sábado, octubre 28, 2006

La casa, esta revuelta, en el 50 aniversario del 23 de octubre de 1956

Si en algo pueden llegar a coincidir las diferentes formas de revivir en Hungría octubre del 56 es en la exaltación de la patria y la libertad. El lunes para todos fue una fiesta de mucha bandera. Algunos rememoraron con nostalgia la lucha contra la opresión rusa paseando tranquilamente por Hősök tere o la avenida Andrássy, otros la revivieron en carne propia contra el fantasma comunista entre gases lacrimógenos, policías a caballo, porras, balas de goma, chorros de agua e incluso con los propios tanques y camiones de los años 50. Esta versión, fue si más ni menos, terapéutica.

Salimos de casa después de comer con la tranquilidad angelical del eterno turista después de mirar la programación para el día en internet. Era un día precioso, soleado y primaveral. En Hősök tere tenían todo listo para inaugurar el nuevo monumento del 56 y además había unas instalaciones rotatorias recordando a los mártires de la revolución. Más abajo, en Andrássy a ambos lados de la calle había camiones y buses de la época. La gente se subía y se hacía fotos. Incluso llegamos a ver algún tranvía realmente viejo circulando por Oktogon y alguna moto vetusta-vetusta subiendo y bajando por la avenida. Una tarde de helados, patatas fritas con ketchup y terracitas.

El clima, al menos el mental, se empezó a enturbiar cuando llegamos al Corvin. Allí, justo frente al cine, había montado un escenario y hablaban frente a un grupo grande y compacto que llegaba hasta la calle. Ni idea de qué hablaban, lo que me llamó la atención, además de las consabidas banderas con el símbolo monárquico en el medio y las blancas y rojas rayadas recordando el escudo de Árpád, fueron la cantidad de skin-heads que había. El look era de lo más internacional, bomber, pantalones negros, Martins y cabezas rapadas. Como todo símbolo, un mapa de la Gran Hungría. A mi me dan “cosita” esta gente, pero he de decir que no hubo ningún incidente, ni siquiera malas caras. Una concentración tranquila.

La esquivamos y nos fuimos a un museo precioso que habían montado al lado del cine y que juntaba cientos de objetos de la época. En las calles próximas y en la plaza del fondo, que está en obras, había tanques y anti-aéreos donde los niños se subían y se hacían fotos. Era una extraña, aunque agradable, composición de rebeldía. Me hubiese gustado subirme a mi también, pero otro era el lugar donde los adultos se subían.

Ya ahí escuchamos gente hablando por móvil, que comentaba que había movida en Arany János utca con Bajcsy-Zsilinszky. Unos decían que andaban a los piedrazos y otros que la policía estaba tirando con el cañón de agua.
No le dimos mayor importancia y seguimos el tour hacia Astoria a ver cómo iba la concentración del Fidesz.

Ahí, ya estarían por dar las 6 de la tarde, cambió el color de la celebración. Abajo, en el metro, nos lloraban los ojos por los lacrimógenos, pero igual subimos a Deák tér. Siempre es mejor ver las cosas por uno mismo y no por los dudosos medios de comunicación de masas.
Arriba habían montado todo un festival. Justo donde estaba la boca del metro había una larga barricada con piedras, con un tanque y un camión de los años de Montoto. Después alguien comentó que eran unos, que como en Corvin, tenían en exposición cerca de ahí.
Al otro lado y bordeando la plaza había una compacta hilera de policías de choque. De un lado venían los gases y de otro las piedras.
No quisimos abusar de nuestra suerte y tampoco tuvimos tiempo de evaluar nuestro compromiso político. Así que volvimos a bajar, pero el metro ya no paraba en Deák, pasaba de largo.
Buscamos otra salida y nos fuimos por una calle lateral que también estaba blindada por policías. La gente que se alejaba los insultaba y los azules hacían gestos con las manos invitándolos a acercárseles, supongo que para darles de hostias.

Nos alejamos todavía llorando, decididos a ver el Parlamento. De ahí en más caminamos y caminamos eternamente. Toda esa parte de la ciudad estaba cortarrajeada por columnas de policías. Al Parlamento, por supuesto, no pudimos ni llegar y después, cruzar Bajcsy-Zsilinszky para volver a casa tampoco fue fácil. Tuvimos que hacer una parada estratégica en un bareto que aguantaba la movida y ofrecía ánimo y bebida a los náufragos como nosotros que deambulábamos por la ciudad.

En Oktogon conseguimos coger el metro amarillo, precioso, y nos bajamos otra vez en Hősök tere. Ahí estaba Gyurcsány y los famosos 50 jefes de estado. No puedo decir que era una celebración popular, más bien elitista y alejada de la gente de a pie. Alrededor del monumento había un gran cordón policial y dentro una banda militar tocaba sin cesar y otros tantos militares con la tira de banderas marchaban orgullosos.
Un buen grupo de los que miraban, colgados de las vallas de contención, silbaba, tocaba matracas y gritaba: “¡Gyurcsány, vete!”. También es verdad que otros los hacían callar. Eran las 7.30.

Tenían todo cortado. Para volver a casa sin comernos la parafernalia de la inauguración, tuvimos que dar una inmensa vuelta alrededor de Dózsa György. Por suerte nuestra querida hamburguesería estaba abierta y nos manducamos un par de dobles con queso.

Cuesta tomar partido ante estos hechos. Es una situación exigente y muchos ya han optado por volver a la apática generación “x”. La media insiste en los 200 millones de daños ocasionados a la ciudad, el mal comportamiento de algunos manifestantes y la mala reputación que esto implica para Hungría. A mi modo de ver no es un problema, sino un síntoma de un gobierno que no logra consensuar su política y de una oposición oportunista.
El malestar social es un hecho y la falta de alternativas políticas derivan las opiniones hacia la violencia callejera o hacia la abulia política.

Espero que disfrutéis con esta colección de artículos de “La casa, esta revuelta, en el 50 aniversario del 23 de octubre de 1956” y que os animéis, quienes viváis o hayáis vivido en Hungría a escribir en las próximas ediciones. Solo tenéis que enviarnos un e-mail y os contestaremos a la brevedad indicándoos formato y tema.

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