por Zoltán Brezina
Estaba jugando en el ordenador a un juego de guerra. Estaba metido hasta el cuello en la película...y pasé a la siguiente pantalla: Fui a la tienda de la esquina. Entré y vi a una vieja parada del otro lado del mostrador, la dependienta. ¡No tiene más balas! –le dije un poco alterado.
Podría haber sacado ahí mismo la foto, todo estaba tan ordenado en ese espacio diminuto....y ahí estaba con la boca abierta, pensando en soldados y...di un salto cuando la mujer me respondió: - Le tendría que preguntar a mi jefe.
¿Y quién será su jefe? – me quedé pensando mientras me daba cuenta que desde todos los rincones me estaban bombardeando Fidesz y Mszp.
De repente aparecieron unas flores enfrente mío, dibujadas sobre unas piruletas y envueltas en plástico. Bueno, bueno.....¿estamos viviendo en los ’60? Ahí nomás saqué el cuadro de la foto. Eso es lo que necesitaba –pensé, y compré dos flores, ¿tal vez de regreso al futuro?
Volví a casa, todo el tiempo con la cabeza gacha, mirando el suelo. ¿Por qué? Y porque necesitaba concentrarme, enfocar la próxima imagen, sin prestar atención a otra cosa.
No quería mirar alrededor, me había quedado sin balas y en esos casos es mejor meterse bajo la arena, ya sabéis: estar solo con mis flores cursis, ponerlas bajo la lámpara....igual, ¿qué podía hacer yo para cambiar el futuro? ¡Sentirme un gnomo, un enanito mágico!
¡El campo de batalla, amigos míos! Solo tenía ganas de pasearme en el carro, frente a ellos, tirado por cerdos y tocar el violín. ¡Lo demás es rock and roll, nena!
Quizás todavía quedaba alguna munición por ahí perdida, y fui por venda para cubrir las flores.
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