domingo, marzo 11, 2007

El quince del quince, 159 años después

La insistencia patriótica de las fiestas nacionales húngaras al final pasa cuenta. Las dos más importantes, la del 15 de marzo y la del 23 de octubre le ponen en bandeja a los grupos ultras hasta la más pequeña de sus demandas nacionalistas y xenófobas. Dibujar en el cuaderno de la escuela, una y otra vez, y con alegría, el recuerdo de guerras medio perdidas, medio ganadas, termina siendo una inevitable apología de la violencia.
La apatía política que acompaña a los que en estas fechas optan por aprovechar el puente para irse a esquiar o a tomar el incipiente sol mediterráneo, no es coyuntural. Tampoco lo son los cada vez más cabezas rapadas embotados en Martins que muestran orgullosos en las mangas de sus chupas los mapas de la Gran Hungría. El viejo, estudiantil y aristocrático paradigma de patria o muerte, que para unas cosas va tan bien, para el desarrollo democrático e integrador de Hungría en Europa va fatal. Los cimientos del imaginario húngaro no ayudan, sino dificultan el mañana. Y no me refiero solo a una sumisa y obediente inserción europea, sino también a la gestión y desarrollo de políticas populares de oposición al neoliberalismo de Bruselas.
Las baldosas abiertas no son reflejo de un temblor, como podríamos pensar a primera vista. Simplemente están mal puestas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

bueno mis comentarios no vinen a cuento, pero quiero decir que es lamentable que esten en venta el castillo de conde dracula, el simbolo de hungria,
saludos

Anónimo dijo...

de donde has sacado que el castillo de Dracula es el simbolo de Hungria? JAJAJA

klavatelli dijo...

Gracias por el buen humor del comentario, siempre viene bien una sonrisa.
Si sirve de aclaración, el llamado castillo de Bran (no hay pruebas concretas de que haya pertenecido a Vlad Tepes, más conocido como Drácula) está en Braşov, en Transilvania (Erdély, en húngaro), en la actual Rumanía.
Hoy en día es un importante punto de atracción turística, alimentado por el mito cinematográfico, más allá de la belleza del entorno natural.
Por otro lado, lo que sí se sabe con certeza, es el lugar de nacimiento de Vlad Tepes, en Sighişoara (Segesvár en húngaro), también en el centro de Transilvania, pequeña y hermosa ciudad medieval que tuve la suerte de conocer.
En ella se conserva la casa natal de Vlad Tepes, que hasta hace pocos años funcionaba como restaurante, no sé hoy en día.