por Albert Lázaro-Tinaut
Ante todo quiero expresar mi agradecimiento, en nombre de muchos amigos catalanes y húngaros de Eloi Castelló residentes en Cataluña, a EL QUINCENAL DE HUNGRÍA por sumarse con esta devoción al homenaje en memoria del amigo desaparecido tan prematuramente y, al mismo tiempo, a ese amante apasionado de Hungría, la que fue sin duda su segunda patria, de la que con amor y tesón aprendió la lengua y de cuya literatura fue, con toda certeza, uno de los mejores y más inquietos difusores. Gracias a su labor, los catalanes hemos podido saborear muchas páginas notables de valiosos escritores húngaros, como quedó constancia en el último número del QUINCENAL.
Me resulta muy grato, pues, acceder a la petición de los activos redactores de esta publicación y resumir el homenaje que tributamos a Eloi Castelló, conjuntamente, tres entidades a las que él estuvo vinculado: la Associació Cultural Catalano-Hongaresa, la Casa de l’Est y el Comitè de Traduccions i Drets Lingüístics del PEN Catalán.
Eloi Castelló debía haber participado, como ponente, en la mesa redonda sobre “Exterminio y traducción” que se celebró el viernes 9 de marzo dentro del programa de unos encuentros que, bajo el título de “Llengua i extermini” (‘Lengua y exterminio’), organizaba en la sala de actos del emblemático edificio de La Pedrera de Barcelona la Fundació Caixa Catalunya y el Comitè de Traduccions i Drets Lingüístics del PEN Català. Se decidió, pues, suplir su ausencia por un homenaje a su figura y su labor como traductor y magyarófilo, acto en el que pronunciaron parlamentos, ante una nutrida concurrencia, las personas que iré enumerando a continuación.
Habló en primer lugar el Honorable Señor Ferenc Szabó, cónsul general de Hungría en Barcelona, el cual glosó la figura de Eloi Castelló como transmisor de los valores de su país y, sobre todo, de la literatura húngara al ámbito cultural de la lengua catalana, que había hallado en él a un magnífico interlocutor entre los dos pueblos y que había contribuido, por tanto, a un eficaz acercamiento entre ellos. Tuvo, en este sentido, palabras de agradecimiento al homenajeado in memoriam y manifestó su satisfacción por haber podido participar en el acto como representante del estado húngaro.
A continuación tomó la palabra el profesor Károly Morvay, que había querido estar presente en el acto en representación de la Universidad Eötvös Loránd de Budapest, y recordó cómo había conocido a Eloi Castelló, hace diez años, siendo miembro del jurado que había de elegir al nuevo lector de catalán destinado a su Universidad, y cómo aquel jurado consideró a Eloi el candidato idóneo para ocupar el puesto. Valoró el entusiasmo y la profesionalidad con que nuestro amigo cumplió con sus deberes académicos, tanto en Budapest como en Szeged, y cómo a ello sumó el valor añadido de imbuirse de la lengua húngara hasta convertirse en traductor literario de la misma. Completó su discurso leyendo en húngaro unas palabras que aparecían, en recuerdo al amigo fallecido, en la página web de la facultad de letras de la Universidad de Budapest, y terminó su parlamento dirigiéndose a Eloi, a quien trató de “entrañable colega nuestro”, con estas palabras (que traduzco del catalán): “¡Descansa en paz, amigo! Te recordaremos siempre, no queremos decirte adiós.”
El Dr. Adán Kovacsics, notable traductor de literatura húngara y germánica al castellano, expresó emocionado la tristeza, el dolor y el desconcierto que nos embargaba a todos “porque una persona tan joven como Eloi Castelló nos haya dejado”; consternación por la muerte de un colega cuyos pasos en el mundo de la traducción había seguido con interés y afecto. “Recuerdo como si fuera ayer –dijo– la primera vez que lo vi. Fue en un curso sobre Hungría que se impartía en el Club de Amigos de la UNESCO. Él estaba allí, como oyente. Me llamó la atención su presencia, su expresividad, su aspecto de vitalidad y de alegría. Después lo fui conociendo un poco más y, desde luego, me admiró su dominio de la lengua húngara, y su modestia, pues no se vanagloriaba de ello.” Y lamentó no haber estado más cerca de él, “porque un muro, aunque sea de cristal, se levanta muchas veces entre todos nosotros”. Transmitió, además, el recuerdo cariñoso de uno de sus editores, Jaume Vallcorba, que no había podido acudir al homenaje por hallerse en el extranjero.
