por Aranyos Eszter
Todo empezó alrededor de marzo, unas semanas antes de las elecciones. Hasta allí el 250 había sido el número mágico durante años, el cambio de siempre de forint a euro. Variaba un poco para arriba o para abajo, pero más o menos se mantenía igual, desde que el 4 de junio de 2003 habían fijado el margen de variación aceptable para el forint, sin necesidad de intervención del Banco Central Húngaro, en 282,36 +/- 15% (de 240,01 hasta 324,71).
En marzo empezó a subir, y pensamos todos que no había ningún problema, que se trataba de un malestar temporal y que pasadas las elecciones todo mejoraría rápidamente. Porque estaba claro que hasta la fecha de las elecciones, faltaba muy poco, no habría ningún cambio substancial en la economía, y de haberlo, el gobierno tampoco intervendría para modificar la situación. Y pasó el 9 de abril, y el 23 de abril, y se constituyó el nuevo gobierno, y todos tan contentos porque un gobierno reelegido significaba estabilidad del sistema democrático y por ende, guiños y augurios positivos para el mercado.Sin embargo, unos días después de las elecciones, el ministro de finanzas encargado confesó que el déficit presupuestario previsto para este año, en porcentaje del PIB, podría alcanzar el 9,5 %, contra el 6% calculado anteriormente. Ducha fría: el forint en subida.
En junio, Gyurcsány, enredado en una serie absurda de declaraciones contradictorias, inició las restricciones y las reformas para mejorar el balance presupuestario del país. El plan contemplaba un buen recorte de gastos y un serio plan de ahorro, esperando, entre otras cosas, la mejora del forint. Y entonces vino la sorpresa, lo que según los libros de economía no debería haber pasado. Los inversores no reaccionaron a la noticia de las restricciones. Y la situación todavía se agravó más cuando el instituto internacional de calificación de créditos Standard & Poor (S&P) bajó el indicador de riesgo de los créditos de forint a largo plazo (su competencia británica, Fitch Ratings ya lo había rebajado en diciembre de 2005).
Y en este contexto los problemas internos terminan, lamentablemente, uniéndose a la situación económico-política internacional. Hungría pertenece a los mercados emergentes, junto con la lira turca, el zloty polaco o la corona eslovaca, entre otros. En un pasado no muy lejano los inversores preferían estos mercados por el margen existente entre las inversiones de los mercados emergentes y los desarrollados. Sin embargo, desde el 2004 el Fed, que hace las veces del banco central de Estados Unidos, subió 17 veces con 0,25 puntos el interés interbancario, lo que redujo comparativamente las posibilidades de ganancias en inversiones de riesgo. Esta subida de los intereses tiene su efecto tanto en la Unión Europea, como en Japón y por supuesto también en los mercados emergentes.Además, la mayoría de las divisas de estos mercados están a la baja por razones internas. En Eslovaquia por el resultado de las elecciones; en Islandia, en Turquía y en Nueva Zelanda por el saldo negativo del balance fiscal; y en Polonia por el escándalo de la ministra de finanzas como agente secreta. Y todo esto, en suma, termina empeorando considerablemente el perfil general del grupo.
Para mejorar la situación, el Consejo Monetario hizo un intento, aunque tímido, en la tercera semana de junio, subiendo el interés interbancario en un 0,25%. La subida fue ínfima y no tuvo apenas incidencia en el mercado. No hubo ninguna reacción.
Felizmente en los últimos días se han percibido ciertas mejorías en el mercado estimuladas fundamentalmente por la declaración del Fed diciendo que no va a subir más el interés interbancario estadounidense; en segundo lugar, porque los datos macroeconómicos del primer trimestre del año han resultado ser muy positivos. El déficit presupuestario, comparando con la misma época del año pasado bajó; las exportaciones y las importaciones subieron; y el déficit del balance fiscal del primer trimestre ha mejorado las expectativas.
En fin, hay esperanzas y los intereses son variopintos, puede que opuestos o puede que complementarios. Al Estado el forint débil le ayuda; mejora las posibilidades de exportación y palia, un poco, los efectos del plan de restricciones. A las empresas multinacionales también les interesan unos cambios de tipos altos para devaluar más los costes. En la otra acera, los habitantes y las empresas importadoras están interesados en la mejoría del forint.
Al fin y al cabo, habrá que esperar hasta otoño para poder ver el tema con más claridad. En septiembre u octubre ya habrán decidido, punto por punto, el paquete de leyes de ajuste y se podrá tener una idea más precisa de la Reforma. También habrán pasado las elecciones municipales y habremos entregado el programa de convergencia a la Unión Europea, esperemos con un presupuesto saneado.
Ya os iré contando lo que va pasando.
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