miércoles, abril 11, 2007

Los ingenieros húngaros no son húngaros

por Carlos Lavatelli

"Los científicos descubren el mundo que existe;
los ingenieros crean el mundo que nunca fue."
Tódor von Kármán, ingeniero aeroespacial

El dulce de leche es argentino, y eso no me lo discute nadie. Como el tango, el mate, el asado de tira y los chinchulines a la parrilla. Juan Manuel Fangio fue cinco veces campeón mundial de F1 internacional, un récord imbatible desde los años '50 hasta que en el 2003 el alemán Schumacher lo superó con seis campeonatos. Así como Diego Maradona, sin ninguna duda, fue el mejor futbolista de todos los tiempos.

Y si de ciencia hay que hablar, Bernardo Houssay (1947), Luis Leloir (1970) y César Milstein (1984), tres nobeles científicos argentinos.

No, si los seres humanos, cuando de deporte, ciencia, música, arte y cuanto venga a cuento se trata, no tenemos ninguna duda en afirmar verdades que de tan obvias, ni siquiera hace falta cuestionar: en Mi País se escucha la mejor música, de allí salen los mejores deportistas, los cerebros más brillantes, los inventos que solo el ingenio de Mi País puede lograr (hay que conocer la picardía de Mi País)...

Y de vinos y comidas para qué hablar: del resto podemos discutir... pero de comida terminantemente no. En Mi País sí que “se come muy bien”.

Paradójicamente, y vaya a saber uno por qué, hay cosas que... “solo ocurren en este país”.

Inventos, inventores y banderitas

Cuando fui deshojando la cultura magiar, apareció un caso curioso, aquel del cual mis años de adiestramiento escolar me habían convencido que era un “invento argentino”: la birome.
Lo que en España se conoce como “boli” (abreviatura de bolígrafo, su nombre técnico y de patente), en Argentina tomó en parte el nombre de su inventor, Ladislao José Biro (nombre argentinizado del húngaro Bíró László József).

Entonces a partir de aquí surge la pregunta sobre la que gira este artículo del que usted se preguntará “pero de qué está hablando este tipo”: un húngaro en Argentina ¿produce un invento argentino o un invento húngaro?

Los inventos, como la misma creatividad humana, no tienen nacionalidad, sino que son productos de hombres singulares o asociados (esto más frecuente en la actualidad, dados los niveles de complejidad y especialización alcanzados por la ciencia y la tecnología) que en un esforzado proceso donde se suman conocimientos, capitales, experimentación y una pizca de azar, se llegan a producir o perfeccionar herramientas que facilitan el trabajo y expanden el ocio humano.

A mí particularmente me atrae el azar, porque me resulta más divertido, juega como un niño para llevarnos por nuevos caminos que ni suponíamos como posibles. Pero científicos y matemáticos, celosos hasta el aburrimiento, se rehusaron a dejar nada fuera del cálculo: inventaron la fascinante como apocalíptica teoría del juego.

Los conocimientos son productos culturales, y es desde este punto de vista que partimos cuando hablamos de inventos. Hay individuos particulares que con su esfuerzo e inteligencia lograron cambios asombrosos en la historia de la humanidad, en muchos casos mejorando notablemente el estilo de vida: pensemos en el gran avance tecnológico que significó tanto el descubrimiento del fuego, como los inventos para producirlo; y el cambio que trajo consigo el invento o descubrimiento de la rueda(1), solo por dar un par de ejemplos significativos.

Pero lamentablemente parte de la creatividad e inteligencia humana sirvieron para destruir y poner en peligro la existencia misma: desde aquel tiempo, el planeta y nosotros en él corremos el peligro del fin no ya de la humanidad, sino de la vida misma. Una casi ignorada corriente filosófica decía que la humanidad era la tendencia suicida de la naturaleza, y el hombre no era más que un error biológico, porque como no había podido adaptarse a la supervivencia con sus propios medios naturales, se vio forzado a inventarse mil artilugios y herramientas para sobrevivir(2).

Aún en los casos de aquellos inventos que quedaron registrados como producto de un genio prodigioso, no debemos olvidar que todo individuo está condicionado en su acción por la cultura en la que se crió, en la que se desarrolló y en la que vive.

¿Por qué todos quieren apropiarse de Johnny Weissmüller? ¿Qué era? ¿Húngaro, alemán, rumano, judío o estadounidense? Desde mi punto de vista, era todo eso y seguramente algo más.

Es en este sentido que cuando hablamos de inventores húngaros (o chinos, italianos, árabes, españoles o argentinos, para el caso da igual) sospechamos maliciosamente. En las referencias que en diversos sitios de internet se hace a ellos, se usan frases que a mí me divierten mucho (incluso en textos en español, copiados al pie de la letra de textos en inglés, por supuesto):

  • Theodore von Kármán: ingeniero y matemático norteamericano de origen húngaro nacido en Budapest.
  • Theodore Von Kármán: físico e ingeniero norteamericano de origen húngaro...
  • Theodore von Karman: ingeniero y matemático norteamericano. De origen húngaro nacido en Budapest.
  • Karman Theodore von: ingeniero estadounidese, de origen húngaro.

