lunes, marzo 20, 2006

Los peces gordos y los agentes secretos en la era comunista

por Annamaria Preisz



A pesar de que hayan pasado 16 años desde los cambios en nuestro país, el tema de los espías se sigue teniendo –me parece- cada vez más en cuenta. Pues hay una parte que, por varias causas, quiere sacar a la luz a las personas que colaboraron con el anterior sistema. Y esto de verdad puede ser importante porque un significativo número de esos agentes todavía tiene gran influencia sobre el público. Son políticos, artistas o personas de gran prestigio social.

En Hungría, todos los integrantes de la "red" estaban dirigidos por el Departamento Principal Número III (III. Focsoportfonökség) que operaba con varias secciones que se identificaban con números y barras, como por ejemplo la III/I, III/II,...III/V. Al tipo de “espías”, asociados a la seguridad del estado y que operaban dentro de las fronteras de Hungría se les llama “delatores”. Estos días lo que más aparece en la media es la III/III, la sección que hacía informes para el Ministerio de Interior sobre aquellas personas que se resistían a participar en la “construcción del socialismo”. Los escándalos incluso alcanzan a la Iglesia católica.

Naturalmente el delator, que podía ser una persona corriente, trabajaba de incógnito. Así tenía una buena coartada, para que nadie, ni sus colegas, ni sus amigos, ni siquiera sus familiares sospechasen que vivían una doble vida.
Sin embargo, antes de desaprobar a todos estos funcionarios, se debería considerar las circunstancias del momento. Los agentes que fueron empleados por el Ministerio del Interior sirvieron, con sus informes, a su vez, para reclutar y afiliar a nuevos agentes. Unos cuantos datos bastaban para el chantaje, por ejemplo: haber hecho o dicho algo contrario a la ideología comunista, o haber solicitado un pasaporte para viajar al OESTE. En otros casos simplemente los amenazaban con perder su puesto de trabajo, especialmente a los que tenían cargos jerárquicos y a partir de ahí les pedían que observasen y pasasen informes sobre sus subordinados. "¿Les pedían?"
En muchos casos hubo quienes no estuvieron con ánimo de “delatar”, y se resistieron, y así las coerciones fueron aún mayores, hasta la muerte. Con estos precedentes las amenazas y el chantaje aumentaban geométricamente.

En cuanto a la Iglesia, numerosos eclesiásticos y teólogos colaboraron con la policía secreta. ¿De qué otra manera hubieran podido haber sobrevivido durante todos esos años siendo un declarado enemigo del socialismo? Sin lugar a dudas, los santos padres tuvieron que “cooperar” con el sistema. De hecho los archivos que sobrevivieron muestran que unos cuantos clérigos fueron confidentes, aunque, en general, las informaciones que dieron no fueron de peso ni de mayor interés.

Pero lo que más escandaliza son las declaraciones de funcionarios como Lajos Nagy (uno de los fundadores de la Oficina de Seguridad Nacional) quien admitió que las actas de los verdaderos y significativos delatores hace tiempo fueron destruidas, y que en su lugar pusieron como delatores a personas que jamás estuvieron involucradas en la red de espionaje interno.
Parece ser que esta misma estrategia de reedición de los archivos internos también se utilizó para minimizar la producción de ciertos agentes. En definitiva: los peces gordos todavía nadan con toda tranquilidad.

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