por Kléber Mantilla
En economía nada está dicho. Tampoco existen recetas milagrosas para cualquier embate. Como cualquier administración dentro de una casa, todo depende de la manera de gastar la cantidad de dinero que ingresa. Distribuir cada moneda se parece a una complicada partida de ajedrez y una de las más arriesgadas jugadas es devaluar. ¿Pero de qué se trata este complicado juego? ¿Quién podrá detener la cotización del forinto, que al finalizar junio bordeaba los 282 por euro con tendencia al alza? Si se mantienen las dudas actuales en los mercados, el incremento fácilmente puede llegar a 300 a finales de julio.
Consideremos primero que la incertidumbre política ha causado un resentimiento en los mercados emergentes y Hungría ha sido vulnerable a las medidas adoptadas por el gobierno para acortar el déficit de su presupuesto. Cuando los agentes económicos, que vienen a ser los jugadores de la partida, esperan que una moneda se devalúe, empiezan a vender esa moneda a cambio de otras divisas, que pueden llamarse euro o dólar. La movida principal la realiza la autoridad monetaria: el Banco Central, encargado de mantener la cotización y consiste en comprar las divisas para así evitar que se deprecie el tipo de cambio. Además tiene potestad para elegir el sistema cambiario, sea fijo, variable u otro.Así, al perder reservas para mantener el tipo de cambio también se reduce el tamaño del presupuesto del Estado. Pero si sigue perdiendo reservas, puede ocurrir que los agentes se asusten por el nivel de reservas que pueden ser demasiado bajas y cause una corrida generalizada. Es decir, una gran parte de los agentes verán que las reservas del Banco Central disminuyen muy rápido y comenzarán a vender la moneda nacional.Si tomamos como referencia los diez últimos países que se integraron a la Unión Europea, veremos que todos adoptaron diferentes estrategias para sus tipos de cambio. Por ejemplo, algunos establecieron cambios fijos, otros la flotación libre y varios sistemas intermedios. Cada país escogió y mantiene un camino antes de alinearse a la moneda única, el euro.
Hasta antes de junio, la cotización de la libra chipriota, la corona estona, el forinto húngaro y el lat letón se cotizaban más o menos al mismo nivel. En cambio, otras monedas como la corona checa, el litas lituano, la corona eslovaca y la lira maltesa aumentaron su precio. No así, el tolar esloveno y el zloty polaco que se han depreciado. Por lo que vemos, se puede devaluar pero también revalorar la moneda y para ello también hay estratagemas. En definitiva, cada Banco Central compra y vende la divisa, en este caso el euro, al valor fijado por él mismo y de esta manera el tipo de cambio se mantiene fijo. Cuando el Banco Central compra euros, inyecta moneda nacional en la economía, es decir, aumenta la base monetaria, y viceversa. Las variaciones de la base monetaria tienen efectos en el volumen de los medios de pago, el costo y disponibilidad del crédito, las tasas de interés y por consiguiente, en el volumen de inversión, consumo y la actividad económica en general. Es por esto que la elección de un sistema cambiario es un elemento muy importante para la política económica de un país. Más aún antes de adoptar una moneda común.
Antes del 2001 se devaluaba poco a poco el forinto, era un sistema de paridad deslizante o escalonada. En vez de revaluar o de devaluar de una vez se realizaba la distribución de la variación total en pequeños porcentajes a lo largo de varios meses, para compensar los diferenciales de inflación entre la economía nacional y las de los principales socios comerciales. Pero después de ese año, Hungría adoptó un régimen de paridad fija con el euro en una banda de fluctuación de un promedio entre 15%. El 4 de junio de 2003, el forinto se devaluó y el nuevo tipo de cambio central fue fijado en 282,36 forints por euro.
Según Laszlo Sandor, de la Universidad de Ciencias Económicas de Budapest, la devaluación anterior más significativa del forinto se produjo en enero de 1991, medida que contribuyó a que aumentasen los compradores extranjeros de bienes del estado. “La inflación fue reprimida por el gobierno manteniendo un impuesto severamente penalizado en los aumentos de salarios y la contracción de la producción fue contrabalanceada por un inmenso incremento del crédito comercial entre compañías. La mitad de todas las inversiones extranjeras hacia Europa Oriental llegaron a Hungría, y a la vez se produjo una baja importante en el incremento del precio de consumo (caída de un 20%); el desempleo, por su parte, creció del 3% al 15% entre 1990 y 1993”.
Si bien en el diseño de la política devaluatoria existe la esperanza de dislocar la competencia comercial, pues se supone que una moneda más barata, como cualquier mercancía más barata, podría conquistar mayores espacios del mercado y es posible que el encarecimiento relativo del euro haga menos competitivas las mercancías que vienen del exterior, por otro lado, no es la devaluación la mejor manera de competir, pues puede desarrollar anomalías económicas como la inflación. Al existir expectativas inflacionarias las tasas de interés suelen aumentar. Entonces, con la realización de una política monetaria a través del aumento en los medios de pago se provoca una baja en la tasa de interés y esto causa una salida de capitales hacia el extranjero. Los inversores venden forintos para comprar euros como un escudo protector. De hecho, la salida de capitales disminuye la base monetaria y las reservas internacionales del Banco Central. Pero cuando las reservas bajan mucho, los inversores dudan de que el BC siga manteniendo el tipo de cambio fijo, es decir esperan que devalúen, por lo tanto tratarán de vender lo antes posible la moneda nacional, acentuando la caída en las reservas del Banco Central y las expectativas de devaluación.
Los expertos indican que el responsable de una devaluación es un sector público deficitario, que obliga a los gobiernos a devaluar y a endeudarse para poder financiar la insolvencia. Cuando no hay mayores ingresos o una reducción en los gastos, aparece la tentación de utilizar las reservas en poder del Banco Central para financiar el bache presupuestario. No obstante, si Hungría atrae capitales porque está creciendo o porque ofrece oportunidades de inversión atractivas, recibirá muchos euros apreciando al forinto. La forma de ajuste se daría también a través del sector externo. Y, la apreciación del forinto encarecería el valor de las exportaciones y abarataría el valor de las importaciones. Así, al disminuir las ventas al exterior disminuiría la oferta de divisas presionando al alza al tipo de cambio. La partida apenas ha comenzado pero un jaque mate también puede estar próximo.
Fuentes:
- Estudios Especiales de La Caixa.
- Fernando Luengo y Gabriel Flores. Regímenes de cambio y políticas cambiarias en las transiciones checa, húngara y polaca. Documentos de Trabajo de la Universidad Complutense de Madrid
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