¿De qué vive Hungría? Si hacía algunos años esta preguna podía ser fácil de responder por cualquier húngaro hoy con tantos ires y venires, recuerdos y desventuras del pasado socialista y la sucesión de inversiones que aterrizan sobre el país, no es cosa fácil.
Para entender mejor cuales podrían ser las principales fuentes de ingresos del país hay que remontarse a la herencia de los últimos años de dominación y control soviética: la producción industrial del agro y la industria automotriz, aderezada con su participación en el esquema de la industria pesada con la bauxita y la posterior cadena hacia el aluminio.
Los últimos 16 años de apertura democrática y capitalista han reciclado estos ámbitos de producción presentando actualmente a Hungría como parte del cónclave de países productores de automóviles y accesorios. Años atrás Hungría contaba, en el esquema de distribución soviética, con la fabricación de autobuses, los famosos Ikarus; camiones, los prestigiosos Rába y maquinaria agrícola varia, por ejemplo los de la firma Digép. Hoy la distribución en Europa Central y del Este se mantiene pero en función de los grandes de la industria automotríz, planteo dentro del cual a Hungría le ha tocado el ramalazo oriental bajo la dirección de Suzuki o Hankook. Por su parte el sector agrario también experimentó y mantiene una línea de cambios. La explotación masiva de territorios se quebró de golpe con la parcelización del campo y la múltiple privatización de las grandes propiedades, pero a su vez estamos presenciando durante los últimos años una serie de inversiones europeas que utilizan los productos del agro para la producción de biocombustibles como el bioetanol. El bioetanol representa una vuelta de tuerca del sector agrario hacia una economía más competitiva y desarrollada, paliando la disminución de la producción con la fabricación de un material, los biocombustibles, de mayor valor agregado.
Es en este marco de país-ficha del parque industrial europeo y reelaborador de materias primas del agro en el cual las inversiones extranjeras participan y explotan los recursos locales. Las inversiones extranjeras se interpretan entonces siguiendo estas dos lógicas. Por un lado la de parque automotriz internacional y por el otro la de mercado fiel de la Unión Europea. De ahí las inversiones de Suzuki y Hankook, entre otros; y las sucesivas inversiones de capitales europeos, resaltando el aluvión de importaciones de los paises de la UE, que representan, de lejos, la mayoría de las que recibe Hungría. El capital húngaro, fuera de CBA y algún que otro holding de la carne o la inmobiliaria, no parece ser la base fundamental de la economía húngara, sino más bien esta está regentada por el capital extranjero y el gobierno, apostando por esta política esponja se desvive por seducir al capital foráneo, con un mercado laboral barato, calificado y flexible; con un sinfín de beneficios impositivos y con una red viaria en constante mejora. Y no se detiene ahí, también está decidido a invertir en cuanta plataforma que se preste para facilitar el tráfico de mercancías entre Hungría y sus potenciales socios de los rincones más remotos del globo.
Finalmente en el desfile de inversores extranjeros llaman la atención unos cuantos cientos de inversores que no responden a las lógicas del mercado internacional, aunque se benefician de ella cuando toca, sino más bien participan de una cierta economía étnico-nacional aprovechando los sucesivas diásporas en las que el pueblo húngaro ha tomado parte.
Espero que disfrutéis con esta colección de artículos de “Hungría, entre las inversiones del parque automotor y los biocombustibles ” y que os animéis, quienes viváis o hayáis vivido en Hungría a escribir en las próximas ediciones. Solo tenéis que enviarnos un e-mail y os contestaremos a la brevedad indicándoos formato y tema.
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