por Zoltán Brezina
El tres de marzo fue un día de lluvia. Recién me había levantado y ya me sentía ido. Una vez más me había perdido la pista. ¡Joder!¿Acaso iba a pasar otra mañana sin mi? Viviendo en este barrio de mierda, al pedo....¡A callarse! Mejor no hablar de ciertas cosas.
Decidí buscar la siguiente imagen, hostia! cualquiera vendría bien. Salí y fui caminando hasta la tienda de pesca, a un par de calles, para comprar lombrices. La vieja de la tienda me deseó buena suerte para lo que quedaba del día. Se estaba quedando conmigo.
Antes de volver a casa me compré un par de cervezas para ponerme a tono y coger fuerzas para sacar mi nueva foto de las lombrices.
Nada más llegar empecé a preparar la cámara, mi preciosa y delicada Sinar. Mientras iba bebiendo las cervezas puse un cd y preparé las luces.
Había conseguido, por una colega que trabaja en un hospital, aguja e hilo, de ese que usan para dar puntos en la piel. Con unos trozos de vendas hice una encantadora cama, blanca como la nieve y la puse en un plato de madera. Entonces cogí las lombrices y les fui clavando en el cuerpo la maldita aguja, llenándolas de agujeros.
Ahí, necesité más cerveza. Las lombrices saltaban como locas en la cama poluta.
Salí otra vez a la calle, de frente contra ese aire gris y enrarecido, pensando en rojo, en muerte y en las apestosas lombrices.
Calle abajo había un borracho, un tío de mediana edad, todo despatarrado por el suelo. Llevaba los pantalones bajados y el culo al aire. Estaba cagando en toda la calle como un zombi. Y yo con los cascos en la cabeza escuchando purito rap americano.
El tío se restregaba sobre su propia mierda. ¿Qué si olía? ¡No os puedo explicar!
¿Y qué de mis lombrices en la habitación? ¡Por favor! ¿Cuál olía peor?
Salí corriendo a la tienda por más cerveza, la idea de terminar como él en ese suelo pringoso, brillante y mierdoso me espantó. Necesitaba tapizarme el cerebro con más cerveza! Me empecé a poner nervioso. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¿Transformarme en un espía? ¡Ahí estaba la puta imagen!
Necesitaba más cerveza. Por fin tenía la foto que buscaba! ¡Ahí estaba!
Cuando volví a pasar otra vez al lado del borracho sentí miedo.
Abrí la puerta de casa, cogí mi segunda cámara, la Rolleiflex y le puse película.
Antes de volver a salir me tomé otra cervecita. ¡El rap me estallaba en la cabeza! Tenía que ir, tenía que coger ese trozo de realidad.
¿Si gritaban las lombrices? No, estaban en silencio como el resto del barrio. Solo el corazón me golpeaba el pecho pidiéndomela.
Con cuidado me acerqué a él por detrás. Ahora estaba de pie, pero todavía con el culo al aire. Forcejaba cogiéndose el cinturón intentando subirse los pantalones. Estaba lleno de mierda por todos lados.
Empecé a encuadrarlo y a gatillar, a gatillar, a gatillar, a gatillar. Hice un círculo alrededor y terminé cara a cara con él. Cerquísima. ¡Nooo! No podía mantener la cabeza erguida y miraba fijo para abajo.
Ahí vi que había dinero en el suelo, calderilla, probablemente se le había caído del bolsillo. Chuté el siguiente cuadro mientras el tío hacía unos extraños pasos de baile sobre el charco de mierda. Y enseguida empezó a torcerse hacia delante y a recoger las monedas de la mierda. Saqué una foto y otra y otra y otra.
Bueno, ¿así debería terminar la historia?
Volví caminando todo flasheado a casa. Lo primero le eché la foto a las lombrices muertas. Les puse alrededor luces de navidad de todos colores y sobre la cálida y limpia cama blanca chack! Chack! Chack! Chack! hice unas cuantas fotos.
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