponen de capacidad económica suficiente para fundar sus propias escuelas, como es el sabido caso de una parte importante del pueblo gitano.

El broche de oro del juego liberal, “si te agarro te pillo, te escracho y te quedas sin trabajo”, en la línea del doble discurso que enloquece (aquí es obligatorio recuperar los escritos de Bateson sobre los mensajes doble-vehiculares), lo dan las denuncias sobre monopolio editorial, como la hecha pública el pasado 22 de marzo por la Asociación de Profesores de Historia, que dirige László Miklósi. En esta exigen que se acaben los tratos de favor y la situación de monopolio sobre todo en relación con los exámenes de revalida-selectividad. Denuncian en su escrito, aparecido entre otros en Támpont de marzo, que es inconcebible que los ejercicios que aparecen en los exámenes se saquen exclusiva y descaradamente de ciertos libros de textos y que aún más, obliguen a los alumnos a presentarse en los exámenes con estos libros. A sabiendas de esto todo el mundo estudia de los libros “recomendados” estadística e históricamente por el Ministerio creando una situación monopólica de hecho inconcebible.

Fuentes
Népszabadszág, ediciones varias mayo / junio 2006.
Magyar Nemzet, ediciones varias mayo / junio 2006.
Támpont, tankönyv- és taneszközkritikai melléklet, edición marzo 2006.

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