Anita Rubia
En Hungría hay elecciones el 9 de abril. Si salgo de la ciudad puedo ver carteles por todas partes, cuando vuelvo todavía hay más carteles. Toda la ciudad está llena de colores. Es normal, son las dichosas elecciones. Hay naranja, rojo, azul y verde. Y la pregunta es: ¿qué color elegir? Y todavía otra pregunta más importante: ¿qué cara? Porque los partidos están todos representados con caras. ¿Pero qué sabemos nosotros sobre los programas de los partidos? La verdad es que se sabe poco, y son bien diferentes. Pero los colores los conocemos bien y sabemos también que solo hay una buena elección. Sin duda. Porque los políticos lo dicen y nosotros lo creemos. Tenemos que elegir correctamente, porque además, si no, nos repiten una y otra vez, va a venir un tiempo de horrores. ¡Para ellos Todos son malos augurios!
En la televisión las noticias están llenas de tonterías de los políticos. Nosotros nos reímos de ellos y los disculpamos, y después perdemos (o no). Y si no los perdonamos, después tenemos un problema más grande aún. Porque esta es nuestra fiesta, la fiesta de la nación. Pero ¿de qué nación hablan?
La semana pasada hubo dos grandes concentraciones de los dos partidos mayoritarios. Solo la elección del día fue todo un desafío a la inteligencia. La cuestión era si había que hacerlas el mismo día o no. Una pregunta muy importante para los partidos, para la ciudad y, naturalmente, para la nación toda. Porque es nuestra “fiesta”.
¿Se vota con el corazón o con la mente? En Hungría no está muy claro. Creo que tenemos que aprender que ni el MSZP ni el FIDESZ son los únicos con la única fórmula para un futuro fenomenal, pero tampoco los únicos que asegurarán un futuro horroroso.
¿Qué futuro va a venir? ¿Uno naranja o uno rojo? Vamos a ver.
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