
Si la música puede sugerir cómo nos movemos en la cama o cómo hombres y mujeres se lanzan unos sobre otros; las películas, siempre tan pudorosas todas ellas, muestran las relaciones más allá del sexo, las de la calle y de las fiestas. Los libros, en cambio, invocarían al individuo, una especie de tira de encefalograma, que mostraría nuestro ritmo mental y los devaneos, ilusiones y calamidades que maquinamos en nuestra soledad.
En Hungría estas tres demostraciones culturales llegan a destiempo. Si por un lado no se puede negar que con cierta puntualidad aterrizan algunas de las últimas producciones en cine o en música, no pasa lo mismo con los libros. En algún momento se creó una gigantesca pared entre estos dos planetas y los que ya estaban de este lado siguieron reeditándose a sí mismos. Los que han llegado después se han dado de narices contra el ladrillo y apenas algunos espaldas mojadas pueden escabullirse. La visión que la literatura ofrece a los húngaros de España y Latinoamérica es vieja y pasada de moda. Nos ven bailar pero no tienen ni idea de los que nos pasa en la cabeza.
Esto está cambiando, lentamente claro, y por supuesto siempre será mucho más de lo que los hispanos conocen de este rinconcito europeo. Es la infalible regla de la periferia, cuanto más periféricos somos, más abiertos y multiculturales pensamos y nos expresamos.
¡Queremos carne fresca!
Espero que disfrutéis con esta colección de artículos de “La montaña de libros viejos en español que se amontona en nuestra librerías ” y que os animéis, quienes viváis o hayáis vivido en Hungría a escribir en las próximas ediciones. Solo tenéis que enviarnos un e-mail y os contestaremos a la brevedad indicándoos formato y tema.
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