por Gastón Dirk
Para la mayoría de los españoles, los países como Hungría, o los que en general se conoce como los países “donde hace un frío que te cagas”, suelen estar en Europa Central o Escandinavia y ser zonas de elevado consumo de alcohol. Arquetipos y creencias populares hacen de estos países los modelos idóneos de los grandes consumidores de alcohol.
Es el tercer invierno que paso en Hungría y mi amor por estas tierras va en aumento, al igual que mi amor por la bebida, aunque el “palinka” local no esté entre mis preferidas.
Es interesante investigar las raíces del alcoholismo, indagar en él, pero se debe tener claro que de llegar a alguna conclusión, esta no será más que una hipótesis, porque esta enfermedad viene dada por una serie de circunstancias demasiado amplia, como para inclinarse por una de ellas.
Para situarnos voy a empezar por enumerar una serie de estadísticas, que he estado recopilando, sobre el alcoholismo de los “magyares”. Se consume de 40 a 50 litros de vino por año por persona y 110 de cerveza. En varias regiones del país, se gasta de un 40 a un 60 % del sueldo en alcohol. Aproximadamente son 800.000 los alcohólicos registrados en Hungría y más de 7.000 personas mueren al año por cirrosis. A juzgar por estas estadísticas podemos decir que es un país en el que el nivel de alcoholismo es elevado.
Yo, como cronista de los abismos, y como artista decadente, conozco los ambientes bohemios de la capital. He visitado los “kocsma” (bares de mala muerte) mas degradantes, donde una capa densa de humo invade el lugar y los alcohólicos están a punto de enzarzarse en peleas con lanzamiento de taburete incluido. Y aunque he crecido y viajado por buena parte de España, diría que aquí son muchos más frecuentes, o al menos proporcionalmente, tomando en cuenta extensión y población.
En los países nórdicos, con una larga tradición en el tema, dicen que el alcoholismo y más allá el suicidio, tienen que ver con los divorcios y con el frío. Aquí es el frío: el cielo constantemente gris, la sensación de que en el aire algo no va bien, la oscuridad entristecedora. Y aunque sea una consideración algo poética seguro que el frío y toda su metáfora, conduce a la depresión y de la depresión al alcohol todos sabemos que hay solo un paso.
He estado toda la noche en vela tratando de desmarañar los secretos del alcohol. Y aunque suene contradictorio me la he pasado bebiendo, inspirándome en cada trago, pero nadie podrá acusarme de no involucrarme en mis escritos.
Hace apenas unos momentos, ahora son las 8:30 de la mañana, he bajado al clásico “supermercado de la esquina” y he podido recopilar mas información para el artículo. He observado que los clientes de género masculino que se encontraban comprando, recién levantados y todavía con legañas en los ojos, no llevaban mas que latas de cerveza o botellines de alcohol duro en la cestita de la compra. El alcohol parece estar al primer orden del día, mucho mas que en otros países que he visitado anteriormente.
Siempre me gusta darle un toque cultural a todo lo que escribo, un toque literario, me parece que hace el texto mas ameno. Así que mencionaré al gran Charles Bukowski (uno de los escritores que leo en exceso y estudio a fondo), un oso, un bebedor nato. Nadie podría aguantar como este hombre aguantó. Budapest me recuerda a él. Los bares sucios, los ambientes de suburbio, la estética gris, los alcohólicos empedernidos que vagan por las calles en busca de la próxima gota de elixir etílico revitalizante. Esta ciudad destila bohemia, nunca mejor dicho.
Otra de las razones obvias que causan el alcoholismo y específicamente aquí, en Hungría, son los problemas sociales. En Finlandia o en Noruega, como ya he dicho antes, consumen cantidades mastodónticas de alcohol. El clima es horrible y la tasa de suicidio muy alta, pero también son conocidos como unos de los países con el mejor nivel de vida del mundo, lo cual parece irónico. Pero en Hungría, los sueldos del trabajador corriente y especialmente los relacionados con los trabajos físicos, como por ejemplo un peón de la construcción, no bastan para mantener una familia. Los problemas que de ahí se derivan son asfixiantes. Y esto lleva al alcoholismo en muchos casos. Se puede observar que los trabajadores “duros” beben mucho más que los “hombres de negocios”, incluyendo a los administrativos y demás trabajadores de cuello blanco.
El alcoholismo en Hungría es un tema difícil, pero a la vez lógico y comprensible. Y si cayeron los grandes bajo su dictadura, como Hemingway, Céline, Poe o Bukowski, ¿qué nos espera a los de a pie?
A los 50 años, Charles tuvo que ir al hospital por serios problemas de hígado a causa del alcohol y el médico le dijo que si volvía a beber, lo más probable era que muriese. Charles, al salir del hospital, lo primero que hizo fue entrar en el bar mas próximo y pedir una cerveza.
Ahora, la última copa antes de que cierren.
Nos vemos en los bares.
2 comentarios:
Hola
Me parece muy interesante tu artículo y muy bien escrito. Lo que sí me estoy fijando es que los que escribís aquí no conocéis Hungría. Conocéis Budapest y Budapest no es Hungría, de la misma forma que París no es Francia ni Nueva York es Estados Unidos. Conozco bien Budapest y lo reflejas bien, pero el fenómeno de las ciudades de más de un millón de habitantes... y dos en este caso... debe ser contemplado "aparte" y de forma independiente con respecto al resto del país. Date una vuelta por Szeged, que es donde vivo, y verás que tiene muy poco que ver con Kobanya y similares. Saludos.
Hola:
Más que con la bohemia, el alcoholismo tiene que ver con las malas condiciones de vida y la insatisfacción de la gente, creo yo.
Estoy también de acuerdo con lo que dice el anterior participante: Hungría no es sólo Budapest, vete a los pueblos del campo y comprueba cómo le dan los campesinos al vino y al palinka, es de alucinar.
Hay mucha gente de más de 50 años sin esperanza ni ilusiones que subsiste con pensiones bajas y trabajos mal pagados que se dedica a beber y acaba animalizada, especialmente en aquellos pueblos en los que no hay alternativa alguna al ocio.
Visita las zonas vinícolas, ahí todo el mundo se hace su orujo o su vino en casa, se invitan los unos a los otros y beben bastante más de la cuenta.
Con lo que estoy de acuerdo es con la afirmación de que el largo, frío y poco luminoso invierno invita a dejarse llevar y coger la botella, lo de la "tavaszi fáradtság" es cierto, uno acaba con el cuerpo y el alma cansados al final del invierno, menos mal que llega luego la primavera y todo se pone florido y bonito.
En fin, y además les gustan los tragos largos: largo el vaso de vino, de medio litro la botella de cerveza y todo precedido de su vasito de ron, aguardiente u otro licor. Así te tomas tres rondas y ya estás colocado, media hora de descontrol y a dormir o a liarla. Curiosas costumbres.
Por no hablar del alcoholismo entre los gitanos, los más pobres de los pobres. Hay también hay un serio problema de salud pública.
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