jueves, julio 13, 2006

Los papeles del tesoro desplazan las inversiones en mercados emergentes

por Gábor Sándor

El hecho llamativo y recurrente en la prensa húngara de este último mes es la devaluación histórica del forinto que mantenía una agradable estabilidad. Rápidamente en el transcurso del mes de junio ha pasado de 250 a 280 ft /euro.

Propongo interpretar esta devaluación desde una perspectiva macroeconómica, considerando a Hungría como parte, de lo que ahora llaman “mercados emergentes”, una denominación que viene a sustituir la antigua de “países en vías de desarrollo”.Se consideran dentro de este grupo los países de la región de Asia-Pacífico (exceptuando Japón), del este europeo (especialmente Rusia, Hungría, Chequia y Polonia), Latinoamérica (con México y Brasil como principales economías regionales) y Sudáfrica. En una clasificación más fina Hungría estaría incluida dentro del grupo de Mercados Emergentes de Europa Oriental, que suelen incluir a Rusia y Turquía. Y finalmente el grupo estrecho donde se terminaría encuadrando es el EC3 (Europa Central 3), con Polonia y Chequia.

A partir de esta perspectiva el hecho sobresaliente de estos últimos meses es la retirada masiva entre mayo y junio de millones de dólares de los mercados emergentes. De los 34,000mdd US$ provenientes de inversionistas extranjeros que entraron durante los primeros cinco meses del 2006 hoy en día 11,000 mdd US$ ya han sido retirados. Por otra parte de mayo 8 a junio 13 el índice accionario de mercados emergentes de Morgan Stanley perdió un 25 por ciento. Hungría con ello, y se lleva la palma, está valorada en 1,1 con una baja mensual del 25,9%.


Como se puede apreciar en la tabla adjunta la valoración a la baja, por parte de los inversores, no es igual para todos los países. Este se debe a que, paradójicamente, la consolidación del país como centro de producción de economías más desarrolladas y la mejora del desarrollo económico en general, lo hace menos seductor a los inversores que optan por el riesgo y los beneficios rápidos. En el caso húngaro la mejora de su gestión económica, la credibilidad institucional y el acceso a fondos de financiación de los países más ricos de los UE15 está siendo valorada de forma variada por los inversores. Las mejoras fiscales y la mano de obra barata y flexible no parecen ser motivos suficientes para mantener las inversiones en el país.

Para poder explicar esta situación he propuesto considerar una perspectiva contextual de la cual Hungría forma parte: los mercados emergentes, en tanto engranajes de plazas de inversión multiestratégicas, variables y poco profundas. La economía mundial ha demostrado ser cíclica y susceptible de saturación y búsqueda de equilibrio. Esto lo hemos podido constatar en carne propia durante las últimas crisis de 1973, 1987, 1997 y 2000.

La economía mundial, viene caracterizándose por un crecimiento global alto y duradero, con tasas anuales que superan la media histórica desde los años ’70 (3,8%). Esto se debe a una intensificación del comercio internacional que, en la actualidad, representa un 30% del PIB. Todo esto en un contexto de baja inflación mundial, bajas tasas de interés y precios de materias primas elevados.

Estados Unidos es el principio y el fin de todas las políticas económicas que disfrutan o padecen los habitantes de la Tierra. Para paliar la crisis de 2000, la Reserva Federal optó por la baja de los tipos de interés y la supresión o drástica reducción de la mayoría de impuestos a los grandes capitales. Ello trajo consigo un aumento considerable de la liquidez, lo cual promovió el consumo interno, las importaciones, sobre todo de China y con ello el aumento del precio de las materias primas, fundamentalmente del petróleo, que ya alcanza los 70 dólares por barril. Además los mercados emergentes se vieron beneficiados del exceso de liquidez con abundantes inversiones extranjeras. Hoy la burbuja revienta y el mercado busca una situación de equilibrio. Para la mayoría de analistas, como por ejemplo, Stephen Roach de Morgan Stanley, el reajuste que se avecina no parece ser preocupante dada la estabilidad de los mercados emergentes, aunque otros, como Alex Callinicos, anuncian una rotura social similar a la de los ’70, con la famosa stagflation, es decir inflación creciente acompañada de desempleo.

El problema fundamental es que el aumento del consumo interno en EE.UU. trajo consigo un importante desequilibrio en la balanza comercial, donde el volumen de importaciones supera considerablemente al de exportaciones. Para compensar la diferencia el gobierno americano recurre a gigantescos préstamos provenientes de Asia, del Banco Central de China, que se constatan en la compra de papeles del Tesoro norteamericano. El aumento de las tasas de interés de referencia, que se espera no superen el 5% hasta finales de año, sirve para estimular este tipo de operaciones y sanear la balanza comercial.

Los cambios en la política monetaria estadounidense obligan a cambiar las perspectivas y las proyecciones de inversión. Los inversores retiran sus capitales de zonas de riesgo y los depositan en bonos del Estado, que prometen intereses seguros y cada vez más interesantes. La parte negativa de este proceso monetario es la disminución de la liquidez en el mercado, la consecuente reducción del consumo y de la demanda y por ende, de la producción de materias primas.

La devaluación del forinto, siguiendo la estrategia de la lira turca, el rand sudafricano, la corona islandesa y el dólar neocelandés forma parte del intento de los gobiernos locales de evitar la fuga de capitales extranjeros presentando una zona, viable y seductora económicamente hablando.
El caso turco, que sería el referente más importante y que arrastra a Hungría y a la zona de influencia, es un ejemplo claro del mantenimiento e insistencia en una política de ajustes y deflación, intentando jugar con los vaivenes económicos de la economía mundial. Turquía ha consolidado los últimos años un crecimiento estable alrededor del 4,5% anual y ha logrado reducir la inflación del 65% del ’99 a un 7% en la actualidad. Por eso se entiende que sus políticas de ajuste sean aún mucho más agresivas que las del resto de la zona.

En definitiva para el caso húngaro se esperan mejoras substanciales para los inversores que se verán reflejadas en el sistema impositivo, en el mercado laboral y en una más que probable reforma financiera.

Fuentes:

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