Frederic Guerrero, uno de los componentes de la “colla” (grupo de amigos próximos) de Eloi, hizo, sin duda, el parlamento más emotivo. Por esta razón y por lo mucho que significa, queda transcrito, en traducción castellana, al final de esta crónica.
Luego, Zsigmond Kovács habló brevemente como miembro de la pequeña colonia de húngaros residente en Cataluña y como representante de la Junta Directiva de la Associació Cultural Catalano-Hongaresa, de la que Eloi Castelló formaba parte. En su sentido homenaje quiso darle las gracias y, dirigiéndose a él, pronunció las palabras que traduzco:
“Gracias, Eloi, por tu tarea de traductor incansable y entusiasta de obras importantes de grandes escritores húngaros, como Márai, Kertész y Kosztolányi, algunas publicadas; otras, como “Alosa”, de Kosztolányi, y “La germana”, de Márai, todavía por publicar. Y otras que, lamentablemente y con toda seguridad, no han pasado de ser un proyecto.
Gracias por ese entusiasmo que tenías por todo lo que estaba relacionado con Hungría, donde viviste enseñando catalán a los alumnos de la Universidad Lóránd Eötvös, y que se había convertido en tu segunda patria; donde dejaste también muchos amigos, como Krisztina Nemes, que había pertenecido a nuestra asociación y se había convertido en tu guía por los rincones y recovecos de la lengua húngara.
Gracias también por haber amado tanto a Cataluña y a Tàrrega, donde naciste, igual que mi esposa, por lo que nos unía un vínculo personal: para nosotros también eras “el chico de Cal Gassol”, aquella tienda emblemática del centro de Tàrrega.
En fin, Eloi, gracias por todo.”
A continuación tomó la palabra Rossend Arqués, del PEN Català, quien se refirió a la intensa colaboración de Eloi con el Comité de Traducción y Derechos Lingüísticos de aquella entidad y al importante papel que desempeñó en la pugna por el reconocimiento y los derechos de los traductores. Hizo mención a la última relación que mantuvo con él durante la organización de las Jornadas que acogían este homenaje, en las que su repentina muerte impidió que participara, y le agradeció también sus valiosas aportaciones a la cultura catalana.
Me tocó a mí clausurar los parlamentos, y lo hice primero en nombre propio, como amigo de Eloi Castelló, y después en nombre de la Junta Directiva de la Casa de l’Est. Manifesté que, aunque mi primera relación con Eloi fue relativamente tardía, cuando ya había publicado sus dos primeras traducciones, en algunos momentos llegó a ser intensa porque compartíamos el amor por Hungría y su cultura, su literatura en particular, temas sobre los que solían girar nuestras conversaciones. Manifesté que, en mi opinión, era tan ciega la pasión del amigo Eloi por Hungría, que sólo quería verla con los ojos del corazón, lo cual le permitía rehuir la realidad cotidiana, que en algunos momentos hubiera podido desengañarle. Porque, en el fondo de su su alma curiosa y sensible, enmascarada por su imponente presencia física, nuestro amigo Eloi era un romántico excepcional y maravilloso.
Ya como representante de la Casa de l’Est, manifesté que no queríamos que el homenaje al amigo desaparecido a la temprana edad de 34 años terminara cuando se cerrara el acto que estábamos celebrando y quedara vacía aquella sala, y anuncié oficialmente que nuestra entidad había acordado perpetuar su memoria instituyendo el “Premio Eloi Castelló de traducción literaria al catalán”, que se otorgaría con la periodicidad que se decidiera en su momento a la traducción que un jurado destacara entre las que se hubieran publicado en un determinado período de tiempo, aún por concretar. Dicho premio se otorgaría a traducciones cuya lengua de partida fuera cualquiera de las de los veintitrés países de la Europa central y oriental representados en la Casa de l’Est, con lo cual pretendíamos que se dieran a conocer mejor las literaturas de dichos países, algunas de las cuales son totalmente inéditas en nuestro país.
Tras los parlamentos, la profesora y traductora Dolors Udina, que había estado actuando con gran diligencia como “maestra de ceremonias” durante los parlamentos, dio lectura a una carta del escritor Joaquim Carbó, con la que éste se unía al homenaje, y a continuación leyó unos fragmentos de obras de Dezső Kosztolányi e Imre Kertész traducidos por Eloi Castelló.
