Mato una mariposa. ¡Qué bendito divino minuto! La ecología, el santo placer de la matanza, no le importa un pito nadie. El discurso verde es, con todo mi odio, de un hipócrita insultante. Es un perverso juego que consiste en ver quien la tiene más grande, quien dice la mentira más impresionante. Vivimos encerrados en un paranoico juego de las apariencias, donde muere cada día este gusano de colores y solo quedan en cartel los cuatro mandamases con los cañones de la media siempre disparando. Al que espera a mañana, así le espera el día de mañana, nos dicen. Y usan y usan a diestro y siniestro las protestas verdes (todas ciertas por otra parte) para pelearse entre ellos.
¡Que la muerte se adelante a cada sonrisa de felicidad! ¡Que pierdan la fuerza y el valor antes del duelo! ¡Que la vida deje de ser siempre un alegre banquete para los demás! ¡Que todo oro queme! ¡Que cada beso sea un delicioso veneno!
Y si dejas de comprar tal marca, terminas comprando la otra y si llegas a lograr que te saquen el basurero atómico del jardín de casa es porque lo han conseguido colocar en otro parque. Eso es lo que pasa con lo verde, nunca sabes si estás arreglando algo o la está jodiendo como nunca. Llevamos años de luchas ecologistas y todo va peor. La mentira crece y los agujeros son cada vez más grandes. Quizás viviríamos más tranquilos aceptando nuestra odiosa e inmoral esencia y dejándo de llenarnos la boca con palabras vanas. ¿Quién quiere dejar el confort y las maquinitas? ¿Acaso tienes alas? ¿Aleteas? ¿Estás contenta?. ¿A quién se le ocurre compartir su riqueza con los pobres y reconocer, con los hechos, la explotación mundial? Tal vez a algún joven idealista, pero hoy por hoy, al menos en Hungría, por elegir alguna reivindicación, mejor se ocupan de protestar por el reciente cierre de los 21 institutos secundarios. Pues por eso te mato. Y soy feliz porque he matado.
Por suerte, esta editorial, inspirada en los hermosos versos de Endre Ady, que me he atrevido a traducir y colar en el texto, no son reflejo fiel de los artículos que acompañan. Ellos tienen todavía ese tilín romántico de la ilusión.
Espero que disfrutéis con esta colección de artículos de “Entre todos la vamos a arreglar. Una palmadita al medioambiente” y que os animéis, quienes viváis o hayáis vivido en Hungría, a escribir en las próximas ediciones. Solo tenéis que enviarnos un e-mail y os contestaremos a la brevedad indicándoos formato y tema.
Endre Ady (1906) Nuevos versos. He matado una mariposa
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