lunes, enero 08, 2007

2006, el secreto de una dieta equilibrada a base de patatas

por Sebastián Santos

2006 es el tercer año para Hungría como socio de la Unión Europea y pese al malestar general de septiembre y octubre pasado, un breve repaso al círculo próximo de amigos me arranca una animada sonrisa. Sin atreverme hacer una declaración pública en apoyo a la política neoliberal y de ajustes en curso, no puedo menos que decir que vamos bien.

2006 fue un año movido y estimulante con bajones más propios de la agitada vida moderna que de un macabro plan para destruirnos. Incluso, me atrevo a asegurar que las pálidas del año que se fue fueron, simplificando, naturales, sobre todo relacionadas con los desequilibrios en la dieta. Estuvimos mucho más influenciados por los vaivenes del universo vegetal que por los grotescos esfuerzos de los políticos por divertirnos.

Mi hipótesis inicial consiste en afirmar que las variaciones en el precio de los alimentos determina la cantidad y forma en hacemos uso de los mismos. A partir de aquí, los 3 meses de crisis de 2006, febrero, mayo y agosto, se explican, desde esta óptica nutricionista, por la variación extrema del precio de la comida, fundamentalmente de los vegetales básicos de la cocina húngara.

Así, febrero fue uno de los meses negros justamente porque el kilo de paprika alcanzó los inigualables ¡710 Ft! Y si combinamos la escasez de semejante valor nacional en la mesa húngara, con la insultante visita de Toni Blair, ya no son de extrañar las prematuras muertes que asolaron el mes, el abandono de empleos en rechazo a contratos leoninos y los ataques de soledad de los que no pudieron acompañar a sus parejas en sus viajes al extranjero para cuidar a su familia.

Tal es la desproporción de universitarios en el mercado laboral que muchas veces llegan a aceptar trabajos sin salario alguno solo para coger experiencia, con la esperanza de que en un futuro, un currículum más abultado los coloque en mejor posición frente a los demás.

En mayo fueron las patatas a ¡580 Ft. el kilo! ¡Un robo! Y de ahí el escándalo Kulcsár y vuelta a las despedidas. Esta vez no fueron los sesentones los que nos dejaron, sino los viejos, los de la muerte anunciada, aunque por eso no menos sentida. Volvieron, a montones, a dejar sus trabajos esclavos y el plan de reformas urbanísticas de la ciudad acabó por desalojar tradicionales inmuebles para que el capital extranjero los transformen en lujosos edificios.

Y si antes mencioné los contratos basura, aquí hay que hablar de los contratos de explotación, donde aunque los salarios son considerablemente superiores, ya que me estoy refiriendo a la venta inmobiliaria a extranjeros, la dedicación es de 24 horas, 7 días a la semana, y contra factura, ocultando con ello la relación de dependencia.

En agosto, con los frescos, alegres y jugosos tomates tirados de precio (a 271 Ft. el kilo) se acentuaron las contradicciones. Tal vez porque cuando nos ponemos requete contentos abrimos tanto el grifo que dejamos salir risas y miserias sin distinción ni criba. “Corté con J.” “Corté con E.” No fue raro escuchar como acababan viejas amistades. Otros simplemente lloraron al terminar la fiesta cuando fueron a despedir a tan fantásticas visitas al aeropuerto.

Y como cada agosto, subió la cuota de viejos muertos. Antiguamente se morían en invierno, ahora, en la acogedora y confortable Europa, lo que no logran soportar es el calor.

Pero como decía al principio las desdichas de 2006 no fueron las más; al contrario, el pasado año estuvo lleno de aventuras y nuevas propuestas. Cuando pregunté por los mejores momentos del año, todos, en seguida, me hablaron de viajes, de jugosas y divertidas lenguetadas camaleónicas por Hungría, Europa (incluyendo la futura Turquía) y América.

De Hungría recogí como típicos destinos de vacaciones el inimaginable Miskolc, Eger, Aggtelek, Velence, Balaton, Kapolcs, Esztergom, Siofok, Rackeve, el perdido Morahalom o Harkány. De Europa, Barcelona, Helsinki, Hamburgo, Roma, Madrid, Lisboa, Ankara, Viena o Zagreb. Y de América, Buenos Aires o Greenville.

En julio, en Hungría, no quedaron ni los perros. Huimos. Huimos del precio escandaloso de la cebolla, ¡a 154 Ft. el kilo! Y en vez de asustarnos, festejamos alegremente el mínimo histórico del forint, que se situó a 284 frente al euro.

Después de los viajes, es de destacar el espíritu emprendedor y novedoso del año muerto. Además de salir el número 1 de El Quincenal, hubo de todo, y todo apasionante y en movimiento ascendente. Hubo bodas, embarazos, bebés, pisos, reformas y muebles nuevos.

Paralelamente, como ya comenté, si bien se perdieron algunos trabajos, siempre aparecieron nuevos, llenos de nuevas ilusiones. Yo, por ejemplo, empecé en la Lauder, donde sigo contento como una pera y donde por fin logré que me hiciesen un contrato en regla y me diesen el bendito carnet nacional de profesor.

Hubo también poderosos eventos internacionales, como el famoso Congreso Catalán, y se publicaron cientos de libros, que por elegir alguno divertido os recomiendo la traducción al húngaro de Maitena.

De broche, con o sin hijos, y por mencionar 2 universos paralelos que ayudan a un mundo mejor declaro un aplauso general a las estudiantes de la carrera de intérprete y de éloforras, que resulta algo así como “energía vital”.

Ordenando los datos que recogí, resulta, y tampoco es de sorprender (porque digamos que es cuando en esta parte del globo declaramos inicio “lectivo” del año) que en septiembre, vacaciones fuera, se produjeron la mayoría de las alegrías que acabo de mencionar.

Y si todavía estábamos algo abrumados por el calor que no se iba, la movida de Kossuth Tér y la brutal toma de la televisión seguro nos terminaron de espabilar y nos ayudaron a mirar claro y con perspectiva hacia el futuro.

¿La verdulería? De lo más tranquila, estable, sin precios máximos ni mínimos. Cada cosa estuvo en su lugar y a su justo precio. Las patatas a 101, las cebollas a 141, la calabaza a 95, los tomates a 295 y la dichosa paprika a 268. Como si la base de un buen proyecto fuese, para empezar, una buena y equilibrada dieta. Plaza tranquila, mente abierta.

Para terminar imprescindible destacar el buen recuerdo que todos guardan de las fiestas con los seres queridos. Los regalos, la Navidad, el año nuevo y sobre todo las lentejas del 1 de enero, el szukot, las fiestas de la escuela, los cumpleaños, el día del nombre, el día de la madre, las reuniones con viejos amigos de la universidad y ese batallón de nuevos colegas que fuimos reclutando de fiesta en fiesta, de bar en bar.

El mes de la amistad, y así lo declara mi encuesta, fue octubre, inundado de fiestas de calabaza al horno con miel. ¡Un kilo de calabaza solo 89 Ft.!

Paradójicamente, mientras unos se amaban, alrededor de Astoria la policía repartía balas de goma y pegaba, a diestro y siniestro con la “vípera”, festejando el aniversario de la revolución del ’56.

Fuentes:
Instituto Nacional de Estadísticas
Encuesta 2006 del Quincenal de Hungría

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