El acto de homenaje se cerró con la actuación del conjunto musical “Il Nobil Diletto”, formado por Olga Ney, Magdalena Padilla y Santiago Pereira, estudiantes de la Escuela Superior de Música de Barcelona, y amigos también de Eloi (¡cuántos amigos tuvo!), que interpretaron dos canciones: “Voi partite mio Sole”, de Girolamo Frescobaldi, y “Ahi nelle sorti umane”, de Georg Friedrich Haendel. La armonía del conjunto y la espléndida voz de Olga fueron, pues, la mejor forma de decirle “¡hasta siempre!” al amigo que ya no tendremos junto a nosotros, pero que conservaremos fielmente en la memoria y nos acompañará cada vez que releamos en catalán “lo que dijeron” los autores que tradujo. Creo que no está de más recordar ahora el primer párrafo del “Prólogo” de los profesores Kálmán Faluba y Károly Morvay al “Diccionari català-hongarès / Katalán-magyar kéziszótár”, publicado por Enciclopèdia Catalana en 1990.
Traduzco: “El literato y traductor húngaro Dezső Kosztolányi, conocedor, entre muchos otros idiomas, también del catalán, en un texto de 1934 se pregunta resignado: ‘¿Existe, hoy en día, algún extranjero que quiera aprender la lengua de Homero, la de Ibsen, la de Strindberg, o el preciso y fluido catalán, hermano del latín?’”. La respuesta a esta pregunta ya hace tiempo que la conocemos, y Eloi Castelló puso sin duda su granito de arena para confirmar que era positiva. Ignoro si alguien, aquí, formuló alguna vez una pregunta semejante con respecto al húngaro: la respuesta tampoco está en el viento.
El explorador de la pasión
Por Frederic Guerrero
Conocí a Eloi cuando empezábamos a explorar nuestro entorno y se iba gestando en nosotros aquella mirada que nos acompaña a lo largo de la vida, una mirada sorprendida ante un mundo que nos mostraba un rostro desconocido hasta entonces. Eloi era un explorador, pero no un explorador cualquiera; era un explorador de esos que siempre van en cabeza, a un paso por delante de los demás, y con la emoción del hallazgo de algo nuevo nos ofrecía, con un gesto sutil, mundos que estaban a una distancia infinita e impensable de quella ciudad, Tàrrega, que nos había visto crecer.
Con él compartimos las primeras fiestas, las aventuras de la adolescencia y los primeros intentos de expresar todo aquello que queríamos decir, lo que en seguida nos hizo percibir el enorme –como lo era su propia corpulencia– talento de Eloi y la no menos enorme pasión que sentía por nuestra lengua y nuestra literatura. Porque eran indiscutibles en él la sensibilidad y la pasión en la vida, el talento y el celo en su trabajo. Fue el primero que empezó a escribir, y se lo propuso cabalmente: escribía cuentos breves y deliciosos poemas; fue el primero que decidió crear una revista y realizar esa idea con la misma determinación, compatir sus inquietudes literarias, ofrecer su experiencia a quienes dábamos los primeros pasos en el difícil mundo de la traducción: todos hemos de agradecerle esa generosidad.
Además de haber vivido juntos también nuestra experiencia en Barcelona, la Universidad, una vida nueva, diferente, él aún tuvo otra pasión: tal vez fuera la providencia, tal vez su espíritu de explorador, lo que le llevó a Hungría para trabajar allí como lector de catalán en la Universidad de Budapest. Fuese cual fuese la razón, lo cierto es que Hungría y Eloi han acabado convirtiéndose en dos palabras indisociables, y creo que las lenguas húngara y catalana se lo agradecerán eternamente (me viene a la memoria su diccionario húngaro-catalán, desharrapado por el uso: ¡y Eloi aseguraba que se lo habían hecho expresamente para él, aquel diccionario!
Bromeábamos con frecuencia sobre la necesidad imperiosa de crear una cátedra de lenguas finoúgrias en alguna universidad catalana. Ahora, eso ya no será posible: Eloi nos ha dejado huérfanos, y huérfanas han quedado también muchas palabras de nuestra lengua; porque Eloi las trataba con la ternura y delicadeza con que siempre quiso tratar a todo el mundo.
¡Siempre te tendremos presente, Eloi!
(Palabras pronunciadas durante el acto de homenaje a Eloi Castelló en la Pedrera de Barcelona, el 9 de marzo de 2007.)
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