sábado, mayo 20, 2006

Hungría. Corrupción a la carta. De primero Kulcsár con fritas


El lado positivo de la catarata de denuncias por corrupción que aparecen en la media local podría ser un síntoma de cierto proceso de purificación ético – político, juntamente con un alto grado de libertad de expresión.

Por otra parte el tono jocoso con que se llegan a presentar ciertos casos como el de Kulcsár y su banda, o la falta de asunción de responsabilidades políticas del gobierno nos dan justamente la impresión contraria.

Poder y corrupción van de la mano, y es bueno tener en cuenta que su acepción es amplia y variada, como indica Mantilla en su artículo al referirse a las discriminaciones del pueblo gitano o a la indefensión de los extranjeros que se dan de bruces contra el brazo duro de la ley.

Considerar la variedad de maneras en que el poder se corrompe no es especialmente útil para visualizar un supuesto enemigo: un complicado entramado de relaciones oscuras, algo así como los “ellos” del Eternauta; sino más bien para ampliar nuestra capacidad social y política de alianzas para contribuir a la mejora del espacio donde peloteamos.

Cuando todavía existía el peligroso bloque soviético los estudios sociológicos aseguraban que existía una relación directa entre concentración formal de poder y corrupción; actualmente, ya fenecido el chapulín colorado, esta aseveración podría ser cuestionada. La corrupción está por todas partes, y pertenece a un substrato que sobrepasa el modelo económico o político y más bien se cuadra en la disyuntiva individuo - sociedad que tanto entusiasmaba a los primeros estudiosos de las ciencias sociales.

Espero que disfrutéis con esta colección de artículos “Hungría. Corrupción a la carta. De primero Kulcsár con fritas” y que os animéis, quienes viváis o hayáis vivido en Hungría a escribir en las próximas ediciones. Solo tenéis que enviarnos un e-mail y os contestaremos a la brevedad indicándoos formato y tema.

Sebastián D. Santos-P.

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