O este otro, donde en un caso hasta se ignora el origen húngaro:

  • Gabor, Denis (1900-79) - Físico británico de origen húngaro, n. en Budapest y m. en Londres.
  • Gabor, Dennis. (Budapest, 1900-Londres, 1979) Ingeniero británico de origen húngaro.
  • Dennis Gabor *1900, †1979 (Reino Unido). Premio Nobel de Física 1971.

Desde las diferentes maneras de escribir tanto nombres como apellidos, hasta el título profesional, varía considerablemente. Internet, la gran fuente de información y de disparates.

Entonces encuentro la parte de razón que sostiene mi argumento: estos científicos (y sobre todo personas), se formaron no sólo en Hungría y sus universidades, sino también en Alemania, Estados Unidos, Gran Bretaña, etc. Entonces su identidad como científico, artista, deportista o la profesión que sea, incluye no solo su cultura magiar de origen, sino también las culturas y conocimientos adquiridos a lo largo de su existencia en las sociedades en las que se formó y vivió.

Los húngaros y el desarrollo espacial

Para cerrar, seamos también un poco justos, sin abandonar la sinceridad: la cultura magiar, en su suma de conocimientos, genios, universidades e instituciones científicas, con sus hombres y mujeres, aportó nuevos conocimientos y nuevos caminos a la ciencia no solo de la cultura occidental, sino de toda la humanidad. Y también como la ciencia misma, así como para la vida, también para el fin de la existencia. Eros y Tánatos juegan con frasquitos de laboratorio.

El tema de este número es sobre los húngaros y el espacio. Entonces inmediatamente surgen los nombres de Antal Bejczy, Pál Greguss, Ferenc Pávlics, Imre Gyula Izsák, Madeleine Forró Barnóthy, Dávid Schwartz, Egon Orován, Mária Telkes, Albert Fonó... como científicos que participaron, desde diferentes proyectos y especializaciones, en el desarrollo espacial. Pero si bien en varios casos de los nombres citados anteriormente, soy bastante ignorante sobre el grado de participación en proyectos estrictamente militares, sí soy consciente de los lamentables nombres de otros científicos que sí participaron en proyectos nucleares, o en el desarrollo de aviones bombarderos que harían masacres sobre poblaciones civiles y tristezas semejantes de nuestra humanidad, como son los casos de János Lajos Margittai Neumann (John von Neumann); Leo Szilárd; Edward (Ede) Teller; Victor Szebehely; Tódor von Kármán...

Más allá de las frases bonitas, esperanzadoras y futuristas en torno al espacio, el desarrollo de los proyectos espaciales estuvo desde sus inicios ligado al desarrollo armamentista, motivo por el cual la carrera espacial y la carrera armamentista frecuentemente se confundieron una en la otra. Terminó una idea del mundo bipolar y de guerra fría, para dar lugar a este en que vivimos en la actualidad, donde las armas nucleares todavía no desaparecieron, y la exploración espacial no da signos claros de ser otra cosa que la misma búsqueda ambiciosa y desesperada de recursos que está destruyendo este hermoso planeta en que vivimos.


Notas:

  1. Más que la rueda en sí, el uso que se hizo de ella: mientras en Asia Menor, Egipto o Europa se utilizó para desarrollar medios de transporte (como carros de guerra), en América las culturas precolombinas apenas le dieron importancia más allá de su uso en objetos decorativos. Algo similar al uso que de la pólvora se hizo en China, su cultura de origen, donde no fue concebida por su funcionalidad militar tal como la conocemos, pero quizás sí por los venecianos de la expedición Marco Polo que la trajo a occidente (s.XIII).


  2. "La idea de Alsberg, muy inspirada en Schopenhauer, es la siguiente: justamente porque el hombre se halla tan desarmado frente a su mundo circundante, justamente porque el hombre está mucho menos adaptado a su ambiente que los demás animales afines, no pudiendo tampoco desenvolverse más en el sentido organológico, justamente por eso, hubo de formarse en él la tendencia a anular sus órganos lo más posible en la lucha por la vida, desarrollando, en cambio, los "instrumentos" (entendiendo por tales también el idioma y los conceptos, y valorándolos como "instrumentos inmateriales"), que hacen inútil el perfeccionamiento funcional de los órganos sensoriales. (...) Para esta doctrina, el hombre no es, en primer término -como muchas especies vegetales y animales- una de tantas vías muertas, en que la vida, siguiendo una evolución determinada, encalla, provocando la muerte de la especie. No; el hombre es la vía muerta de toda la vida en general."

    SCHELER, MAX - La idea del hombre y la historia. Siglo Veinte, Buenos Aires, 1998 [original alemán, 1915]
    (versión completa en español, 62 páginas, en: http://www.wattpad.com/24649)


Fuentes:
Sobre húngaros famosos, la web (en inglés):
http://www.webenetics.com/hungary/sciencemathandtech.htm

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