domingo, octubre 08, 2006

El precio de una mentira

por Kléber Mantilla



¿Sabe alguien quién fue el que le movió el piso al primer ministro húngaro? ¿Sabe alguien quién fue el malvado agitador que movió las fichas como si fuera espuma de cerveza hasta provocar el mayor rechazo de un gobierno? Y no solo que lo dejó mal parado y en medio de un riesgo político a granel, latente, sino que hasta la confianza en la economía podría colapsar.

Todo inició el 17 de septiembre cuando se filtró a la prensa una cinta con expresiones extrañas realizadas por Ferenc Gyurcsány durante un mitin político de su propio partido socialista.
La frase más relevante que dice es reiterativa y a modo de reprimenda a sus colegas: "hemos mentido durante cuatro años y ya no podemos seguir mintiendo”. Esta mentirilla del primer ministro habría permanecido oculta para lograr ganar su reelección en abril y una vez difundida cuánto ha costado.

Esa misma noche y frente al Parlamento, cientos de inconformes ciudadanos que ya venían con la sangre en el ojo por el impopular plan de ajuste financiero, salieron a las calles para protestar por tener un "gobernante mentiroso”. El resultado fue la aparición de las más diversas formas de rechazo: hinchas de fútbol, neonazis, cabezas rapadas, héroes perdidos que reclamaban territorios perdidos en la Primera Guerra Mundial, nacionalistas enervados, padres de familia mal asalariados, cibernautas comprometidos con el futuro, entre otros, pero la mayoría con una clara tutela del partido conservador opositor.
Y, de una marcha de protesta pacífica, se pasó al ataque violento de un canal de televisión y otros monumentos públicos, con centenares de detenidos y heridos.

Las protestas se repitieron la noche seguida, a escasos días de las elecciones municipales del país. Como resultado, el primer ministro Gyurcsány tuvo que someterse a un voto de confianza del Parlamento. Esto, después de conocer que su partido fue el gran perdedor del último proceso electoral. "Los ciudadanos no sólo articularon su opinión sobre los candidatos, sino también sobre la política del gobierno, que es observada por la mayoría con actitud crítica”, dijo.
Sin embargo y pese a todo acto de rechazo, el jefe del ejecutivo insistió en que el gobierno aplicará el programa de reformas económicas, sea como sea y cueste lo que cueste. Según datos oficiales el déficit del presupuesto es del 10% y la deuda pública el 67% del Producto Interno Bruto.
Frente a aquello, Víktor Orbán, líder del conservador Fidesz, pidió a los partidos de la coalición gubernamental (Socialista y Alianza de Demócratas Libres) que sustituyan al jefe del ejecutivo o convocará a otra manifestación en la céntrica Plaza Kossuth de Budapest.
Orbán amenazó varias veces y dijo que Hungría requiere de "un gobierno de unión nacional, tecnócrata y sin partidos”.

Pero el problema va más allá. El presidente húngaro, László Sólyom, también pidió después del cierre de los colegios electorales del pasado 1 de octubre, que el Parlamento sustituya a Gyurcsány y lo acusó de ser responsable de "la crisis moral que reina en el país”.
Y en el cierre de esta edición, la opinión pública también ya se ha volcado en contra, puesto que muchos asumen los resultados de la Oficina Nacional de Elecciones (OVI) como decisivos. La formación conservadora Fidesz ganó en las elecciones municipales en 18 de las 19 provincias de Hungría.

Causa sorpresa, que en un país, donde no se exige el voto de los ciudadanos, en los últimos comicios se registró el mayor índice de participación desde la llegada de la democracia tras la caída del comunismo en 1989. El 53,12% de los 8,1 millones de ciudadanos ejercieron su derecho al voto. En 17 de las 23 ciudades más importantes los resultados dieron el poder a la oposición conservadora.
Solo en Budapest, el alcalde liberal Gábor Demszky fue reelecto por quinta vez con el 46,86% de los votos frente al independiente, respaldado por el Fidesz, Istvan Tarlós, que sacó el 45,2%.
La asistencia más alta, con el 57 %, se registró en la provincia de Szabolcs-Szatmár-Bereg en el noreste de Hungría, mientras que el más bajo, el 48 %, fue en Komárom-Esztergom en el noroeste.
Estos datos en medio de un escenario incierto encienden una intensa luz de alerta. La aplicación de cualquier plan económico de gobierno se presenta más desafiante en medio de un camino cada vez más empinado y resbaloso.

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