Muchos de los que viven en Hungría insisten reiteradamente en etiquetarse de deprimidos y si los pescas en algún ataque eufórico te advierten que es simplemente pasajero o síntoma de un gran bajón que se avecina.
Yo más bien entiendo esta llamada depresión, y aquí pongo en el asador toda la verborrea psicoanalítica argentina, como la imposibilidad de verbalizar o expresar un problema, una insatisfacción, un sentimiento.
Creo que las elecciones de abril, justamente, fueron reflejo de esta incapacidad de expresar. Nadie puede decir que se haya sorprendido por el carácter estrangulador del Plan de Convergencia del gobierno. El mismo Gyurcsány, en la campaña de abril lo repitió una y otra vez.
Cuando votaron sí a la política liberal del SZDSZ-MSZP todos sabían lo que iba a venir pero no podían articular un discurso de oposición coherente. Y no me refiero a los partidos políticos de oposición (que parecer ser tengan como objetivo desorientar al electorado más que organizarlo, con un discurso contradictorio y constantemente cambiante) sino al simple ciudadano de a pie.Ni siquiera entro en el terreno del posible militante traicionado.
Pero de septiembre a aquí algo ha cambiado. Miles de personas se manifiestan cada día, pero no solo organizadamente sino, lo que es más llamativo, también espontáneamente, superando las expectativas y el control de los partidos políticos. E incluso hay a quienes se les revienta el tarro y lo rompen y lo queman todo.
En lo electoral los húngaros también han ido más allá del abanico de partidos y han concentrado los votos de oposición. Han unificado la derecha y con ello la oposición en su conjunto, pese a las diferencias entre los partidos. Han logrado, digamos por iniciativa civil y espontánea, pararle los pies al gobierno.
El detonante de este cambio de mentalidad, el entierro de la depresión y la capacidad de verbalizar, de expresar la disconformidad, no se ha debido a ningún cambio substancial en la política del gobierno sino a algo mucho más visceral. La pasión animal de estos días sale de adentro del ser húngaro, de su sangre caliente (¡y por favor, que dejen de repetir que este es un país frío y poco expresivo!).
Como si se tratase de una típica y grotesca película italiana la mentira y el insulto a la madre patria han sido las claves de las movilizaciones y el voto de protesta.
“Este puto país” se atrevió a repetir una y otra vez Gyurcsány en Balatonőszöd. Y hablar mal de la madre o de la patria, eso no tiene perdón. El efecto explosivo de estas declaraciones es difícil de explicar con un discurso político maduro. Tal vez de ahí la falta de precisión de la prensa extranjera cuando publica noticias sobre lo que aquí sucede o hace análisis de las mismas.
De hecho ya son incontables las veces que el Primer Ministro, como todo discurso político, no hace más que pedir perdón, perdón y perdón.
La espontaneidad civil de este período de elecciones es un claro ejemplo de que se avanza en madurez política, tan mermada durante la dictadura comunista. En el tiempo que llevo en Hungría es la primera vez que discuto seriamente de política, en cualquier lugar, a cualquier hora. Da gusto.
Espero que disfrutéis con esta colección de artículos de “Elecciones locales 2006. De la depresión de primavera a la pasión animal de otoño” y que os animéis, quienes viváis o hayáis vivido en Hungría a escribir en las próximas ediciones. Solo tenéis que enviarnos un e-mail y os contestaremos a la brevedad indicándoos formato y tema.
domingo, octubre 08, 2006
Elecciones locales 2006. De la depresión de primavera a la pasión animal de otoño
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